miércoles, 24 de enero de 2018

Estrategias para las rabietas: tres pasos

El niño se tira al suelo, llora, grita, no escucha, no razona… Las rabietas suelen ser comunes a los dos años (casi ningún niño de esta edad se libra de ellas), pero pueden alargarse unos años más.

En el súper, a la hora de irse del parque, o peor aún, en un avión... parece que los niños tuvieran un olfato especial a la hora de elegir el momento más inoportuno para montar el show. Y si la rabieta es con público, mejor.
Los niños nos ponen a prueba constantemente y nosotros nos desesperamos, pero hay que tener en cuenta que no lo hacen con intención de fastidiarnos. Simplemente, todavía no saben expresarse de otra manera.

De momento, el niño no tiene el lenguaje tan desarrollado como para expresar lo que quiere y tampoco sabe todavía cómo manejar el enfado o la frustración que está sintiendo de forma tan intensa. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Esperar hasta los 4 años? Se preguntan muchos padres. Lo cierto es que es a partir de esa edad cuando las rabietas empiezan a formar parte del pasado, pero en el día a día, hay muchas cosas que se pueden hacer para, entre todos, acabar con las dichosas pataletas.
1- Prevenir

Anticiparse a la situación es garantía de éxito. Los padres saben perfectamente cuáles son las situaciones que pueden desencadenar una rabieta. ¿Por qué tentar la suerte? No pasa nada por dar un rodeo para no pasar por delante de la tienda de chuches. Y si nos encontramos con amigos en la calle, no podemos pedirle a un niño de dos años que aguante media hora de conversación.

También hay que tener en cuenta que cuando los niños están cansados, hambrientos o incluso cuando están a punto de ponerse malitos están más irritables y son más propensos a las pataletas.

2- Despistar

A María se le ponen las orejas rojas, Jesús aprieta fuerte los puños, Sandra lloriquea y se mueve inquieta en su silla... Son los signos de alarma que avisan de que el pequeño está a punto de perder el control. En estas situaciones hay que echar mano del improvisador que cada padre lleva dentro para desviar la atención del niño. “¡Mira, vamos a contar cuántos coches rojos pasan!”, le dice Sonia a su hija cuando la niña empieza a agobiarse en el autobús.
Otra opción es anticipar las consecuencias, por ejemplo “como te estás portando tan bien, al terminar te subo en el caballito”. Pero ¡ojo!, tratándose de niños tan pequeños la recompensa tiene que ser pronto y no es conveniente hacerlo siempre, ya que así entendería que solo tiene que portarse bien a cambio de premios.

3- Pasar página

Y una vez que haya pasado el chaparrón... a otra cosa. Aunque estemos todavía con el 'mosqueo' del mal rato que nos ha hecho pasar, en el momento en el que deje la rabieta le acogemos y si estamos lo suficientemente calmados podemos corregir el mal comportamiento que se acaba de presentar, (por ejemplo: acepto que te enojes y que estés de malas en algunas ocasiones, pero no me gusta que pidas las cosas a los gritos y a las patadas, esos comportamientos son inadecuados). Ten en en cuenta que puedes adaptar estas palabras a  tu propio estilo y necesidad, recuerda también que se critica la mala conducta, no al niño.
Ya hemos hablado de qué hacer para reducir su mal comportamiento, pero los padres muchas veces olvidamos prestarles atención cuando lo hacen bien, con lo cual, los niños sacan la conclusión de que solo les prestan atención cuando se portan mal. En el día hay un montón de oportunidades para decirles lo bien que hacen las cosas: “¡Qué bien está comiendo hoy mi niño!”, “¡me encanta cuando juegas con tu primo sin pelearte!”, “¡cómo me gusta qué me ayudes a regar las plantas!”.

Del mismo modo, dedicarle todos los días un ratito de atención en exclusiva, compartiendo un juego del que él sea protagonista, es la mejor inversión anti-rabietas que podemos hacer.

Alguna cosa más sobre las rabietas:
Dependen del temperamento del niño. Los que de bebés lloraban mucho y eran difíciles de calmar, pueden tener más rabietas entre los 2 y los 4 años.
La actitud de los padres debe ser tranquila y firme. Si durante la rabieta, los niños ven que 'flaqueamos', esta durará más.
Aunque las pataletas parecen eternas, el desgaste físico y emocional de los peques es tan grande que no suelen durar más de media hora y se reducen a 5 o 10 minutos si mantenemos siempre la misma actitud.
Es importante que todas las personas que cuidan al peque sigan las mismas normas, que deben ser pocas y muy claras.

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