jueves, 25 de enero de 2018

Los padres del Grupo A saben algo que los del grupo B no. ¿Quieres saberlo tú también?

Los niños del grupo A y los niños del grupo B tienen las mismas edades y, sin embargo, sus dibujos son bien distintos. Para los expertos en psicología y neurociencia la capacidad para dibujar refleja las habilidades intelectuales del niño. Los dibujos bien organizados, proporcionados y con detalles suelen reflejar la propia capacidad del cerebro para observar, sintetizar, y organizar sus propios pensamientos. No siempre ocurre así; también hay niños brillantes que dibujan regular. En la calidad del dibujo también influye lo mucho que le guste al niño dibujar o lo mucho que haya practicado. Pero por lo general, un niño que dibuja con claridad tiende a pensar y actuar con más claridad.

Los dibujos que has podido leer en la cabecera de este post forman parte de un estudio realmente interesante. El estudio fue llevado a cabo por el pediatra Peter Winterstein y se centraba en valorar los efectos del tiempo de exposición a la televisión en la capacidad intelectual de los niños. Este pediatra alemán solicitó a casi 2000 niños de entre 5 y 6 años, todos ellos alumnos de escuelas públicas, que dibujaran una figura humana. Luego analizó esos dibujos en función del tiempo que los niños veían habitualmente la televisión. Durante los últimos 30 años una infinidad de estudios han encontrado un importante impacto de la exposición prolongada a la televisión en el desarrollo psicológico y salud general, aunque el post de hoy se ciñe al desarrollo intelectual.

Como se suele decir una imagen vale más de mil palabras, así que les dejo una imagen del estudio del Dr. Winterstein para que valoren por vosotros mismos cuál de las dos opciones prefieres para tus hijos. Los dibujos que aparecen en la parte superior han sido realizados por niños de entre 5 y 6 años que pasan menos de 1 hora al día viendo el televisor; las de la parte inferior han sido realizados por niños de la misma edad que, sin embargo, pasan más de 3 horas al día viendo el televisión.
Impresionante ¿no?

Para muchos padres la tele suele ser un aliado para pasar la tarde con sus hijos pequeños. No quiero decir que la tele sea un elemento peligroso o que no debamos encenderla nunca. ¿Quién no ha encendido un ratito la tele para tener un respiro o poder atender a un bebé sin tener al hermano mayor colgado del cuello? Es totalmente normal y no tiene ningún riesgo si se usa con moderación. Sin embargo, he decidido colgar este artículo porque sabemos que la mayoría de niños entre 0 y 6 años pasan más tiempo viendo la tele del que sería beneficioso para su desarrollo. Las razones más frecuentes para que los padres, una vez llegada la tarde, acaben abusando de la tele son las siguientes:

– Piensan que es un estímulo positivo, aunque ya ves que no es así.
– No saben o no han desarrollado habilidades que les permita jugar y estimular el desarrollo de sus hijos de una manera entretenida
– Les cuesta poner límites al niño que quiere ver la tele y que se enfada cuando la apagamos.

Yo te recomiendo que tengas estos dibujos en mente y esta misma tarde ofrezcas a tus hijos más tiempo libre y menos tiempo de tele. Para ello solo hace falta apagarla y saber decir “no”. En cuanto está apagada y pasa el enfado inicial, los niños se ponen a investigar, se entretienen solos y desarrollan su creatividad o también pueden hacer un sinfín de actividades juntos que le ayudarán desde que son bien pequeños a desarrollar sus facultades intelectuales y emocionales.

Fuente: el cerebro del niño.

Los problemas de lectura más comunes en niños

La lectura es el proceso por el cual se produce una decodificación, significación y comprensión de cierta información reflejada en un soporte y que se transmite a través de algún código, generalmente el lenguaje. 

En ocasiones, este proceso de lectura y escritura no se desarrolla como debería, lo que podría deberse a diferentes causas, como factores ambientales, metodología de enseñanza inadecuada y problemas de lenguaje o de habla, entre otros. ¿Cuáles son los problemas más comunes que se dan cuando el niño está aprendiendo a leer?
¿Cómo se adquiere la lectura?

La adquisición de la lectura requiere de un aprendizaje que pasa por una serie de etapas: 

1. Logográfica: el niño en este periodo  es capaz de reconocer escrituras conocidas de forma global, es decir, logos. Ejemplo: Sabe reconocer el logo de ciertas marcas. 

