Las razones que encuentran los investigadores para explicar lo anterior, es cierto egocentrismo por parte de los padres, pues parten de sus propios sentimientos para evaluar la felicidad de toda la familia. Es decir, “la felicidad de mi hijo tiene un valor de acuerdo con qué tanto es también mi felicidad como padre y la de los demás miembros de la familia”. En la medida en que un hijo empieza a ser feliz por su cuenta (en ocasiones a costa de sus padres, incluso, pues muchas veces lo que a él le da felicidad a ellos les da temor o preocupación), los padres tienden a dejar de valorarla.
Estudiar la felicidad de los niños ha tomado una gran importancia en los últimos años, sin embargo, se ha observado que las entrevistas a los padres no brindan información objetiva debido a su percepción sesgada acerca del estado anímico de sus hijos. Por tal motivo, las especialistas Belén López-Pérez y Ellie Wilson entrevistaron a 375 niños y a sus padres, encontrando que los padres tienden a valorar la felicidad de sus hijos con relación a su propio estado emocional.
Pero, ojo: si como padres somos incapaces de valorar justamente el estado emocional de nuestros hijos, no podremos darles el apoyo que necesitan ante determinadas situaciones, además empezaremos a generar relaciones conflictivas y todo tipo de problemas familiares.
Con información de: psychcentral.com
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