Cuando recibimos a esos seres pequeñitos en nuestras vidas, bien sea porque somos padres, tíos, abuelos, educadores, etc… Estamos siendo partícipes de la formación de una persona, de un individuo, de una vida, me parece que trae consigo tanta responsabilidad, que hacerlo a la ligera puede ser uno de los actos que demuestre mayor incomprensión de nuestro rol en este mundo.
Los niños tienen cualidades maravillosas, en ellas está, en su forma más pura, la esencia humana, que desde mi punto de vista, perdemos con el transcurrir de los años y nos alejamos cada vez más de lo importante, de lo trascendental.
Debemos canalizar el aprendizaje de los niños, ser instrumentos de apoyo a lo largo de su crecimiento. Los niños son pequeños seres desarrollando inclusive su sistema de defensa, ellos vienen a ser adaptados a una sociedad, que no es más que el resultado de muchos dogmas, de creencias que han ido “evolucionando” a lo largo de la historia y que hoy se muestra como un modelo a seguir.
Es muy difícil estar contra una corriente tan marcada como la que lleva la educación, a nivel de instituciones educativas se refiere, no es sencillo ubicar colegios que se adapten a lo que uno quisiera para la educación de los niños. Con mayor facilidad encontraremos centros educativos en donde puedan aprender varios idiomas, que su índice de aceptación en las universidades sea elevado, que tenga muchas actividades extraescolares, que obviamente incluyan en su pensum la computación…
Pero es eso lo que realmente requiere un ser en formación en su edad temprana? Pienso que los niños dentro de parámetros normales, deberían poder explorar y aprender con mayor libertad, de forma más instintiva, sin seguir un programa.
Lamentablemente no tenemos tantas opciones, educar en la casa los primeros años no es una libertad que se puedan dar muchos padres y de poderlo hacer, muchas veces los resultados no son positivos.
Luego, qué podemos hacer para que la educación de nuestros pequeños favorezca la formación de seres felices, plenos e independientes?
Respetemos las etapas de los niños, apoyándolos con amor en cada una de ellas, desde dormir de forma continua, pasando por dejar el pañal, dormir solos, etc. Todo tiene una etapa, un proceso, no hay que acelerar nada, hay que acompañar con amor.
Criemos de forma respetuosa, no está bien pegarle a un niño, no está bien menospreciar sus esfuerzos, no está bien ridiculizarlo, o compararlo, cada niño es particular, es único, aprenderá mejor desde el amor. Recientemente conversaba con una amiga que me decía que ella eventualmente le pegaba a su hijo, y yo trataba de exponerle los motivos por los cuales no estaba de acuerdo: no puedes acostumbrar a tu hijo a los golpes, hay otras vías, un niño golpeado puede pensar que cualquiera tiene autoridad para vulnerarlo, se pierde el respeto a sí mismo, se vuelve iracundo, a ti no te gustaba cuando te golpeaban, etc… Luego le dije: hoy justamente leí una noticia de que multaron a un hombre por darle una patada a un perro y me respondió: ah pero eso sí está bien… Está bien multar a alguien por agredir a un perro? Sí, pero una madre que golpea a su hijo que depende de ella, que es su modelo, que es quien le genera confianza… pues, se justifica?
El maltrato a un niño en cualquiera de sus formas es repudiable, aún cuando se disfraza y se esconde detrás de frases como: es por su bien, a mí me criaron así, es que me saca de mis casillas, etc. El mayor de los respetos hacialos niños, es una de las tablas salvadoras de estas sociedades.
Pensemos que unas buenas calificaciones no garantizarán el éxito y mucho menos la felicidad de una persona, no tomemos la crianza desde la comodidad, tratemos de formar seres plenos, con confianza en ellos mismos, con fe ante la vida, preparados a afrontar situaciones cotidianas de la mejor manera, seres amados, seres que amen y valoren, principalmente a sí mismos y a su vida, luego a su entorno y su mundo, que es el de todos.
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