2. Alfabética: durante esta etapa el niño comienza a comprender el principio alfabético y a asociar el grafema con el fonema correspondiente. Este estadio se conoce como la etapa de codificación fonológica, en la cual el niño lee por fonemas o sílabas. 
3. Ortográfica: en esta fase, el niño es capaz de reconocer patrones ortográficos necesarios para llegar a adquirir una lectura fluida. El niño empieza a reconocer grupos de letras y palabras con solo un golpe de vista. 

Algunos autores añaden una cuarta etapa, que sería la siguiente: 

4. Fluida-expresiva: en este momento, el niño es capaz de leer un texto, atendiendo a la puntuación, expresión y contexto. 

Problemas durante el aprendizaje de la lectura
Retraso lector: se puede definir como un desfase en el desarrollo en la adquisición de la lectura y la escritura que aparece generalmente en niños entre 6 y 8 años sin que presenten ningún tipo de patología. Se manifiesta como una demora en la adquisición de habilidades y aptitudes necesarias para leer y escribir.


Dislexia: Al cerebro de las personas que tienen dislexia le cuesta reconocer o procesar ciertos tipos de información. Esto puede incluir coincidir el sonido de una letra y su símbolo.
Disortografía: es el conjunto de errores de escritura que afectan a la palabra y no a su trazado o grafía, se trata de una dificultad para la estructuración gramatical del lenguaje asociada a la dislexia. 

Disgrafía: es un trastorno de tipo funcional que afecta a la escritura en lo relativo al trazado o la grafía.
¿Cómo detectar un retraso en la lectura en los niños?

Para poder diagnosticar estos aspectos, debemos atender a una serie de factores: ausencia de problemas de visión y de audición, ausencia de problemas físicos que puedan repercutir en la lectura, ausencia de desórdenes emocionales o neurológicos y cociente intelectual normal

Para considerar que puede existir una afectación en este aspecto debemos encontrar: deterioro en la lectura y rendimiento en este aspecto significativamente inferior al esperado en relación a sus características personales y escolares

Conexión antes que corrección: Disciplina positiva.


Como padres, una de las cosas que más nos preocupa es cómo podemos “disciplinar” a nuestros niños, es decir, cómo podemos hacer para conseguir su colaboración.

Herramientas de la Disciplina Positiva

Como hemos comentado en artículos anteriores, los niños se desarrollan y responden positivamente cuando se sienten conectados, las neurociencias comprueban que los niños aprenden y se desarrollan mejor cuando se sienten mejor, tal como nos lo enseñan Alfred Adler y Rudolf Dreikurs con el sentido de pertenencia e importancia.
Por qué conectar antes que corregir 

Este sentido de pertenencia e importancia es, en otras palabras, sentirse querido y aceptado en el entorno sea cual sea éste: familia, escuela, equipo de fútbol, clase de baile, etc. 

Los niños son maravillosos observadores de lo que pasa a su alrededor, sin embargo, no son buenos interpretadores de esta realidad y a menudo toman decisiones para lograr el sentido de pertenencia basadas en una mala interpretación de la realidad. Cuando no obtenemos esa colaboración que buscamos de nuestro hijo, cuando “se porta mal” nos está diciendo muchas cosas, entre ellas, que busca sentirse querido. Por ello, debemos validar el sentimiento de los niños y buscar la conexión, de esta forma lograremos ser eficaces en las soluciones.
Un niño que se “comporta mal” es un niño desanimado. La disciplina positiva busca cambiar las creencias para modificar el comportamiento. Detrás de un comportamiento inadecuado de un niño hay un autentico deseo de pertenecer y tan solo confunde la manera de conseguirlo de una forma socialmente adecuada.

Rudolf Dreikurs, siguió desarrollando las teorías de la psicología individual y añadió la teoría del Iceberg de Comportamiento que nos indica que nosotros observamos sólo la punta del iceberg que es el comportamiento del niño, pero queremos cambiar este comportamiento de manera real tenemos que entender el por qué , es decir, cuál es la meta errónea de conducta y actuar sobre ella; tenemos por tanto que descifrar el código de conducta más que actuar sobre la conducta en sí misma. 
La conexión crea una sensación de seguridad, confianza, apertura y cercanía entre padres e hijos. Sermonear, regañar, culpar, castigar, avergonzar crean conflicto, peleas, indiferencia y generan distancia.

