martes, 30 de enero de 2018

Abuelos que se convierten en padres de nuevo por el egoísmo de los hijos.

En la actualidad son muchos los abuelos que deben cuidar de sus nietos porque sus hijos deben afrontar las responsabilidades actuales, donde ambos trabajan a jornada completa para poder ganar un sueldo a fin de mes y poder hacer frente a todos los pagos mensuales. En la actualidad, vivir significa pagar cada día. Nuestra sociedad está montada para que los adultos trabajen y produzcan, ganen dinero para pagar y que así todo ruede… Pero, se olvidan de una parte fundamental en la vida de las personas: el cuidado de los hijos.
El cuidado de los hijos no siempre se adecua al horario de los padres y en muchas ocasiones se las ven para poder cuadrar horarios y atender al cuidado y necesidades de los hijos. Es por eso que en muchas ocasiones incluso hay padres que renuncian a sus carreras profesionales o a vivir cómodamente con dos sueldos para poder hacerse cargo de los hijos, aunque eso signifique tener menos dinero a fin de mes o renunciar a las aspiraciones laborales. Cuando se tiene un hijo o varios, criarles es lo más importante y lo demás puede esperar, aunque sea por un tiempo.

Cuando el trabajo o las responsabilidades no son la excusa
Pero hay ocasiones que los abuelos se hacen cargo de los nietos para hacerles un favor a sus hijos y que de este modo se ahorren el dinero de por ejemplo, guarderías, canguros o ludotecas, que son opciones que muchos padres optan para el cuidado de sus hijos cuando no tienen abuelos a los que recurrir.

Aunque hay veces que el trabajo no es la excusa y muchos abuelos se ven en la encrucijada o en la obligación de cuidar a los nietos para hacerles un favor a sus hijos, pero no porque tengan obligaciones o porque tengan que ir a trabajar, sino porque son personas que quieren vivir la vida y se olvidan que también son padres. Es cierto que los pequeños deben disfrutar de sus abuelos, es importante que esto sea así siempre y cuando los abuelos lo sientan como algo positivo y no como una imposición por parte de los hijos para que éstos puedan divertirse sin recordar que tienen obligaciones más importantes. Los abuelos son abuelos, y en ningún caso son un recurso para ahorrar dinero o para evitar las niñeras o guarderia… En ocasiones contadas está bien, pero hacerlo por sistema podría considerarse incluso, abusivo.
Abuso de los hijos a los abuelos

Es triste ver a abuelos agobiados y cansados porque sus hijos les imponen el cuidado de sus nietos, cuando esto debería ser algo natural para ellos y siempre como una parte de la familia y no como algo que les cueste la salud o la relación con sus propios hijos.

Como decir NO ante esta situación
Con más de 60 años, con muchos años trabajados a las espaldas y con todos los hijos criados, muchos abuelos se sienten obligados a cuidar de los nietos porque los hijos quieren vivir la vida. Pero los abuelos que se encuentren en esta situación deben aprender a decir que NO a tiempo, para evitar que la relación con sus hijos se estropee. Poner límites es fundamental para tener una buena relación y sobre todo, para poder disfrutar de los nietos realmente y no sentirse mal cuando se está con ellos por la imposición de los hijos.

Algunos consejos para decir NO a esta situación y evitar problemas futuros son:
De vez en cuando y siempre que quieras cuidar a tus nietos, no es necesario evitar la situación, pero si tienes algo que hacer, no te sientes con ganas de cuidar a tus nietos por largas horas o por cualquier otro motivo, sé sincero/a con tus hijos y marca los límites necesarios. Un ratito sí, pero por obligación, no.

Pon límites a tus hijos, no eres el canguro de turno ni tienes que renunciar a tu vida por tus nietos para que tus hijos tengan vida social o vayan al gimnasio… Tú ya criaste a tus hijos, ese papel ya no te corresponde.

lunes, 29 de enero de 2018

Mamás agotadas: El Síndrome de Burnout

En una ocasión leí una frase que viene como anillo al dedo: “la madre perfecta no grita, no se desespera, no pierde la cordura y, sobre todo, no existe”. Sin embargo, en ocasiones nos exigimos demasiado porque queremos convertirnos en esa madre perfecta. Como resultado, terminamos agotadas, física y mentalmente, por lo que no es extraño que terminemos padeciendo el Síndrome de Burnout.

¿Qué es el Síndrome de Burnout?

