Hoy por hoy, las situaciones por las que se nos pueden poner los nervios de punta son innumerables: el tráfico, las tareas, la responsabilidad en el trabajo y llegar a tiempo por los niños son solo algunas de ellas. La verdad es que día a día vivimos un fuerte nivel de estrés, lo que nos agota tanto física como emocionalmente. En cuanto a nuestro estado físico, no es raro que nos sintamos fatigados, sin energía… incluso que lleguemos a enfermarnos. En cuanto a nuestra situación emocional, el estrés puede llegar a afectar nuestras relaciones amistosas y familiares.
Estos son cinco de los principales síntomas de que estás siendo víctima del estrés. Si te reconoces en tres o más de ellos, ¡cuidado! Es hora de hacer un alto y pensar más en ti mismo. Establece como propósito prioritario trabajar a favor de una mente y un cuerpo libre de estrés.
Dominados por la ansiedad
Una de las formas que tiene el estrés para manifestarse es la ansiedad. Ésta, a su vez, puede tener varias caras: preocupación excesiva por todo, falta de concentración, pánico por dejar de hacer cosas debido a la falta de tiempo y, muchas veces, un incremento en el apetito. Miremos por donde miremos, el estrés, además de ser devastador, es contagioso, así que si tú, como papá, observas que tus hijos comienzan a sentirse ansiosos y presionados, reflexiona sobre los mensajes que les estás enviando.
Nada es suficiente.
El estrés y la satisfacción no se llevan de la mano, es decir, cuando andamos estresados nada de lo que nuestros hijos hacen, bueno o malo, es suficiente. Si la maestra manda un reporte porque a nuestro pequeño se le olvidó una tarea, ¡pum! La olla exprés explota; si, por el contrario, nuestro niño nos entrega una nota de 8.5, y no de 10, ¡también explota! El reconocimiento y la satisfacción de lo que hacen nuestros pequeños es la clave para que la relación fluya y se genere un ambiente de confianza entre padres e hijos.
Nuestra antenita de “sintonía” con los demás, se apaga.
Cuando nos estresamos es como si bajáramos el switch de la empatía. Como estamos en el canal de “tengo que apurarme para terminar”, no podemos leer las necesidades ni de nuestra pareja ni de nuestros hijos. De pronto, cuando menos lo esperamos, nos damos cuenta de que se nos ha olvidado cómo expresar amor y comprensión, así que tampoco estamos en el canal de leer el amor y comprensión de los demás. Es común que los papás estresados sientan que nadie los entiende y se desconecten de lo que pueden experimentar sus hijos.
Somos emocionalmente inaccesibles.
Al estar estresados solemos colocar una pared entre los sentimientos de los demás y los nuestros. Es por ello que, en ocasiones, los niños no encuentran un espacio para demostrar ni decir sus sentimientos; piensan que papá o mamá siempre están enojados.
La relación se desmorona.
Cuando dejamos que el estrés nos invada llevamos está carga al trabajo, a casa, con nuestra pareja y con nuestros pequeños. Es increíble cómo podemos dañar nuestras relaciones personales, pues el estrés nos vuelve más vulnerables a la agresión física y verbal; por ende, nuestras relaciones se empiezan a desmoronar poco a poco.
Definitivamente, todo exceso es malo, y el estrés, además de repercutir sobre nosotros mismos, repercute sobre las personas que amamos. Repasemos nuestra rutina y observemos qué podemos cambiar para quitarnos cargas innecesarias y para poder sobrellevar aquéllas que sí son parte de nuestra vida.
Algunas sugerencias para combatir el estrés: hacer ejercicio, practicar yoga, meditar, comer saludable y reír.
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