Cómo podemos conectar

La conexión efectiva se da cuando ambos, niños y adultos desarrollan un sentido de pertenencia e importancia ¿Qué podemos hacer para favorecer una mejor conexión y comunicación con nuestros hijos? Te dejo estos tips con herramientas de Disciplina Positiva que te pueden ayudar:

Tiempo Es importante planificar tiempo juntos, desconectando del móvil. Tiempo de calidad en la que pueden hacer actividades en las que tanto padres como hijos disfruten.
Escucha Atento siempre a lo que te dice, para tu hijo es importante sentir que lo escuchas, que le miras mientras te habla, ponte a su altura. ¿cómo te sientes cuando intentas hablar con alguien y notas que no te está escuchando o cuando intentas hablar y te interrumpen?, ¿cómo crees que se sienta tu hijo cuando intente comunicarse contigo y estés mirando el teléfono o pensando en otra cosa?. Esta práctica permitirá que te ponga atención cuando necesites que te escuche. No juzgues mientras te habla para que no forzar la conversación. Esto hará que confíe en tí.

Haz preguntas curiosas que ayuden a tu hijo a entender sus sentimientos, a explorar las consecuencias de sus decisiones en lugar de imponerles consecuencias autoritarias y no relacionadas con lo sucedido. Las preguntas sinceras abren el corazón y el cerebro racional: “¿qué pasó entonces?”, “¿cómo te sentiste?”, “¿qué fue lo que más te gustó/molestó?” No des mandatos. Por ejemplo: ¿Qué necesitas para que no te de frío en la calle? En lugar de decir, ¨ponte la chaqueta” ¿Cómo podemos resolver el problema entre tu hermano y tú? en lugar de amenazar “cómo se  vuelvan a pelear”… 

Valida sus sentimientos Ayúdale a reconocer sus sentimientos. Si está triste, enfadado, preocupado puedes decirle: “parece que estás triste, ¿es así?”, “¿qué te hizo sentir así?”, “te comprendo, yo también me he he sentido triste cuando…” (y cuéntale una situación en la que tú te sentiste triste). Cuando nos sentimos comprendidos, conectamos!
Recuerda, es importante no juzgar o minimizar sus sentimientos. Si está triste porque la piedra que encontró en la calle se le perdió, no le digas que “no es importante” o que “eso es una tontería”. Para ellos, esa emoción que está sintiendo es real e importante. 

Enfócate en buscar soluciones juntos: Culpar y avergonzar daña la relación, es una pérdida de tiempo que termina en luchas de poder. Enfocarse en cómo solucionar un problema invita a la cooperación, al respeto, a desarrollar pensamiento reflexivo. Los niños se sienten más dispuestos a actuar cuando participan en las soluciones.

Agradece Siempre hazles saber que aprecias sus acciones. Reconoce lo que ha hecho: “Aprecio que le hayas dejado a tu hermano jugar con tu coche favorito, se que es importante para ti. Le has hecho sentir especial” Gracias por compartir.

Tomarlos errores como grandes oportunidades de aprendizaje No hay nada malo en equivocarse ni debe ser motivo de vergüenza, papá y mamá también se equivocan, el error enseña lo que podemos mejorar en el futuro. Es más fácil hacerse responsables de los errores cuando los vemos como oportunidades de aprendizaje

Abraza:  Los abrazos no pinchan, ni duelen. Siempre hay tiempo para un abrazo y hace mucho bien.

A medida que fortalezcas la conexión con tus hij@s, notarás que por sí misma ayudará a ambas partes a resolver, autorregularse y corregir su propia conducta.

miércoles, 24 de enero de 2018

Las rabietas de los padres.

Hace ya un tiempo dedicamos un post para hablar sobre las rabietas de los niños. Hoy vamos a hablar de nuestras rabietas, las rabietas de los padres.

Los padres también tenemos rabietas. Pero no las mismas que tienen los niños que al fin y al cabo, no son más que explosiones emocionales que no pueden controlar porque su desarrollo no lo permite, porque están creciendo, porque tienen que aprender y porque no pueden hacerlo de otra forma.
Las rabietas que tenemos los padres van repletas de ira y rabia.