El Síndrome de Burnout es una respuesta del organismo cuando ha estado sometido a un periodo de estrés intenso y prolongado, tanto desde el punto de vista físico como emocional. Se trata de un problema común en los profesionales que trabajan en contacto directo con las personas en situaciones de gran tensión, como los médicos y las enfermeras. De hecho, esta entidad fue descrita por primera vez a finales de los años 1960 para referirse al desgaste que sufrían los agentes de policía de libertad condicional. Los psicólogos, trabajadores sociales y teleoperadores son otras de las profesiones más expuestas a este problema.
El principal problema es que el Síndrome de Burnout provoca una serie de síntomas que se pueden confundir fácilmente con otras enfermedades. De hecho, causa síntomas psicosomáticos como dolores de cabeza recurrentes, insomnio, fatiga intensa y dificultades gastrointestinales. También se acompaña con algunos síntomas emocionales, como la ansiedad, depresión, irritabilidad y distanciamiento afectivo.
Además, la persona con Síndrome de Burnout se siente agobiada y cansada. De hecho, suele experimentar un intenso sentimiento de impotencia y desesperación desde que se levanta. A la larga, si este problema no se trata, terminará sufriendo anhedonia; es decir, perderá la capacidad para disfrutar.

¿Por qué las madres sufren el Síndrome de Burnout?
Ser madre es un trabajo a tiempo completo, las 24 horas del día y los 365 días del año. A esto se le suma que muchas mujeres también trabajan y llevan la mayor parte del peso de las tareas del hogar. Sin embargo, en muchas ocasiones, apenas terminan de poner orden y limpiar, encuentran que todo está sucio y desordenado de nuevo, lo cual genera una intensa sensación de frustración e impotencia que les hace cuestionarse el sentido y el valor de lo que están haciendo.

Este problema ha ganado aún más fuerza en los últimos tiempos ya que muchas mujeres también sienten la necesidad de ser madres perfectas, acompañar a sus hijos a las actividades extraescolares y evitarles todo tipo de problemas. Este estilo de crianza, denominado hiperpaternidad, acelera aún más el agotamiento y acrecienta el estrés. De hecho, se ha apreciado que las madres sobreprotectoras tienen mayor riesgo de desarrollar trastornos emocionales como la depresión.
Por otra parte, el Síndrome de Burnout se alimenta de la sensación de falta de control que experimentan muchas madres. A ellas les gustaría proteger a sus hijos pero a menudo se ven inmersas en situaciones que les recuerdan su impotencia. Esa sensación de incertidumbre e imprevisibilidad termina siendo muy desgastante desde el punto de vista emocional.

¿Cómo evitar este problema?

Prioriza las tareas del día. Aprende a jerarquizar las tareas y prioriza aquellas que sean realmente importantes. Si al final del día no has hecho todo lo que tenías programado en tu agenda, no te agobies. No es necesario que seas una súper mamá.
Reserva unas horas solo para ti. Con los niños, es difícil encontrar tiempo para ti, pero si no te lo propones, siempre terminarás relegándote a un segundo plano. Por tanto, asegúrate de reservar algunas horas para relajarte. Puedes dedicarlas a lo que más te apetezca, como ver una buena película, leer, cenar en pareja o darte un baño relajante.

Pide ayuda. No tiene nada de malo apoyarte en las personas más cercanas, como tu pareja, padres o amigos. De hecho, si repartes las tareas del hogar de manera más equitativa tendrás más tiempo para ti, estarás más relajada y la relación con tu familia mejorará. 
Asume un estilo de vida más sano. El estrés no solo es un problema emocional sino que también está determinado por tus hábitos de vida. Llevar una dieta sana, practicar actividad física y aprender técnicas de relajación te ayudará a evitar el estrés
Fuente: etapa infantil

Errores de madres primerizas

Nadie nace aprendiendo. ¡Menos nosotras las mamás! ¡Te presentamos los clásicos errores que cometen las madres primerizas!

Típicos errores de primerizas

Si eres mamá por primera vez, ¡ánimo! Te recomendamos que leas esta nota para que veas que no eres la única en este aprendizaje. Vas a ver cómo aprenderás a cuidarlo y a resolver cada situación día a día. Igual, puedes estar segura de que vas a cometer muchos errores. Lo más importante es no desesperar. En poquitos días, te convertirás en una mamá a prueba de todo; ya no vas a tener dudas ni del motivo del llanto de tu bebé.

Si ya eres una mamá experimentada, te invitamos a que leas esta nota y recuerdes esos momentos.

