Las cosas que realmente valen la pena en la vida, no se compran con dinero. La felicidad y el amor no se venden ni se compran, se cultivan día tras día. Es importante que los niños sean conscientes de ello desde pequeños ya que así no caerán en la trampa de la que nos alertó Benjamín Franklin: “De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero”.
Menos regalos, más experiencias
Los niños tienen muchísimos más juguetes de los que pueden disfrutar. Aún así, durante la Navidad muchos padres incluso llegan a endeudarse para comprar juguetes a sus hijos que no pueden permitirse. En realidad, se ha demostrado que el exceso de juguetes genera apatía y una especie de anestesia emocional en los niños, además de generar actitudes egoístas y demandantes.
Por eso, aunque no es necesario renunciar a los juguetes y los regalos, es importante que en la familia se prioricen las experiencias compartidas. Los niños están de acuerdo. Según un estudio publicado en el Ine, si los pequeños deben elegir entre los juguetes y pasar tiempo de calidad con sus padres, la mayoría eligen la segunda opción. En realidad, las experiencias compartidas son las que crean recuerdos imborrables, son los paseos, los cuentos antes de ir a dormir, los dulces horneados en familia y los juegos compartidos los que recordaremos cuando pasan los años.
Ese tiempo compartido también es vital para que los niños desarrollen sus habilidades sociales, sean más empáticos y comprendan el valor de cultivar las relaciones. Los objetos y la tecnología pueden reportar una gratificación momentánea pero no pueden suplir el vacío y la soledad que implica carecer de una buena red de apoyo social. Si le enseñamos a los niños a hacer amigos y mantenerlos, le estaremos haciendo uno de los regalos más valiosos para la vida.
Cuidar los objetos para que duren
Otra enseñanza clave consiste en enseñarles a cuidar sus cosas. Es importante que los niños no caigan en la sociedad líquida a la que hacía referencia el filósofo Zygmunt Bauman, una sociedad en la que tanto las cosas como las posesiones son extremadamente efímeras, cambiando con tal rapidez que no podemos llegar a disfrutarlas plenamente ya que apenas las tenemos, ya estamos pensando en las próximas adquisiciones.
Las cosas que realmente valen la pena en la vida, no se compran con dinero
Por consiguiente, hay que enseñarles a los niños a cuidar sus cosas para que duren. Los juguetes, la ropa y los aparatos electrónicos no se tiran solo porque nos hemos aburrido de ellos y han sacado a la venta una versión “superior”. Si lo explicamos bien, los niños pueden comprender que detrás de la fabricación de esas cosas hay un proceso que contamina el medio ambiente y que buscar continuamente las novedades materiales genera una euforia momentánea pero no una felicidad sólida y duradera.
Cultivar las relaciones para que crezcan
Numerosos estudios psicológicos han comprobado que las mayores satisfacciones y alegrías de la vida provienen precisamente de las relaciones interpersonales. Los niños deben aprender desde pequeños a alimentar esas relaciones, para que en el futuro se conviertan en personas que aportan valor a los demás. Eso significa que hay que enseñarles a ponerse en el lugar del otro, de manera que comprenda cómo sus actitudes, palabras y comportamientos pueden herir o hacer felices a las personas.
También es importante enseñarles a cuidar los pequeños detalles, que son los que hacen crecer una relación, como decir “te quiero” o “eres importante para mí”. Para demostrarle a una persona especial cuánto la queremos no es necesario comprar un regalo. De hecho, el mayor regalo que podemos hacerle es nuestro tiempo.
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