¿Qué ocurre cuando nuestro hijo derrama un zumo en el sofá, después de haberle dicho mil veces que estuviera quieto? Probablemente le lanzamos un grito con toda nuestra ira. Le pegamos. Incluso también le insultamos llamándole tonto e inútil. Esto solamente significa que estamos hasta arriba de ira y de rabia y no lo gestionamos como deberíamos. El problema es nuestro y nos corresponde a nosotros solucionarlo. 
Saber reconocer nuestras emociones, especialmente la rabia y la ira, nos ayudará muchísimo para poder gestionar positivamente las relaciones con los niños.

Nos pasamos la mayor parte del tiempo quejándonos de lo mal que se portan los niños. De que no hacen nada de caso. De que son unos egoístas. De lo poco agradecidos que son con todo lo que les damos. De los vagos que son y lo poco que hacen en casa.

Así podríamos escribir muchas más lindezas que les decimos a menudo a nuestros hijos casi sin darnos cuenta. Lo peor de todo esto es que ellos lo escuchan, lo saben, lo interpretan y lo sienten. Lo sienten e interiorizan muchísimo, tanto, que hace que su comportamiento cambie y que realmente adquieran ese rol de egoístas o de vagos que tantas veces les repetimos siendo conscientes o no.

Todas estas cosas las decimos por rabia. Nos comportamos así y generamos esos sentimientos llenos de ira y rabia a pesar de adorar a nuestros hijos porque nos tomamos su forma de actuar como algo personal. Cuando no es nada personal y simplemente son comportamientos normales a su edad o comportamientos que están influidos por nuestra propia forma de actuar.

Cuando ya has llamado repetidamente a tu hijo desde otra habitación para que venga a cenar, a recoger su cuarto y no viene, no responde o si lo hace te dice que en cuanto pueda, es muy probable que esté haciendo lo que ha aprendido de nosotros.

Cuando este mismo niño nos llama desde otra habitación porque quiere enseñarnos lo que ha hecho o porque quiere contarnos algo o para algo que es importante para él, es muy probable que le digamos que en cuanto acabemos lo que estamos haciendo vamos, que ahora no podemos, que luego vamos o ni siquiera le contestamos.

Somos su espejo. Hacen y aprenden lo que les enseñamos.
Por eso es tan importante que seamos nosotros los primeros en dar ejemplo y controlar nuestras emociones. Especialmente esa rabia que lo único que hace es perjudicar y no logra nada.

Porque aunque queramos convencernos de que toda la vida se han hecho las cosas así y que no ha pasado nada, estamos equivocados pero podemos aprender y rectificar.

Porque aunque queramos justificar nuestro grito o nuestro golpe a ese pequeño indefenso de tan solo unos pocos años diciendo que tiene que aprender, estamos equivocados… somos nosotros quienes podemos aprender y rectificar la actitud que hemos tenido.

Porque aunque queramos convencernos y convencer a los demás que si no le hacemos sentir mal por lo que ha hecho no va a aprender, no es cierto.

Pegar, castigar, gritar o humillar lo usamos como vía de escape a nuestra propia rabia. Es mucho más fácil y rápido hacerlo así que ser conscientes de lo que estamos sintiendo, es necesario que dejemos de tomarlo como algo personal porque no lo es y que intentemos gestionar esa rabia y esa ira. De no hacerlo, son los niños quienes pagan las consecuencias.
Si reconoces que sientes esa rabia o esa ira y por eso pegas, castigas, humillas, gritas….. a tus hijos, estás de enhorabuena porque ya sabes lo que ocurre y hay mil formas de gestionar esa rabia. Busca tu forma y la que mejor se adapte a ti.

Haz lo que necesites hacer para sentirte bien y para que esto que sientes no tenga que pagarlo con tus hijos.

Fíjate antes en cómo actúas con tu entorno y después observa lo que ocurre.

No lo tomes como algo personal.

Normaliza las situaciones y los comportamientos de tus hijos.
Respeta los ritmos, no aceleres su infancia.

Disfruta de las pequeñas cosas y de todas las oportunidades que la crianza te ofrece.

Cuando esa ira hace acto de presencia, retírate. Es algo tuyo que los demás no necesitan.

Reconoce tus sentimientos junto a los de tus hijos.

Muéstrate con sinceridad ante ellos y reconoce cuando te hayas equivocado.

Aprende de lo que tus hijos te enseñan y camina con ellos en su propio aprendizaje.