1. “Todo tiene que estar esterilizado hasta que el bebé cumpla un año” 
Es cierto que una buena higiene en los bebés es fundamental, sobre todo durante las primeras semanas de vida. Pero no hay que obsesionarse: el ser humano tiene un sistema inmunológico que le protege de la mayoría de los gérmenes de la naturaleza. Es la llamada "inmunidad natural". En el organismo existen barreras naturales como la mucosa y las secreciones del tubo digestivo y del aparato respiratorio. Gracias a ellas, los microorganismos que penetran en nuestro cuerpo la mayoría de las veces no producen infección. Es más, al entrar en contacto con ellos, el sistema inmunológico va desarrollándose creando anticuerpos. Este sistema no está plenamente desarrollado en el recién nacido, pero debemos tener en cuenta que aunque esterilicemos bien los mamaderas, tetinas, chupetes o mordillos, las manos de los bebés no son estériles y no podemos evitar que se las lleven a la boca.

Lo que hay que intentar es que sus objetos estén bien limpios como para que bebé entre en contacto con un número determinado de bacterias que le ayuden a desarrollar sus propias defensas, pero no las suficientes como para que le provoquen una infección. Los niños prematuros, son otra historia: con ellos hay que extremar la higiene, sobre todo las primeras semanas de vida.

2. “Mejor bien abrigado”
Los recién nacidos no regulan bien la temperatura corporal y tienden a enfriarse con facilidad. Pero ¡no por ello se los tiene que abrigar en exceso!: podrían sudar mucho y eso les perjudicaría. Además, se ha comprobado que aumenta el riesgo de asfixia y muerte súbita. Si la temperatura de la casa ronda los 24° el niño puede estar vestido con un body y un entero de algodón, que le cubra los pies. Podemos saber si tiene frío si su pechito esta más frío que de costumbre. En ese caso conviene abrigarle más. Si por el contrario vemos que está sudando por la parte del cuello y la cabeza, es que tiene calor, así que hay que sacarle algo de ropa. 

3. “No hacer ruido en la casa para que duerma más”
Para que nada perturbe su sueño, muchos padres mantienen la casa en absoluto silencio y oscuridad cuando el bebé duerme su siesta durante el día. Si mamá también aprovecha ese ratito para dormir y descansar, buenísimo. Pero si no, no es demasiado aconsejable hacerlo.

¿Por qué? Al cumplir el mes y medio de vida los patrones de sueño empiezan a relacionar los ciclos de luz-oscuridad y el bebé está más predispuesto a dormir más tiempo por la noche. Para que ese ciclo se consolide y consigamos que realice un verdadero y reparador sueño nocturno, el bebé debe percibir la luz del sol y habituarse a los ruidos cotidianos de la casa durante las siestas, para saber cuándo es de día. Cuando todo esté en silencio y más oscuro, es decir, por la noche, sabrá que es el momento de dormir durante mucho más tiempo.

Además, si hay un silencio absoluto cuando el bebé duerme, ocurrirá que cualquier ruido, por más mínimo que sea, le sobresaltará y le pondrá en alerta. Esto conduciría a que durante el sueño del bebé se tendrá que parar la actividad del resto de la familia. Esta situación no sólo no es bueno para el bebé sino que tampoco lo es para los padres, que ser verán obligados a modificar sus horarios "para que el niño duerma bien".

4. “Hay que raparlo para que crezca con más fuerza”
Un error muy común entre las primerizas es rapar a los niños que tienen muy poco pelo. Se cree que de esta forma les crecerá más rápido y fuerte. Sin embargo, los dermatólogos no recomiendan hacerlo, primero porque no es cierto que el pelo crezca más fuerte: el pelo en sí es una proteína que no tiene vida propia pero sí el folículo piloso que lo produce. Por eso, aunque se corte esa proteína, el folículo no se altera en lo más mínimo y el cabello que nazca seguirá siendo el mismo. En segundo lugar, porque si el bebé es muy pequeño es posible que, al desaparecer el pelo, le expongamos a que pierda calor corporal por la cabecita. Por esa razón, es mejor respetar su cabello, cuyo tipo, color y textura no será definitivo hasta pasado su primer cumpleaños, y vendrá determinado por su herencia genética.

