lunes, 29 de enero de 2018

Errores de madres primerizas

Nadie nace aprendiendo. ¡Menos nosotras las mamás! ¡Te presentamos los clásicos errores que cometen las madres primerizas!

Típicos errores de primerizas

Si eres mamá por primera vez, ¡ánimo! Te recomendamos que leas esta nota para que veas que no eres la única en este aprendizaje. Vas a ver cómo aprenderás a cuidarlo y a resolver cada situación día a día. Igual, puedes estar segura de que vas a cometer muchos errores. Lo más importante es no desesperar. En poquitos días, te convertirás en una mamá a prueba de todo; ya no vas a tener dudas ni del motivo del llanto de tu bebé.

Si ya eres una mamá experimentada, te invitamos a que leas esta nota y recuerdes esos momentos.

1. “Todo tiene que estar esterilizado hasta que el bebé cumpla un año” 
Es cierto que una buena higiene en los bebés es fundamental, sobre todo durante las primeras semanas de vida. Pero no hay que obsesionarse: el ser humano tiene un sistema inmunológico que le protege de la mayoría de los gérmenes de la naturaleza. Es la llamada "inmunidad natural". En el organismo existen barreras naturales como la mucosa y las secreciones del tubo digestivo y del aparato respiratorio. Gracias a ellas, los microorganismos que penetran en nuestro cuerpo la mayoría de las veces no producen infección. Es más, al entrar en contacto con ellos, el sistema inmunológico va desarrollándose creando anticuerpos. Este sistema no está plenamente desarrollado en el recién nacido, pero debemos tener en cuenta que aunque esterilicemos bien los mamaderas, tetinas, chupetes o mordillos, las manos de los bebés no son estériles y no podemos evitar que se las lleven a la boca.

Lo que hay que intentar es que sus objetos estén bien limpios como para que bebé entre en contacto con un número determinado de bacterias que le ayuden a desarrollar sus propias defensas, pero no las suficientes como para que le provoquen una infección. Los niños prematuros, son otra historia: con ellos hay que extremar la higiene, sobre todo las primeras semanas de vida.

2. “Mejor bien abrigado”
Los recién nacidos no regulan bien la temperatura corporal y tienden a enfriarse con facilidad. Pero ¡no por ello se los tiene que abrigar en exceso!: podrían sudar mucho y eso les perjudicaría. Además, se ha comprobado que aumenta el riesgo de asfixia y muerte súbita. Si la temperatura de la casa ronda los 24° el niño puede estar vestido con un body y un entero de algodón, que le cubra los pies. Podemos saber si tiene frío si su pechito esta más frío que de costumbre. En ese caso conviene abrigarle más. Si por el contrario vemos que está sudando por la parte del cuello y la cabeza, es que tiene calor, así que hay que sacarle algo de ropa. 

3. “No hacer ruido en la casa para que duerma más”
Para que nada perturbe su sueño, muchos padres mantienen la casa en absoluto silencio y oscuridad cuando el bebé duerme su siesta durante el día. Si mamá también aprovecha ese ratito para dormir y descansar, buenísimo. Pero si no, no es demasiado aconsejable hacerlo.

¿Por qué? Al cumplir el mes y medio de vida los patrones de sueño empiezan a relacionar los ciclos de luz-oscuridad y el bebé está más predispuesto a dormir más tiempo por la noche. Para que ese ciclo se consolide y consigamos que realice un verdadero y reparador sueño nocturno, el bebé debe percibir la luz del sol y habituarse a los ruidos cotidianos de la casa durante las siestas, para saber cuándo es de día. Cuando todo esté en silencio y más oscuro, es decir, por la noche, sabrá que es el momento de dormir durante mucho más tiempo.

Además, si hay un silencio absoluto cuando el bebé duerme, ocurrirá que cualquier ruido, por más mínimo que sea, le sobresaltará y le pondrá en alerta. Esto conduciría a que durante el sueño del bebé se tendrá que parar la actividad del resto de la familia. Esta situación no sólo no es bueno para el bebé sino que tampoco lo es para los padres, que ser verán obligados a modificar sus horarios "para que el niño duerma bien".

4. “Hay que raparlo para que crezca con más fuerza”
Un error muy común entre las primerizas es rapar a los niños que tienen muy poco pelo. Se cree que de esta forma les crecerá más rápido y fuerte. Sin embargo, los dermatólogos no recomiendan hacerlo, primero porque no es cierto que el pelo crezca más fuerte: el pelo en sí es una proteína que no tiene vida propia pero sí el folículo piloso que lo produce. Por eso, aunque se corte esa proteína, el folículo no se altera en lo más mínimo y el cabello que nazca seguirá siendo el mismo. En segundo lugar, porque si el bebé es muy pequeño es posible que, al desaparecer el pelo, le expongamos a que pierda calor corporal por la cabecita. Por esa razón, es mejor respetar su cabello, cuyo tipo, color y textura no será definitivo hasta pasado su primer cumpleaños, y vendrá determinado por su herencia genética.

5. No dejar que nadie lo toque o lo ponga a “upa”

Es la misma obsesión por no infectar al bebé que tienen las madres que esterilizan todas sus cosas. El miedo a que alguien enfermo lo contagie si lo toca o mira es muy común en todas las madres, sean o no primerizas. Sin embargo, es de sentido común saber que si alguien está enfermo, no debemos llevar cerca de esa persona al pequeño para evitar contagios. Si esa persona es sensata no tiene por qué ofenderse. De la misma manera, tampoco es adecuado (ni educado) montar una escena al impedir que nadie se acerque al niño, ni siquiera a mirarlo y, mucho menos, a tocarlo. Esto tendría sentido si lo hace alguien que no conocemos, pero en personas cercanas a la familia sería toda una descortesía. Un consejito es tener siempre a la mano alcohol en gel para los que llegan de la calle.

6. Cambiarle de pecho antes de que termine
La leche del final es la que más alimenta y sacia porque tiene más grasa que la del principio. Una vez que el bebé ha terminado (se sabe porque el pecho que acaba de soltar está completamente blando) se le pasa al otro pecho. Si el bebé es chiquito, es posible que se sacie enseguida. En ese caso, hay que iniciar la siguiente toma por el pecho que no tomó o que tomó en segundo lugar. Para establecer una lactancia adecuada debe mamar y vaciar ambos pechos.


7. Hacer caso sólo a la abuela o consejos de terceras personas (y pasar por alto los comentarios del pediatra)
Los tiempos cambian y lo que hace 30 años era ideal para los bebés, hoy ya no se recomienda. Aunque a veces echemos mano de la experiencia y sabiduría de nuestra madre, el pediatra es la persona que más conocimientos tiene sobre lo que es adecuado o no para nuestro hijo. En principio, no deberíamos dudar de sus recomendaciones, ni sustituirlas por otras.

8. Hacerse la fuerte o “ supermamá”

El cuidado de nuestro hijo requiere un enorme esfuerzo físico, mental y emocional. Es normal que existan bajones en los que la madre cree que no puede con todo. Tirar para adelante aún cuando no estamos bien por miedo a que piensen que no somos buenas madres no es bueno ni para la madre ni para el bebé. Admitir nuestras limitaciones, reconocer que estamos cansadas, que el cuidado del bebé nos agobia y nos angustia por la inexperiencia, y sobre todo, ser capaces de pedir ayuda cuando una situación nos desborda, ayuda a superar la situación y no nos hace más débiles. Al contrario, demuestra que somos humanas y sobre todo, muy sensatas.

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