Claves de una relación enriquecedora: abuelos y nietos

Dado que el rol de la educación de los niños recae sobre los padres, es muy importante que los abuelos, aunque puedan darse alguna licencia, respeten las normas paternas

Si cerramos un momento los ojos, todos podemos recordar cómo fue la relación con nuestros abuelos. Al evocarlo, es posible que lleguen a ti olores y sensaciones…
El sabor de ese bocadillo con chocolate a media tarde cuando salías del colegio, el sonido de la voz de tu abuelo contándote historias increíbles…

Recuerdos llenos de amor que nos aportan el mejor de los legados: el de sentirse querido, seguro y atendido. Ahora bien… ¿Te has preguntado alguna vez cuál es la responsabilidad educativa de los abuelos para con sus nietos?
Hoy en día los padres y las madres suelen pasar mucho tiempo fuera de casa debido a sus responsabilidades laborales, quedando los abuelos a cargo de los más pequeños.

¿Tienen ellos quizá las mismas obligaciones a la hora de educar? ¿O existe algún límite? Hoy en nuestro espacio te invitamos a reflexionar sobre ello.

Los abuelos y la educación de sus nietos.
Empezaremos indicando algo esencial que, sin duda, compartirás con nosotros. En la vida de un niño, todo el mundo educa, directa o indirectamente.

Padres, madres, abuelos, maestros, tíos, vecinos e incluso la televisión y la propia sociedad. Todos nosotros ofrecemos algo en mayor o menor medida a los niños:

Palabras, afectos, información.
Pautas que pueden imitar o que les van a servir como orientación.

Los niños son receptivos a todo aquello que les envuelve, de ahí la importancia de que todo estímulo sea siempre enriquecedor para él. 

La pregunta sobre si los abuelos tienen la responsabilidad de “educar” tal y como lo hacen los padres es una cuestión que suele ponerse en voz alta muchas veces, de ahí que sea importante tener en cuenta algunos aspectos:
A pesar de que toda la sociedad es importante en la vida de un niño, la responsabilidad de marcar pautas educativas, normas, reglas y ser el foco primordial de atención y cuidado, recae en los progenitores. En los padres y en las madres.

Los abuelos ya cumplieron su papel en el pasado como padres y, ahora, tienen el “rol de abuelos”. Ello supone que pueden ser un buen apoyo en el día a día para desarrollar tareas de cuidado y atención cuando los padres no pueden hacerlo.
Los abuelos son esa referencia emocional que el niño debe asumir para enriquecerse de esa generación más mayor. Deben contar con su afecto, con su cuidado, con su apoyo incondicional y aprender de ese legado de sentimientos, historias y afectos que deberán custodiar para siempre en su corazón y en su memoria.

A pesar de que la responsabilidad educativa recae en los padres, es importante que se llegue a un acuerdo con los abuelos sobre lo que se permite y lo que no, para que no existan incongruencias en la educación de los más pequeños.
Si los padres, por ejemplo, no les permiten salir a jugar por la noche a la calle, los abuelos no pueden saltarse esa regla. Son cosas básicas que vale la pena acordar previamente.

Los abuelos también necesitan de su tiempo y su espacio

Los abuelos adoran a sus nietos y sabemos que disfrutan de cada instante que pasan con ellos. Ahora bien, debemos tener en cuenta, a su vez, que también necesitan de sus instantes de descanso y de crecimiento personal.

Hemos de recordar que, a día de hoy, la esperanza de vida supera ya los 80 años, así que es habitual encontrarnos a gente mayor con una vida muy activa, que disfruta de sus amistades, sus aficiones, sus bailes y sus viajes.

Ellos ya han finalizado su época de crianza con nosotros, siguen siendo “padres”, pero sus responsabilidades ahora son distintas y su rol ha cambiado. Necesitan cuidarse por dentro y por fuera, y llevar una vida plena.

Los nietos son parte esencial de su vida, y contarán las horas para estar de nuevo con ellos, pero es importante que les permitamos también disfrutar de sus instantes personales.
Como madres, como padres, debemos ser conscientes de que el tiempo que nuestros hijos compartan con los abuelos va a ser limitado. La ley de vida, si es como debe ser, nos recuerda que los padres se irán antes que sus hijos.

