viernes, 5 de enero de 2018

Cuando nuestro entorno no comparte nuestra crianza



La mayoría de nosotros, antes o después, en mayor o menor grado, se ha sentido como un pececillo navegando contra corriente cuando se embarcaba en esto de la crianza respetuosa, fuera la rama que fuera. Ya sea por no pegar y no castigar, por ser consciente del lenguaje que usamos en torno a los niños... Sea por lo que sea, en algún momento nos han hecho saber, como mínimo, que éramos unos raros (y alguno, seguro, nos ha hecho saber lo mal que lo estábamos haciendo).


Es fácil decir que no nos debe importar la opinión que tengan los demás de nuestra crianza, y efectivamente no me importa en absoluto la opinión que tengan mis vecinos, o el dependiente de la panadería, o la cajera del super, o incluso la pediatra o la enfermera de pediatría. Todos ellos son gente que tienen poca o ninguna influencia real en nuestro día a día, así que pueden opinar lo que quiera que no me va a afectar. Pero, ¿qué pasa cuando los que opinan, o simplemente los que hacen las cosas distintas, son personas cercanas con verdadera influencia sobre nuestro día a día? ¿Qué pasa cuando es el otro progenitor? ¿Qué pasa cuando es un abuelo o abuela que se encarga además de cuidar al niño mientras nosotros trabajamos? ¿Cómo navegamos el hecho de que no podemos tener a nuestros hijos en una burbuja en la que nosotros seamos su única influencia?
Es difícil, y frustrante, sentir que te pasas horas estudiando cómo hacer las cosas "bien" para que luego venga otra persona y haga justo lo contrario, y cuesta la misma vida encontrar un equilibrio entre no dejar que "estropeen tu trabajo" y no herir los sentimientos de los demás con nuestras críticas constantes. Yo aún no estoy segura de haber encontrado ese término medio maravilloso, pero sí que he ido aprendiendo por el camino qué cosas funcionan mejor, y qué cosas funcionan peor según con quién las usemos. Hoy voy a compartir ese conocimiento con ustedes.

Cuando tienen una influencia limitada:
Con las personas que nos importan y a quien no queremos herir, a las que vemos con poca frecuencia, la mejor actitud es la de permitir que desarrollen su propia relación. En general, no vamos a poder controlar al 100% el entorno de nuestro hijo y la influencia que este entorno tiene en él, así que cuanto antes nos convenzamos de ello, mejor. Que nuestro hijo experimente en su vida formas distintas de ser y de relacionarse no tiene por qué ser necesariamente malo.

Los niños aprenden pronto a distinguir distintos tipos de persona, y a comportarse de forma distinta según con quién estén. Forma parte de su capacidad de adaptación y es algo bueno. Teniendo en cuenta que nosotros como sus padres vamos a ser siempre las mayores influencias (al menos en la primera infancia), podemos dejar que los demás actúen como quieran con la tranquilidad de que nuestra forma de actuar será siempre la que mayor influencia tendrá, incluso aunque a veces veamos que adquieren comportamientos de otras personas, nuestra forma de reaccionar a eso seguirá siendo lo que mayor influencia tenga.
Cuando van siendo más mayores, van dejando claro también qué formas de actuar les gusta y cuáles no, y tal vez veas  cómo tú pequeñín se distancia de alguien porque su forma de actuar es la opuesta a la forma de actuar a la que el peque está acostumbrado. Según cómo sea la persona y cómo se   adapte a  otras formas de hacer las cosas, puedes intentar intervenir para reconducir la situación o dejar que esta siga su curso. 

Cuando tienen una influencia mayor:
Con personas a las que nuestros hijos ven a diario, especialmente si no estamos nosotros delante, la situación es otra. El caso más típico es el de los abuelos que se encargan de cuidar a los niños mientras sus padres trabajan. En este caso sigue siendo válido el principio de "deja que desarrollen su propia relación" pero aquí merecería la pena intentar al menos marcar unos mínimos o intentar que entiendan nuestra forma de hacer las cosas. Yo en este caso establecería unos mínimos de seguridad y respeto, como son el no pegar, no gritar o humillar, no amenazar, no insultar.

Estos serían mínimos básicos que si no se cumplieran sería motivo justificado para buscar otra solución para el cuidado de mi hijo. Para otro tipo de cosas intentaría tener algunas conversaciones en general, y en plan conversación indirecta, sobre cosas que hubiera leído de crianza y que me hubieran gustado, en plan:
"Ayer leí un artículo interesantísimo que decía que..." Aunque lo evitaría si se va a convertir en una discusión porque lo entendiera como una crítica. En general entiendo que si estoy dejando a mi hijo al cuidado de esta persona será porque confío mínimamente en ella, así que no tengo más remedio que actuar de acuerdo a esa confianza. Informar está bien, compartir conocimiento está bien, servir de modelo de cómo me gustan hacer las cosas está bien, incluso dar algunas instrucciones, especialmente sobre comidas y horarios, está bien. Pero evitaría caer en la crítica abierta o en discusiones. Y en los casos en los que la crítica parte de la otra persona, me limitaría a decir, con firmeza pero amabilidad: "Yo he decidido hacerlo así."

Cuando es el otro progenitor:
Cuando el que tiene una crianza distinta es el padre o la madre con quien compartimos la crianza, esto tiene una repercusión mayor sobre la crianza del niño y también sobre la convivencia en el núcleo familiar. Remar en la misma dirección es muy importante cuando se trata de la crianza de los hijos en común, así que si tengo que elegir un lugar donde centrar mis esfuerzos, sería este.