5. No dejar que nadie lo toque o lo ponga a “upa”

Es la misma obsesión por no infectar al bebé que tienen las madres que esterilizan todas sus cosas. El miedo a que alguien enfermo lo contagie si lo toca o mira es muy común en todas las madres, sean o no primerizas. Sin embargo, es de sentido común saber que si alguien está enfermo, no debemos llevar cerca de esa persona al pequeño para evitar contagios. Si esa persona es sensata no tiene por qué ofenderse. De la misma manera, tampoco es adecuado (ni educado) montar una escena al impedir que nadie se acerque al niño, ni siquiera a mirarlo y, mucho menos, a tocarlo. Esto tendría sentido si lo hace alguien que no conocemos, pero en personas cercanas a la familia sería toda una descortesía. Un consejito es tener siempre a la mano alcohol en gel para los que llegan de la calle.

6. Cambiarle de pecho antes de que termine
La leche del final es la que más alimenta y sacia porque tiene más grasa que la del principio. Una vez que el bebé ha terminado (se sabe porque el pecho que acaba de soltar está completamente blando) se le pasa al otro pecho. Si el bebé es chiquito, es posible que se sacie enseguida. En ese caso, hay que iniciar la siguiente toma por el pecho que no tomó o que tomó en segundo lugar. Para establecer una lactancia adecuada debe mamar y vaciar ambos pechos.


7. Hacer caso sólo a la abuela o consejos de terceras personas (y pasar por alto los comentarios del pediatra)
Los tiempos cambian y lo que hace 30 años era ideal para los bebés, hoy ya no se recomienda. Aunque a veces echemos mano de la experiencia y sabiduría de nuestra madre, el pediatra es la persona que más conocimientos tiene sobre lo que es adecuado o no para nuestro hijo. En principio, no deberíamos dudar de sus recomendaciones, ni sustituirlas por otras.

8. Hacerse la fuerte o “ supermamá”

El cuidado de nuestro hijo requiere un enorme esfuerzo físico, mental y emocional. Es normal que existan bajones en los que la madre cree que no puede con todo. Tirar para adelante aún cuando no estamos bien por miedo a que piensen que no somos buenas madres no es bueno ni para la madre ni para el bebé. Admitir nuestras limitaciones, reconocer que estamos cansadas, que el cuidado del bebé nos agobia y nos angustia por la inexperiencia, y sobre todo, ser capaces de pedir ayuda cuando una situación nos desborda, ayuda a superar la situación y no nos hace más débiles. Al contrario, demuestra que somos humanas y sobre todo, muy sensatas.

sábado, 27 de enero de 2018

El juego del silencio de María Montessori

El juego del silencio de María Montessori, otro de los métodos de aprendizaje de esta popular educadora enseña a los niños y niñas que deben permanecer en determinados momentos quietos y en silencio.

Este juego se puede llevar a cabo desde los 2 años en adelante, aunque no es recomendable, que este juego se realice en niños pequeños utilizando más de 5 o 7 minutos seguidos.
¿Cómo se juega al juego del silencio?

Vamos a tratar de explicar brévemente cómo se utiliza este juego: Los niños se deben colocar en un círculo. A continuación, el/la docente debe decir: ¿Quiénes pueden permanecer sentados, quietos y sin hacer ruido durante más tiempo? Deben simular que son una planta.

Variantes

El juego presenta muchas variantes. Por ejemplo, se puede utilizar una vela y, mientras ésta se encuentre encendida, los niños deberán permanecer en silencio y quietos. También se puede usar un reloj de arena. (está versión se puede realizar en casa fácilmente)
También el/la docente puede sugerir que, durante los minutos en que los niños deben estar en silencio, ellos “deban pensar en algo específico”. Por ejemplo, se puede incentivar a los niños a pensar en “forma de demostrar la amistad en el aula”, por solo poner un ejemplo, pero el objetivo puede variar en función a las necesidades del aula, aunque es recomendable establecer temas para fomentar las habilidades sociales.

Una vez que el juego termina…

Los niños deberán, uno por uno, expresar cómo se sienten. Esto lo pueden hacer en forma verbal o bien en forma escrita. Si se les ha dado una función específica (pensar en algo puntual) pueden exponerlo o bien escribirlo.
Objetivo del juego del silencio

Con este juego se estimula la capacidad de concentración y de atención en los niños promoviendo, además, la paz mental.

9 beneficios del juego del silencio M. Montessori

Eleva el rendimiento intelectual al aquietar la mente.
Ayuda a los niños a descender los niveles de ansiedad y de estrés.

Permite enfocar la mente en un solo tema (en los casos en los que, durante el juego, la docente indique que deben pensar en algo específico).