Así pues, fomenta siempre que puedas la relación de tus niños con tus padres. Haz que sus instantes sean siempre plácidos, enriquecedores…

Ese será el mejor legado que puedan darle a tus hijos. Lo material carece de importancia siempre y cuando los más pequeños recuerden siempre lo siguiente:
Que fueron amados por sus abuelos, que cada palabra suya fue atendida, que los hicieron sentir como las personas más importantes del mundo.

Los abuelos les hicieron partícipes del legado familiar a través del recuerdo de historias, de anécdotas, de relatos que ellos guardarán para siempre en su memoria como el mejor de los regalos.

Los abuelos son la primera imagen que los más pequeños van a tener de la madurez, de las arrugas, de esas canas que alborotan una cara amable. Si su relación es cariñosa, mágica y entrañable, les puede servir de referencia el día de mañana, para llegar a ser “igual de felices que sus abuelos”.

La Depresión Infantil – ¿Qué es?.

Tanto niños como adolescentes no están exentos de sufrir de depresión al igual que los adultos, aunque quizás las características que identifiquen la depresión en un niño si puedan variar respecto a las de un adulto.

Durante mucho tiempo se pensó que la depresión solo era algo de los adultos dado que se veía a los niños como la muestra máxima de la felicidad en la vida de un ser humano.
Hoy en día sabemos que esto no es así y que aún en la inocencia de la niñez se pueden sufrir una triste depresión, pudiendo realizar un test orientativo para decidir si acudir a un psicólogo y/o profesional de la salud o no.

¿Por qué un niño puede sufrir depresión?

Normalmente cuando un ser humano siente depresión es porque está viviendo una situación de maltrato sea consigo mismo o con el entorno, este maltrato puede ser psicológico o físico, de todas formas afectará al niño de forma que este se deprima.
Lo más importante para cualquier padre o interesado en un niño que sufre depresión es la prevención y luego como llevar a cabo un tratamiento para contrarrestar los efectos, para ello es vital reconocer los síntomas de la depresión.

Estudios realizados en los Estados Unidos muestran que cerca de un 5% de los niños de la población del primer mundo (Estados Unidos y resto de las potencias) padecen de depresión, no existiendo una cifra exacta para los niños que viven en condiciones de pobreza en el tercer mundo aunque se estima que ese número se llegue a multiplicar por 5.
Características de la depresión infantil:

Los signos de la depresión en el niño pueden variar respecto a los de un adulto, por ello debemos tener en cuenta estos síntomas que pueden caracterizar a un niño deprimido:

– Llanto excesivo, lloriqueo por situaciones donde otros niños no lo harían.
– Pensamientos autodestructivos

– Desesperanza

– Falta de energía

– Aburrimiento continúo

– Incapacidad de disfrutar las actividades favoritas

– Alteraciones en la alimentación

– Hablar acerca de irse de la casa

– Quejas frecuentes sobre dolores de cabeza

– Deficiencia en el poder de concentración
– Aislamiento social, no quiere comunicarse ni con sus padres ni con sus amigos.

– Alto grado de deterioro en los estudios y otras actividades.

– Alto grado de sentimiento de culpa

– Sensibilidad extrema al fracaso o al rechazo

– Sorpresivos ataques de rabia

– Hostilidad

– Violencia contra los padres
Estas son algunos de los patrones de comportamiento que pueden ser un llamado de alertas para padres, que no pueden estar viendo como su hijo sufre de depresión debido a alguna causa.

Una de las cosas que más llama poderosamente la atención es el hecho de que no se sienten satisfechos en actividades que antes eran sus favoritas. Como por ejemplo un niño que deja de jugar al fútbol siendo este su deporte favorito, antes se sentía mal por no poder ir a jugar los domingos con sus amigos y ahora teniendo la oportunidad no lo hace o no se siente contento con la actividad.

Otro factor pero más notorio, es el hecho de que comienza a hablar o a tener pensamientos acerca de auto infringirse heridas o en el peor de los casos de querer morir.

Uno de los factores del aumento de esta llamada “epidemia de depresión infantil” es que la agenda de  los chicos a cambiado, los niños ahora viven en un mundo de mucha tensión y estimulo, lo que no siempre es beneficio para ellos.

Esta experimentación hace que se puedan crear desórdenes en la atención, en el aprendizaje o en la conducta, lo que con el tiempo afectara su motivación y confianza.

Estrategias para las rabietas: tres pasos

El niño se tira al suelo, llora, grita, no escucha, no razona… Las rabietas suelen ser comunes a los dos años (casi ningún niño de esta edad se libra de ellas), pero pueden alargarse unos años más.

