¿Tenemos claro si debemos o no mentir a nuestros hijos? ¿Y si nos preguntan algo que no estamos preparados para contestar? Son muchas las cuestiones a las que nos exponemos y enfrentamos desde que nacen nuestros hijos y nos convertimos en padres. La evolución y la maduración de los niños suponen grandes cambios que nos hacen replantearnos la manera de educar e inculcarles valores.
Al inicio, la comunicación con ellos es sencilla y básica. Parte de nuestras emociones y sentimientos y es meramente espontánea. Pero según van creciendo y vamos recibiendo un feedback mayor por parte de ellos, descubrimos que nuestras estrategias y herramientas deben ir ampliándose para dar respuesta a todas sus necesidades y cuestiones.
Preguntas incómodas
Uno de los grandes temas con el que nos encontramos y al que debemos enfrentarnos los padres, es qué hacer cuando los niños nos preguntan por situaciones incómodas o desagradables, tales como enfermedades, miedos, o temas tabú como pueden ser la muerte o la sexualidad.
Ante estas situaciones muchos adultos optan por ocultar la realidad, evitarla e incluso negarla, y una de las opciones más recurrentes suele ser mentir o engañar al niño con respuestas que nada tienen que ver con la realidad.
La realidad es que aunque el adulto camufla la verdad o miente al niño para protegerlo de una situación incómoda, negativa o desagradable, la única certeza es que lo que realmente está haciendo es crear desconfianza e inseguridad en la relación entre ambos.
No se trata de contarle a los niños la realidad de todas las situaciones que no son capaces aún ni de asumir, ni comprender o asimilar, pero sí de comunicarse con ellos a través de la sinceridad, la claridad y la sencillez, sin necesidad de emplear la mentira o el engaño para ello.
El hecho de dar importancia a la sinceridad en la comunicación en familia, trasmitirá grandes valores en nuestra base educacional en familia, ya que aspectos como la seguridad, la confianza, la lealtad, la autoestima o la fidelidad, se transmiten en el día a día ante circunstancias cotidianas.
Y ¿por qué no debemos emplear la mentira para comunicarnos con nuestros hijos?
Aunque en un inicio empleemos esta herramienta como protección, la realidad es que los niños van a descubrir y conocer la verdad antes o después, y además seguramente lo harán por parte de otra persona ajena, la cual no seremos nosotros. Por lo que tampoco tendremos control de la manera en que reciban esa verdad, ni las palabras, el mensaje o el modo en que lo hagan. De esta manera, van a descubrir que sus padres, sus figuras de referencia, les han engañado, proporcionándoles una sensación de inseguridad y desconfianza no sólo frente a esa experiencia sino frente a las futuras que acontezcan, condicionando así la relación entre ambos.
Cómo comunicar sin mentir
Y entonces, ¿qué podemos hacer cuando nos encontramos ante una situación que no les gusta o creemos que puede ocasionar un conflicto?
Usar un lenguaje claro, sencillo y adaptado a su edad y nivel comprensivo.
Anticipar al niño un poco antes de aquello que vaya a suceder y puede que no sea de su agrado (ir al médico, despedirse de mamá y papá o irse a dormir).
Emplear la sinceridad como ejemplo y modelo dentro de la comunicación en familia.
No usar aquello que no le gusta o lo que teme como una amenaza o un castigo.
Darle seguridad y alentarle en aquello que creamos que puede producirle rechazo.
Desdramatizar las situaciones incómodas o desagradables.
Ofrecerle apoyo y confianza, con cariño y firmeza.
Comprender sus miedos e inseguridades, sin emplear burlas.
Elegir el momento adecuado para enfrentarnos a cada verdad, centrándonos en cómo es nuestro hijo y cómo son sus emociones.
Dar valor al plano emocional de la familia y transmitir aquellos valores que queramos que tengan nuestros hijos a lo largo de sus vidas.
Hablar con naturalidad de los aspectos y situaciones reales de la vida.
Con todas estas herramientas y estrategias, aprenderemos a comunicarnos a través de la verdad y la confianza en familia, fomentando una relación fluida, sincera y de afecto.
Alejandra Melús
Experta en Atención Temprana e Intervención Psicomotriz
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