A lo largo de los siglos la sociedad occidental se ha encargado de acentuar las diferencias entre niños y niñas. A los niños se les enseña a mantenerse fuertes ante la adversidad, a no mostrar sus emociones y a desafiar los peligros mientras que a las niñas se les ha inculcado la idea de que son el “sexo débil”, se les permite ser más emocionales y se les repite que su tarea es convertirse en mujeres perfectas.
Afortunadamente, en los últimos años hemos dado pasos agigantados en materia de igualdad de género, pero es difícil borrar de un plumazo las ideas sexistas que hemos arrastrado durante diferentes generaciones y que, aunque no siempre somos conscientes de ello, pueden representar un lastre para el desarrollo infantil. Eso explica por qué aún hoy algunos padres les siguen diciendo a sus hijos que “los hombres no lloran” y que no deben tener miedo, mientras que a las niñas las educan para que luzcan perfectas en todo momento, como si fueran princesas.
Niñas más vulnerables y menos seguras de sí
En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Columbia, los investigadores evaluaron las estrategias de afrontamiento que ponían en práctica un grupo de niños y niñas que cursaban el quinto grado ante una serie de problemas nuevos y complejos. Al presentarles los problemas, los investigadores comprobaron que los niños más inteligentes asumían las tareas como un reto, el cual les motivaba a esforzarse por encontrar una solución. En cambio, las niñas más inteligentes no se comportaban de la misma manera sino que eran más propensas a abandonar la tarea rápidamente.
¿A qué se debe esa diferencia de actitud?
Los investigadores creen que las niñas eran víctimas de lo que se conoce como “indefensión aprendida”, un concepto que hace referencia a los comportamientos pasivos que se generan como resultado de no haber alcanzado los resultados previstos en el pasado después de varios intentos. En el caso de las niñas, la indefensión aprendida proviene de un estilo educativo demasiado sobreprotector, que incluso llega a ser discapacitante pues hace que las pequeñas pierdan la confianza en sus capacidades y, por ende, se den por vencidas más rápido.
De esta manera, mientras los niños asumían que no podían solucionar los problemas porque eran demasiado complicados, las niñas dudaban de sus habilidades para conseguirlo y rápidamente perdían la confianza. Se trata de una diferencia sustancial en la manera de pensar sobre sí mismos que puede llevarles por caminos muy diferentes en la vida.
Por una educación centrada en la autoconfianza
Por desgracia, los resultados de este experimento no representan casos aislados. Esto sucede cuando las niñas son educadas para ser perfectas y comportarse con mesura en todo momento, cuando se limita su capacidad para descubrir el mundo y asumir desafíos, cuando se les hace dudar de sus capacidades porque se les enseña que en determinados campos no es necesario esforzarse demasiado porque son patrimonio de los hombres.
La buena noticia es que no siempre tiene por qué ser así, el cambio está en manos de los padres. Por eso, si quieres que tu hija se convierta en una mujer segura de sí, intenta:
Animarla a descubrir su entorno, a ir siempre más allá, a arriesgarse y a no tenerle miedo a lo desconocido.
Enseñarle a confiar en sus capacidades y a asumir los obstáculos como oportunidades para crecer y aprender.
Motivarla a asumir nuevos retos y a perseguir sus sueños allí donde la lleven, sin pensar que determinados campos son solo para hombres.
Alimenta su autoestima cada día, no solo diciéndole lo preciosa que es sino también lo valiente y perseverante.
Explícale que cada persona es única, sin importar su género, raza o condición social, y que todos deberían tener las mismas oportunidades para crecer y expresarse
No hay comentarios:
Publicar un comentario