En el súper, a la hora de irse del parque, o peor aún, en un avión... parece que los niños tuvieran un olfato especial a la hora de elegir el momento más inoportuno para montar el show. Y si la rabieta es con público, mejor.
Los niños nos ponen a prueba constantemente y nosotros nos desesperamos, pero hay que tener en cuenta que no lo hacen con intención de fastidiarnos. Simplemente, todavía no saben expresarse de otra manera.

De momento, el niño no tiene el lenguaje tan desarrollado como para expresar lo que quiere y tampoco sabe todavía cómo manejar el enfado o la frustración que está sintiendo de forma tan intensa. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Esperar hasta los 4 años? Se preguntan muchos padres. Lo cierto es que es a partir de esa edad cuando las rabietas empiezan a formar parte del pasado, pero en el día a día, hay muchas cosas que se pueden hacer para, entre todos, acabar con las dichosas pataletas.
1- Prevenir

Anticiparse a la situación es garantía de éxito. Los padres saben perfectamente cuáles son las situaciones que pueden desencadenar una rabieta. ¿Por qué tentar la suerte? No pasa nada por dar un rodeo para no pasar por delante de la tienda de chuches. Y si nos encontramos con amigos en la calle, no podemos pedirle a un niño de dos años que aguante media hora de conversación.

También hay que tener en cuenta que cuando los niños están cansados, hambrientos o incluso cuando están a punto de ponerse malitos están más irritables y son más propensos a las pataletas.

2- Despistar

A María se le ponen las orejas rojas, Jesús aprieta fuerte los puños, Sandra lloriquea y se mueve inquieta en su silla... Son los signos de alarma que avisan de que el pequeño está a punto de perder el control. En estas situaciones hay que echar mano del improvisador que cada padre lleva dentro para desviar la atención del niño. “¡Mira, vamos a contar cuántos coches rojos pasan!”, le dice Sonia a su hija cuando la niña empieza a agobiarse en el autobús.
Otra opción es anticipar las consecuencias, por ejemplo “como te estás portando tan bien, al terminar te subo en el caballito”. Pero ¡ojo!, tratándose de niños tan pequeños la recompensa tiene que ser pronto y no es conveniente hacerlo siempre, ya que así entendería que solo tiene que portarse bien a cambio de premios.

3- Pasar página

Y una vez que haya pasado el chaparrón... a otra cosa. Aunque estemos todavía con el 'mosqueo' del mal rato que nos ha hecho pasar, en el momento en el que deje la rabieta le acogemos y si estamos lo suficientemente calmados podemos corregir el mal comportamiento que se acaba de presentar, (por ejemplo: acepto que te enojes y que estés de malas en algunas ocasiones, pero no me gusta que pidas las cosas a los gritos y a las patadas, esos comportamientos son inadecuados). Ten en en cuenta que puedes adaptar estas palabras a  tu propio estilo y necesidad, recuerda también que se critica la mala conducta, no al niño.
Ya hemos hablado de qué hacer para reducir su mal comportamiento, pero los padres muchas veces olvidamos prestarles atención cuando lo hacen bien, con lo cual, los niños sacan la conclusión de que solo les prestan atención cuando se portan mal. En el día hay un montón de oportunidades para decirles lo bien que hacen las cosas: “¡Qué bien está comiendo hoy mi niño!”, “¡me encanta cuando juegas con tu primo sin pelearte!”, “¡cómo me gusta qué me ayudes a regar las plantas!”.

Del mismo modo, dedicarle todos los días un ratito de atención en exclusiva, compartiendo un juego del que él sea protagonista, es la mejor inversión anti-rabietas que podemos hacer.

Alguna cosa más sobre las rabietas:
Dependen del temperamento del niño. Los que de bebés lloraban mucho y eran difíciles de calmar, pueden tener más rabietas entre los 2 y los 4 años.
La actitud de los padres debe ser tranquila y firme. Si durante la rabieta, los niños ven que 'flaqueamos', esta durará más.
Aunque las pataletas parecen eternas, el desgaste físico y emocional de los peques es tan grande que no suelen durar más de media hora y se reducen a 5 o 10 minutos si mantenemos siempre la misma actitud.
Es importante que todas las personas que cuidan al peque sigan las mismas normas, que deben ser pocas y muy claras.