El hecho de que los niños pequeños sientan interés y curiosidad por explorar sus genitales es absolutamente normal y esta actitud tiene que ver con su sexualidad, que está presente desde el nacimiento.
De bebés se llevan todo a la boca y tanto el placer como el aprendizaje pasa en gran medida por la zona oral, pero cuando ya tienen entre 2 y 3 años, es común que toquen sus genitales, explorándolos y descubriendo tanto su forma cómo las sensaciones que les producen.
Como padres es fundamental saber que esto es normal y sano, que sólo hay que estar atentos a que no suceda permanentemente, que no hay que retarlos y que, sobre todo con los niños de tres años en adelante, hay que ir orientándolos para que comprendan que se trata de una actividad que se debe realizar a solas.
Nunca hay que poner una "penitencia" o retar a los chicos por tocarse, ni siquiera si se los encuentra mirándose o tocándose con otro niño. En este caso, hay que saber que es normal la curiosidad por el cuerpo del otro –sobre todo si es del sexo opuesto- y lo más conveniente es decirles: "¿Viste cómo es el cuerpo de las nenas/de los varones? Es distinto al tuyo" y a continuación proponerles una actividad que les interese, como pintar o buscar algún juguete.
Con los más grandecitos -4 o 5 años- también el verlos tocándose sus genitales puede servir como disparador para conversar acerca de las zonas íntimas del cuerpo y de la importancia de que nadie puede tocarlos ni hacer con su cuerpo algo que ellos no quieran.
En el caso de que los padres observen que su hijo está tocándose los genitales muy frecuentemente, que deja de jugar o deja de lado otras actividades y que el tocarse se convierte en el centro de su interés, será conveniente consultar primero con el pediatra, quien indicará si es necesario recurrir a otro profesional.
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