Es de mucha utilidad para hallar soluciones posibles a conflictos entre los niños.

Promueve la inteligencia creativa.

Ejercita la paciencia.

Enseña a los niños a ser más tolerantes, así como también respetuosos.

Estimula el sentido auditivo.

Promueve el autocontrol.
Aunque se llame “el juego de M. Montessori” en realidad es una técnica que debe practicarse todos los días al menos un rato en el aula.

Recomendaciones hacer que el juego del silencio sea eficiente

Este juego se puede realizar de forma conjunta o bien para un solo niño. (por esto lo podemos realizar en casa)

Es recomendable que los niños permanezcan en todo momento con los ojos abiertos. Si necesitan un estímulo visual, puedes colocar una vela frente a cada niño. Ellos deberán concentrarse y mirar la vela mientras ésta permanezca encendida o hasta que la docente lo indique.

No obligues al niño a jugar. Recuerda que se trata de un juego para pensar y relajarse.

Si el ambiente se encuentra con mucho ruido y es necesario que un niño en particular juegue el juego del silencio, invita al niño a una habitación o cuarto donde esté más tranquilo. Puedes propiciar luces o incluso música tranquilizadora.

Cuentos breves con valores: El valor de la Amistad

Cuentos breves con valores para enseñar a los niños y niñas el valor de la amistad. También podrás encontrar preguntas sobre el texto leído para realizar ejercicios de comprensión lectora.

Cuentos breves con valores: Una amistad de verano
Marcos y Diana son dos niños de unos 10 años que viven en ciudades diferentes y distantes,  sus padres han decidido que vaya a un campamento para que haga nuevos amigos, aunque el niño no parece muy convencido con esa idea.

Por otro lado, Diana es una niña extrovertida que siempre está dispuesta a vivir nuevas aventuras. Este año ha sido ella quien ha convencido a sus padres para que la lleven a un campamento nuevo que han abierto en las afueras de la ciudad. Sus amigos le han hablado de todas las actividades que tienen y que, al menos en un par de ocasiones, les llevaran a la playa a pasar el día, algo que a ella le encanta.

Tirolinas, paseos en barca, juegos e historias al calor de una hoguera le esperan y Diana está impaciente por probarlo todo.

Llega el día en que los niños emprenden su viaje al campamento y a su llegada, ambos se encuentran a la bajada del autobús. Se despiden de sus padres hasta dentro de quince días, que son los que dura su estancia allí y Diana no puede dejar de ver que el niño con el que se acaba de encontrar no está muy alegre por haber llegado.

Una vez que se van los padres, la niña decide ir a hablar con él e intentar ayudarle a hacer su estancia más agradable.

-Hola, soy Diana. ¿Por qué estas tan triste?- le pregunta con curiosidad. – ¿No te gustan los campamentos?

– No lo sé, es la primera vez que vengo a uno y no conozco a nadie. – contesta Marcos tímidamente.

– Pero… tendrás un nombre, ¿no? – le pregunta con una sonrisa.

– Si, perdona. Mi nombre es Marcos y ya empiezo a echar de menos a mis padres. ¿Tú no?

– Claro que sí, pero también quiero divertirme y hacer nuevos amigos.- le contesta la niña muy segura – dale una oportunidad y verás cómo te acaba gustando.

Marcos acaba haciéndole caso a Diana y, poco a poco, empieza a relacionarse con otros niños del campamento, al mismo tiempo que su amistad con Diana se va haciendo más fuerte.

Marcos admira lo extrovertida que es su nueva amiga, que en cuestión de horas ya se ha hecho su grupo de nuevas amigas, algo que a él le ha costado algún día más.

A pesar de que por las noches duermen en cabañas separadas, siempre encuentran un ratito para jugar juntos o sentarse el uno al lado del otro en las noches que cuentan historias junto al fuego.

Incluso en las visitas que hacen a la playa, aprovechan para jugar juntos en la arena, haciendo castillos o enterrándose las piernas para ver quien consigue sacarlas antes.

Los días pasan volando y, casi sin darse cuenta, llega el día en que ambos amigos tienen que volver a casa. Poco queda del niño tímido que llegó sin ganas al campamento y ahora Marcos disfruta de todo cuanto le proponen los monitores.

Gracias a su amiga Diana, ha aprendido a disfrutar de las cosas nuevas que puede encontrar en un lugar lejos de casa. Pero la despedida se acerca y hay muchos kilómetros que les separan.

-¿Cómo haremos para vernos de nuevo?- pregunta Marcos con tristeza.

