Margarita había cumplido ya los tres años, cuando recibió la noticia de que tendría un hermanito. Durante los meses del embarazo, cada noche mirando una estrella que adorna el techo de su cuarto, repetía: "Estrellita, estrellita, por favor, que nazca mi hermanito". Felipe tenía cuatro meses, cuando Margarita lo abrazó con todas sus fuerzas y dijo:
"¡Qué hermoso hermanito, maldita estrellita!"
El nacimiento de un hermano es un acontecimiento familiar que cada niño inscribe en su propia historia de manera particular. El embarazo de su mamá dispara una serie de cuestionamientos en los más pequeños con respecto al lugar que se le asignará en la estructura familiar al recién nacido. Así, surgen los sentimientos de celos, como expresión del temor a la pérdida del amor de sus padres y al desplazamiento.
Conviviendo con los celos
En general, cuanto mayor es el niño, los sentimientos de celos pueden ser mejor manejados. En el caso de Margarita de tres años, los celos son explicitados verbalmente, pero pueden manifestarse a través de regresiones (en la alimentación, en el control de esfínteres), caprichos, llantos, agresiones. Como con cualquier otro sentimiento que surge en un niño, no hay que tratar de evitarlo, sino permitir que aparezca y trabajar en ello para manejarlo.
¿Qué podemos hacer?
Escucharlos y estar atentos a sus inquietudes el respeto es la manera de acompañarlos en este proceso.
Darles un lugar en los preparativos y adecuación del espacio en la casa para el hermano que va a nacer, así como también hacerlos partícipes en los cuidados de la panza contribuye a anticipar la importancia del nuevo acontecimiento.
Recordar y compartir anécdotas de su nacimiento y primeros meses; advertir sus logros y crecimiento puede ayudarlos a seguir construyendo su propio espacio en la estructura familiar.
Una vez que haya nacido el hermano, permitirle que colabore en sus cuidados, siempre que sea de su interés hacerlo, ya que es un modo de incluirlo en la nueva escena familiar.
Sostener sus espacios de exclusividad y respetar sus lugares y pertenencias, lo que contribuye a afianzar su vínculo con los padres.
Lo más importante es la actitud que los padres asumen en relación al hecho. Si se incorpora el embarazo y nacimiento como algo natural y grato, los niños podrán expresar con espontaneidad sus sentimientos. El "disimular" las demostraciones de afecto del adulto al recién nacido delante del hermano mayor, por brillante que resulte la actuación, genera contradicciones y tiende más a la evitación que a la aceptación de los celos. En este sentido, es bueno tener en cuenta que los celos se relacionan con la capacidad de amar. El recién nacido despierta también en su hermano sentimientos de afecto que caracterizarán un nuevo vínculo.
Transitar esta etapa favorablemente puede ser una experiencia enriquecedora ya que preparará a los niños a tolerar y superar futuras situaciones que generen sentimientos de celos y rivalidad a lo largo de su crecimiento.
Fuente: Planeta Mamá.
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