Aunque muchas veces las travesuras de los niños nos ponen los pelos de punta, y pueden llegar a sacarnos de nuestras casillas, lo cierto es que siempre nos queda un recuerdo que consigue hacernos sonreír. Pero ¿por qué los niños hacen travesuras?
Da igual la familia o el país de procedencia de los niños, parece que todos comparten ese deseo que les empuja a realizar todo tipo de travesuras, que son el resultado de un deseo, o de una necesidad, y que pueden ser realizadas de forma consciente o inconsciente.
Las travesuras de los niños
Uno de los principales motivos de las travesuras de niños es el de llamar la atención. Por esta razón, el objetivo de muchas travesuras de los niños suelen ser, precisamente, los objetos que más apreciamos. Otro de los motivos por el que quieren llamar nuestra atención es que sepamos que están enfadados. Por ello, sus travesuras se centran, por ejemplo, en escondernos las llaves o destrozar el papel del baño y meterlo bajo nuestra cama.
La picardía también suele ser uno de los orígenes de sus trastadas, como cuando les damos para comer algo que no les gusta y acaba debajo de la mesa o en la boca del perro.
Por último, otra razón que provoca sus diabluras es cuando desean algo en concreto y quieren que cedamos a su voluntad.
Cualquiera de estos motivos hace que las neuronas de los niños se pongan a pleno rendimiento y despierten su imaginación. El resultado final suele ser, generalmente, de lo más inesperado.
¿Qué sabemos sobre las travesuras de bebés?
La mayoría de las veces, las travesuras de los bebés ocurren de manera inconsciente. A partir de su primer año de vida, cuando ya pueden moverse por sí mismos, gateando o dando sus primeros pasos, empiezan a explorar todo lo que les rodea. De ese deseo por descubrir su entorno, cómo funciona algo, para qué sirve, cómo huele o qué pasa si lo toco, van surgiendo aventuras que pueden acabar resultando en verdaderas travesuras. Cualquier obstáculo que el niño pueda encontrar en sus exploraciones aviva su imaginación para buscar la forma de superarlo, como intentar alcanzar un objeto poniéndose de pie agarrándose a aquello que tenga más a mano.
Otras travesuras, aun surgiendo espontáneamente, son hechas de forma consciente para demostrar que pueden conseguir o hacer algo. Incluso hay algunas travesuras que están perfectamente planificadas, porque ya las han hecho antes y conocen el resultado.
Las travesuras de los niños puede que no sean merecedoras de ningún premio, pero sí que debemos darles el valor que tienen, ya que son una parte importante del desarrollo de su valentía y audacia.
Fuente. Mi bebe y yo.
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