– Aunque vivamos lejos, podemos escribirnos. – le contesta Diana intentando disimular que ella también está un poco apenada. – Además, también podemos hablarnos por teléfono

– Si, pero… no podremos jugar juntos. – insiste Marcos.

– Podemos hablar con nuestros padres y que nos traigan aquí todos los años.

– ¡Eso sería una gran idea! – exclama Marcos con una gran sonrisa.

– Y en vacaciones, podemos convencerles para pasar, al menos una semana juntos. Un año en tu casa y otro en la mia. – sigue Diana entusiasmada.

Mucho más alegres con todo lo que se les ha ocurrido para proseguir su amistad en la distancia, los dos amigos se disponen a recoger su pequeño equipaje y a recibir a sus padres que están a punto de llegar.

En el momento en que se encuentran, Marcos corre hacia sus padres y mirando atrás, le guiña un ojo a Diana que le está contando a los suyos los planes que han trazado los dos amigos para verse de nuevo.

– ¡Mama, papá! Quiero volver aquí otra vez. – les dice Marcos abrazándoles.

– ¿Y ese cambio de opinión? – Le pregunta su padre sorprendido.

– Tengo una nueva amiga, se llama Diana y me ha enseñado un montón de cosas. – les explica el niño entusiasmado.

Marcos les cuenta todo lo que han hecho en el campamento, lo triste que estaba al principio, todo lo que les ha echado de menos y como cambió todo al conocer a su nueva amiga, mientras que Diana y sus padres se acercan al lugar donde se encuentra Marcos con sus padres.

Los padres de ambos se presentan y descubren con sorpresa que ellos mismos, cuando eran niños se habían conocido en las mismas circunstancias que sus hijos y que los años y la distancia les había separado… hasta ahora.

En ese momento, los que quedan totalmente sorprendidos son Marcos y Diana que no entienden como, desde el instante en que se han visto, se podían alegrar tanto y ver como se abrazan como si se conocieran toda la vida, hasta que los padres de ambos le explican la situación y les prometen que a ellos no les pasará lo mismo y que harán todo lo posible porque los niños sigan siendo amigos, aunque uno viva en una ciudad lejos del otro.

Los dos niños, felices por la promesa de sus padres, se abrazan y juran que pase el tiempo que pase y de la forma que sea, seguirán siempre en contacto.

Ni ellos, ni sus padres quieren que su amistad sea solo una amistad de verano.

FÍN

Cuentos breves con valores: Preguntas de comprensión lectora

¿Cómo se llaman los dos amigos? 

¿Cómo se conocen? 

Los nuevos amigos hacen muchas cosas juntos. ¿Qué te gusta hacer en verano con los amigos? 

¿Qué promesa hacen antes de volver con sus padres? 

Haz un resumen y explica que es lo que más te ha gustado. 

Escuchar a un hijo es mostrarle respeto

Escuchar a un hijo con respeto es el ejercicio de humildad más grande que puedes emprender como madre o padre. Para hacerlo, es necesario que cambiemos nuestros paradigmas de crianza y nuestro concepto de infancia, pues es imprescindible ver y concebir a tu bebé, tenga la edad que tenga, como un ser humano con ideas y pensamientos propios.

Nuestro comportamiento, como adultos, a veces es profundamente contradictorio y a menudo ni siquiera nos damos cuenta. Cuando nuestro hijo empieza a hablar nos derretimos. Celebramos cada balbuceo y cada palabra pronunciada: Mamá, papá, bebé, agua… Y luego, pasados los meses nos descubrimos pidiéndoles que hagan silencio y queriendo imponer nuestras ideas sobre las de ellos, con el argumento de que nosotros, que somos sus papás, tenemos la razón porque hemos vivido más.
Este argumento de la experiencia es un vestigio del modelo con el que nos criaron, y aunque ciertamente nuestros padres no han hecho más que protegernos durante toda la vida, hoy sabemos que el argumento de la experiencia no es válido para todas las circunstancias y además que hay maneras más respetuosas de comunicarnos con los niños.

