Una actividad necesaria y vital de la niñez para ser felices, es el juego. A través de el nuestros hijos maduran, tienen un correcto desarrollo cognitivo y afectivo, y trabajan su pensamiento creativo.
Gracias al juego podemos enseñar a los niños cómo funcionan las cosas, lo que se puede o no hacer, conocen reglas y la conducta correcta que deben tener a la hora de jugar con otros niños.
El juego está lleno de significados, para conocer a nuestro hijo deberemos entender sus juegos, ver cuáles son sus inquietudes, miedos o deseos, que a lo mejor les es más fácil expresar mediante las actividades y no con la palabra.
Los inicios en el juego
En la primera etapa de vida de nuestros hijos, el mundo de los sentidos ocupa por completo. Les gusta repetir movimientos, descubrir texturas, mover objetos, etc.
Pasado este periodo el juego se convierte en algo simbólico. El niño empieza a inventarse un mundo imaginario, y se expresa a través de un lenguaje simbólico y personal, con el que adapta el mundo a sus necesidades.
Es así como los pequeños van asimilando y conociendo lentamente el mundo exterior y finalizan adaptándose a él.
Posteriormente el juego se convierte en una actividad propicia para el desarrollo intelectual, emocional y social de nuestro hijo. Con él puede llegar a asimilar el mundo que le rodea, comprenderlo y adaptarse a él.
Es así a través de este proceso como adquiere unas habilidades sociales tempranas y de comunicación social. Gracias a esta actividad los niños desarrollan muchas facetas de su personalidad. Ayuda a que conozcan el entorno y perfeccionen habilidades.
Además, favorece el desarrollo de sus aspectos más creativos. Con el juego el niño evoluciona y crece. Con el tiempo representará personajes y se expresará libremente. Establecerá unas reglas con sus compañeros, y reforzará su autocontrol y autonomía.
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