En un mundo ideal, decisiones como la forma de crianza se habrían tomado antes de tener hijos, si me apuras incluso antes de formalizar una relación. Pero este no es un mundo ideal, y no siempre se tiene tanta previsión a la hora de tener hijos, así que vamos a ver qué consejos podemos dar para este mundo nada ideal:

1) No le critiques abiertamente. Especialmente no delante de los niños.

 Si le criticas en el momento en el que ha hecho algo, se va a sentir atacado, y se va a poner a la defensiva. Vas a conseguir lo contrario de lo que quieres, se va a cerrar en banda, te va a atacar a ti, y no vas a tener ninguna posibilidad de tener una conversación productiva sobre el tema. Si ves en el momento que hace algo que tú no harías, muérdete la lengua. Dejo claro que me refiero a cosas que no son constitutiva de abuso de ningún tipo, cosas que responden simplemente a formas distinta de crianza, especialmente si son cosas bienintencionadas.

Corregir cosas como: "no dirijas el juego, que no estás dejando que sea él quien lo haga", "para ya con el muy bien, que ya sabes que es malo para la motivación intrínseca", "deja de darle el ipad cada vez que se pone a llorar". Todas son cosas que preferiblemente no se hacen, algunas me parecen importantes de evitar, pero decírselo en el momento NO SIRVE DE NADA.

2) Habla de crianza. Mucho.

Como decía, lo ideal sería hablar antes de tener niños, pero tal vez entonces habrás estado de acuerdo. No serías la primera ni la última en cambiar su forma de ver la crianza una vez que tiene a su bebé entre sus brazos. Estoy segura de haber dicho alguna vez algo sobre la relevancia del "cachete a tiempo" antes de convertirme en mami. El caso es que nuestra visión sobre la crianza puede fluir según vamos aprendiendo más y más, y según nos vamos enfrentando a las diferentes etapas de nuestros hijos, así que la crianza debería ser un tema de conversación recurrente. Al igual que les decía antes, puedes partir de cosas que hayas leído y que les hayan gustado,o una situación de la que hayan sido testigos y compartir cómo la habrías manejado. Utiliza estas conversaciones como forma de compartir la teoría de todo lo que vas aprendiendo, pero siempre desde un tono positivo y constructivo, escuchando activamente lo que cada uno tiene que decir.

3) Comparte material.

En la era de las redes sociales, es sencillísimo compartir artículos, vídeos, posts, memes, lo que sea que creas que puede funcionar para transmitirle el mensaje que quieres transmitirle. Pero ten en cuenta que si de verdad no está de acuerdo contigo, lo más probable es que contraataque de la misma manera compartiendo material que apoye su forma de hacer las cosas. De ahí la importancia de las conversaciones.

4) Modela lo que te gustaría que hiciera.

La mejor manera de aprender cómo se hace algo es viendo a alguien hacerlo (y haciéndolo tú después, claro). Si ve cómo manejas las distintas situaciones, cómo mantienes la calma, cómo estableces límites con confianza, cómo proteges el vínculo con los pequeños...

Cómo manejar estas diferencias con los niños

Los niños son los que van a experimentar en sus propias carnes estas diferencias, así que merece la pena pensar en cómo vamos a enfocar estas situaciones con ellos. En general, si estamos delante, me gusta ejercer de "traductora" cuando veo que alguien hace algo de una forma distinta a cómo mi hijo está acostumbrado y esto está produciendo malos entendidos. Por ejemplo, "la abuela quiere jugar contigo" cuando lo que está haciendo es hacerle rabiar (porque es su forma extraña de intentar buscar conexión con el pequeño), o "creo que el peque te está diciendo que no le gusta ese juego". También a veces saco el tema en privado con el niño para ayudarle a procesar algo que haya podido suceder, y le ayudo a decidir maneras de responder si vuelve a pasar, maneras de expresar cuando algo no le gusta de manera que sea más comprensible por alguien poco sensible a los sentimientos de los niños. "Si alguien hace algo que no te gusta puedes decírselo, puedes decir "Para. Eso no me gusta" En general, es primordial no reaccionar de forma exagerada si alguna vez nos cuentan algo que nos parece muy grave.

Por ejemplo, imagina que te cuentan que la abuela le ha pegado (esto es hipotético, ahora no estoy hablando de mí) o que la maestra le ha castigado. Si tenemos delante de ellos una reacción muy exagerada, lo más probable es que se asusten y que la próxima vez que pase algo se callen por que no quieran preocuparnos. Delante de ellos debemos actuar con interés medido, con un "Hmmm" y un "¿y tú cómo te sentiste?", algo que mantenga el canal abierto y que transmita la idea de que nos pueden contar cualquier cosa que pase que no nos vamos a asustar. Las medidas que debamos tomar, las tomaremos con los adultos en cuestión.

Espero que estas pautas les sirvan de ayuda. Y tener  presente que esto es un camino para todos, nadie va a aprender todo de golpe ni va a dar un giro de 180º de un día para otro. Todos necesitamos tiempo, paciencia y mucho refuerzo positivo. Piensa en cómo te gustaría a ti que te corrigieran, o que te pidieran que hicieras las cosas de otra manera, piensa en cómo te sentirías si alguien te dice que tu forma de hacer las cosas, de las que estás profundamente convencido, son incorrectas. Distingue qué comportamientos pueden ser verdaderamente dañinos y cuáles no merece la pena ni mencionar. Busca dentro de ti la empatía y la capacidad de ponerte en el lugar del otro, y actúa desde ese punto de partida. 

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