Ciertamente, casi todos tenemos claro que podemos escuchar a un hijo con respeto pero nos preguntamos ¿cómo lograrlo? Bueno, podemos comenzar simplemente aplicando las normas del buen hablante y del buen oyente, pero de verdad. Debemos tratar a nuestro hijo con el respeto y la solemnidad que merece cualquier persona, es más con la solemnidad que merece una investidura como la del presidente de la República, por ejemplo, o la de cualquier autoridad que respetemos. Sí, a veces nos cuesta, pero respetándolos es como fomentamos que ellos nos respeten.
Mostrarle respeto a tu hijo lo hará más cercano a ti
Entre las normas del buen hablante y del buen oyente hay pautas claras como mirar atentamente quien nos habla, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, no interrumpirle y escuchar a la persona que está hablando

Todas estas normas nos parecen sencillas cuando las leemos, pero muchas veces nos cuesta ponerlas en práctica hasta con las personas que más amamos en el mundo como nuestros padres y nuestros hijos.
Sin embargo, este ejercicio de humildad que supone escuchar a la otra persona de verdad con los oídos, el corazón y la mente atentos y libres de prejuicios nos ayudará fomentar el respeto hacia los miembros de nuestra familia.

Por eso, cuando vayas a hablar con tu hijo o él esté hablando contigo trata de ponerte al mismo nivel de altura que él, agachándote o colocándolo sobre una silla o tope alto, pues este ejercicio te ayudará a mirarlo a los ojos para escucharlo de manera activa.

Escucha a tu hijo de manera activa, préstale la máxima atención posible y sobre todo haz el ejercicio de escuchar, lo cual supone algo más que oír. “Oír es simplemente percibir sonidos, pero escuchar es entender y comprender aquello que oímos. Esto implica intentar comprender lo que la persona que nos habla quiere transmitirnos, sus sentimientos, emociones y pensamientos”, explica la psicóloga infantil Ana León Alonso en un artículo titulado La importancia de escuchar al niño y cómo hacerlo.
Es fundamental que intentemos ponernos en el lugar de nuestro hijo cuando nos éste hablando, es la única manera en la que podremos comprender sus emociones. Escucharlos y comprenderlos no significa que debamos de estar de acuerdo en todo lo que nos dice, sino que ejercita nuestra capacidad de respetar sus sentimientos. Cuando tú bebé se siente escuchado, aprende a confiar en ti y acudirá a ti cuando tenga algún problema y va a sentir miedo de encontrar solamente regaños sobre sus conductas negativas.

Cuando un niño se siente escuchado no tiene miedo a expresarse

Otro de los privilegios que te ofrece el sano ejercicio de escuchar a tu hijo, sea cual sea su idea, es que con el tiempo no sentirá miedo a hablar, a expresar sus ideas o sentimientos ni a pedir lo que necesita.
Este ambiente en el que el niño se siente escuchado se construye todos los días. En un artículo titulado La importancia de escuchar al niño y cómo hacerlo, la psicóloga infantil Ana León Alonso, recomienda recordarle a tu hijo diariamente que estás ahí para escucharlo y para ayudarlo siempre que lo necesite.

Casi todos los padres pensamos que hacemos esto o que nuestros niños tienen claro que pueden contar con nosotros.

Pensar así nos puede hacer creer que no es necesario que se lo digamos todos los días, no obstante dice la psicóloga que no es bueno dejar nada por sobre entendido y que es de suma importancia recordarle a tu bebé que siempre estás ahí para él.
Puedes recordárselo con estas frases: Siempre que lo necesites, sabes que mamá y papá estarán dispuestos a escucharte. Puedes contarme todo aquello que quieras o te preocupe. También es muy importante darle la libertad al niño para acercarse a nosotros siempre que quiera.

Lo segundo que recomienda la psicóloga es tener en cuenta si deseas fomentar con tu hijo un ambiente de buena comunicación debes de pensar que para ello es imprescindible encontrar el momento adecuado para hacerlo.
Lo ideal es reservar todos los días un rato para conversar de manera individual con tu hijo, aunque solamente sean 5 minutos antes de irse a dormir. Durante ese momento tu hijo debe sentir que vas a poder prestarle la atención adecuada, recuérdele que tienen ese rato para hablar y lo más importante, no olvides decírselo y acudir a tu cita diría con él.

Padres exigentes: problemas y consecuencias

Está bien que los padres supervisen  y guíen a sus hijos en sus tareas y responsabilidades. Sin embargo, demasiadas exigencias traerán más problemas que beneficios.

Aunque educar a los hijos no es tarea nada fácil, ser padres exigentes no siempre es la mejor solución. Si bien es cierto que algunos padres son criticados por su debilidad, lo que sucede es que muchos pecan por defecto y otros lo hacen por exceso, y les exigen a sus hijos que sean obedientes, educados, inteligentes, o sea, casi perfectos.
Tenemos infinidad de casos en los que se demuestra cómo son los padres exigentes. Por ejemplo, si el niño saca un ocho en un examen, de manera inmediata es reprimido para que la próxima vez saque un nueve. Si llega a sacar un nueve, entonces se le exige un diez.

