Imagina que el niño decide jugar a la pelota dentro de casa y eso va contra las reglas. Hemos establecido un límite claro como padres pero nuestro hijo nos ignora. Repetimos el proceso y se produce el mismo resultado.
Empezamos a sentirnos frustrados y con la necesidad de darle una lección al niño. Consideramos que debería haber una consecuencia. Quizá quitarle la pelota en ese momento nos parece la opción más acertada. Pero lo cierto es que eso no es una consecuencia, a menos que también le castiguemos por no obedecer. ¿Pero entonces qué hacemos?
Ir paso a paso es una buena vía para que los niños aprendan una lección y la interioricen. De hecho, cuando nos resistimos al castigo inmediato obtenemos mejores resultados a medio plazo.
1. Corregir con cariño y empatía
El niño juega con la pelota en casa y está prohibido. Hay que establecer límites y consecuencias. Cuando este límite se hace conectando con el niño, intentando empatizar con él, aumentan las opciones de que sea más colaborativo. Algunos niños, especialmente los más pequeños, se pueden sentir abrumados ante demasiadas opciones. Si el niño tiene mucha energía pero no quiere salir fuera a jugar se le puede ofrecer la opción de encontrar una actividad diferente.
2. Nos sigue ignorando
Puede ser muy frustrante como padre intentar comunicarse con los hijos y que nos ignoren. A la hora de poner limites y consecuencias no hay que perder la perspectiva. Tal vez no nos está desafiando, lo más probable es que esté tan centrado en jugar con la pelota que ni nos escuche. También existe la posibilidad de que sepa, por experiencia, que nos acabaremos rindiendo y le dejemos tranquilo. O puede que sea un niño fuerte de carácter y que necesite presionar los límites muchas veces para ver si se mantienen firmes. Si el niño nos ignora, y el uso que le está dando al juguete es peligroso, por supuesto hay que quitárselo.
3. Conectar incluso antes de corregir
Hemos pedido a nuestro hijo que deje de jugar a la pelota y aún no tenemos respuesta. Nos acercamos al niño y al menos le ofrecemos una expresión neutra si no nos sentimos capaces de sonreír. Podemos interceptar la pelota para conseguir su atención y ponerle una mano en el hombro.
Ya tenemos su atención y es consciente de que pasa algo. Cuando las personas saben que se han equivocado se sienten crispados. Eso mismo le ocurre a nuestro hijo. Podemos ensalzar su dominio con el balón mientras le explicamos donde se juega con él. Mientras hablamos le podemos ir llevando a la puerta. Abrimos y cuando sale le damos la pelota con una sonrisa.
Si conseguimos conectar con él incluso antes de corregir el comportamiento es más probable que nos escuche de verdad, entienda la situación y quiera colaborar.
4. Encontrar una solución positiva
Una vez que se marca el límite, y que se ha redirigido el comportamiento, por lo general llega el final del incidente. Si se repite el proceso con calma y amabilidad llegará un momento en el que el niño se saltará el enfado y se irá directamente al exterior a jugar a la pelota.
Si no quiere jugar fuera también se puede buscar una alternativa. Ofrecerle otra actividad que se pueda hacer en casa en lugar de jugar a la pelota.
5. Consecuencias de lo ocurrido
¿Cómo piensan nuestros hijos ante el límite y el castigo?
Aquí hemos querido presentarles las ideas que se le van a pasar a nuestros hijos por la cabeza antes ambas situaciones.
Sin el castigo, los niños han aprendido que:
No se puede jugar a la pelota en casa porque mancho las paredes y puedo romper algo.
Cuando mis padres me dicen algo van en serio. No tiene sentido ignorarles.
Mis padres se preocupan por lo que yo quiero. Me importa lo que ellos quieran.
Cuando a mis padres no les gusta lo que hago intentan escucharme y encontrar una buena solución para todos.
Nuestra familia se toma las reglas en serio.
Es importante tratar a los demás con respeto y amabilidad.
Con el castigo el mensaje es:
Mis padres siempre me gritan y me castigan.
Si juego a la pelota en casa me la quitan pero no hasta que me empiezan a gritar. Sé dónde está el límite: puedo jugar hasta que me griten y se lleven la pelota.
Me han quitado el balón así que voy a molestar a mi hermana. Voy a arruinar la tarde de todos como han arruinado la mía.
Pienso jugar a la pelota en casa cuando ellos no estén.
La realidad es que no podemos imponer a nadie que haga lo que nosotros queramos. Si está en nuestra mano guiar con amor y respeto a los hijos para que los buenos hábitos lleguen a formar parte de ellos. La principal diferencia entre límites y consecuencias negativas es que cuando se establecen los límites con amor no hay lugar para el castigo.
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