¿Por qué sucede esto?

La principal causa de que esto suceda es que los padres o madres, cuando son demasiado estrictos, aplican un sistema educativo autoritario. Los padres exigentes se muestran intransigentes y llegan al extremo de controlar todo aquello en lo que sus hijos intervengan, de tal manera que logren llegar a sus objetivos.

Posible solución

Contrariamente, cuando los padres son más democráticos y comprensivos con sus hijos, las exigencias acordadas se verán compensadas por ellos. Todo se debe a que no caen en los excesos de las demandas. Además, cuando se presiona tanto a los hijos recordándoles siempre lo que tienen que hacer se puede generar una cierta dependencia.

Muchas veces la frustración es difícil de sobrellevar.

Con esto, lo que van a lograr es que sean adultos con un bajo o nulo criterio y poco autónomos. No aprenderán a tomar decisiones, cuestión que los afectará notablemente en su desenvolvimiento cotidiano. Al tener tantas exigencias y no cumplirlas, formarán una inseguridad total y visible.
“Los padres exigentes se muestran intransigentes y llegan al extremo de controlar todo aquello en lo que sus hijos intervengan”

Consecuencias de tener padres exigentes

Los hijos cuyos padres son exigentes pueden ser:

Perfeccionistas: dependerá del carácter de los padres y de la personalidad y capacidad del niño. Si él se propone alcanzar las metas planteadas por estos y las logra a través de un rendimiento óptimo, es probable que termine teniendo una personalidad parecida a sus padres. Es decir, exigente y en algunos casos perfeccionista, aspirando siempre al más alto grado de rendimiento.
Inseguros: si los objetivos son demasiado altos y no logra alcanzarlos, el niño se sentirá frustrado, se revelará y, en consecuencia, se bloqueará. Todo esto se traducirá en inseguridad, dependencia, baja autoestima y predisposición a la ansiedad cuando sea adulto.

Algunos de los peligros que se relatan en ciertas consultas de especialista son manifestaciones de niños que aseguran que sus padres los quieren de acuerdo a su rendimiento en todo aquello donde se desempeñan. De este modo, se logra que crezcan con baja autoestima, ansiedad y depresión.
¿Qué dicen los especialistas?

Los especialistas aseveran que esto es algo que se observa frecuentemente en los padres, especialmente en lo que respecta al sistema educativo. 

Actualmente, la mayoría de los padres quieren que sus hijos estén bien formados, sean competitivos y obtengan notas destacadas en sus estudios. Esto, como ya hemos dicho, son exigencias de parte de los padres sin saber si sus hijos tienen o no la capacidad de poder alcanzar las metas planteadas. Incluso hay casos en los que se exige sin saber qué es lo que los hijos desean en su vida.

Ahora bien, hay especialistas que aseguran que no solo hay padres exigentes sobre la situación académica de sus hijos, también les piden que sean ordenados en las tareas de la casa, responsables en sus compromisos familiares, que destaquen en el deporte que practiquen, etc.

Recomendaciones para llevar una relación de padre- hijo pacífica

El exceso de exigencias crea en el niño traumas y estrés. Cuando llegan al Bachillerato o la Educación Secundaria, todos sus compromisos pueden romperse y, por ende, sus notas descender. Asimismo, podrían dejar de estudiar porque  están hartos y excesivamente presionados.

Por otra parte, también se puede dar el caso de que si el niño crece con exigencias excesivas y sin que se tome en cuenta lo que él desea hacer, inhiba sus sentimientos.

Algunos consejos para evitar ser padres exigentes:

Dedicar el tiempo necesario a tus hijos y hablar con ellos acerca de su día a día.

Conocer qué es lo que les gusta, cuál es su hobby o deporte favorito.

Entusiasmarlo y animarlo las veces que sea necesario.

Si no tienen un objetivo, ayudarlos guiándoles a que deseen uno.

Brindarles afecto.

Felicitarlo ante cada objetivo logrado y decirle que para la próxima vez podrá hacerlo mejor si él se lo propone.

A la larga comprobarás que la exigencia no es el mejor método para obtener los resultados esperados. A veces el cariño y la paciencia son las mejores técnicas de enseñanza para los hijos