viernes, 6 de abril de 2018

“Mi pareja y yo no estamos de acuerdo”: cómo negociar cuando hay discrepancias sobre la crianza de los hijos”

¿Puedo quedarme cinco minutos más despierto?

-Claro

-¿Cómo que “claro”? La hora de acostarse es la hora de acostarse.

Puede que a tu pareja le gusten las películas de terror y a ti no. Puede que prefiera ir al campo y tú a la playa. Puede que sea más de dulce y tú de salado. Las diferencias entre los dos miembros de la pareja son habituales, pero, ¿qué pasa cuando las discrepancias son en torno a las pautas de crianza? ¿Puede perjudicar a nuestro hijo?

Es frecuente que no compartamos todos nuestros gustos con nuestra pareja, que tengamos personalidades, estilos de hacer las cosas e incluso filosofía de vida diferentes. Esas diferencias puede que hayan pasado desapercibidas o que no supongan un gran conflicto en la relación, pero cuando hablamos de discrepancias en lo que a pautas de crianza y educación de los hijos, la cosa se complica. Llegar a acuerdos cuando partimos de perspectivas distintas, o incluso opuestas, es uno de los mayores retos a los que se somete la pareja cuando llegan los hijos.
Existen varios aspectos que hacen que nos posicionemos fuertemente en nuestra forma de entender la crianza:

En el “cómo educar” confluyen nuestros valores, creencias, personalidad, educación recibida... es decir, hay mucho en ello de nosotros mismos y de nuestra manera de ver el mundo, de ahí que defendamos férreamente nuestro punto de vista.

Implica a una tercera persona, nuestro pequeño, y siempre queremos lo mejor para él.

La responsabilidad percibida de las consecuencias que tendrán en nuestro hijo las decisiones que tomemos al respecto es muy alta, de manera que éstas conllevan una enorme carga emocional para los padres.
Por otra parte, aunque ya existieran en la pareja aspectos en los que no había acuerdo, este es uno del que no podemos huir: podemos no ver esa peli juntos si no nos gusta a los dos, pero no podemos dejar de educar a nuestro hijo porque no estemos de acuerdo. Es decir, la imposibilidad de evitar u obviar este tema hace que sea más potente en cuanto a su influencia en la relación de pareja.

¿Qué hacer cuando tenemos estilos de crianza diferentes?

La clave, lo principal y más importante, es que a pesar de que haya discrepancias exista el sentimiento de equipo y hagamos frente común. ¿Cómo?

Ante los niños:

No discutir, pelear, delante de los niños (otra cosa es mantener un diálogo sobre nuestras opiniones y mostrarles que se puede llegar a un acuerdo)
No desacredites a tu pareja delante del pequeño, con eso le estamos transmitiendo la idea de que pueden no acatar nuestras decisiones.

Apoya al otro: es importante mostrar unidad y coherencia ante los niños. Y si de verdad es algo que con lo que no estás de acuerdo, hablalo luego, a solas.

Para los padres:

Establece prioridades, elige qué temas son verdaderamente importantes y cuáles no, o menos. No podemos estar en todo ni pretender hacerlo todo como queremos, por eso resulta interesante plantearnos qué aspectos en los que no estamos de acuerdo son realmente significativos para nosotros.
Revisa tus ideas y creencias en cuanto a crianza, cuestiónalas: a veces nos dejamos llevar por la inercia de lo aprendido, de lo que hemos visto, pero no nos hemos parado a meditar sobre su utilidad o beneficios. Las discrepancias en la pareja son la excusa perfecta para la reflexión.

Establece tus límites, está claro que los tienes, pero exprésalos con delicadeza, no como un ataque o un menosprecio a la opinión de tu pareja.

Recuerda que tu pareja es una persona distinta a ti, con su personalidad, sus valores, sus creencias... El respeto es absolutamente fundamental.

En privado, y negociando, establece una serie de normas básicas, acerca de aspectos imprescindibles para el funcionamiento diario, y luego, poco a poco,  tratar otros temas.

Desacuerdos en pareja educación hijos

La clave es el respeto y la negociación. ¿Cómo llegar a un acuerdo?

Ante la toma de decisiones, plantear, con calma, las posturas propias.

Indica, con respeto, tus puntos de vista.

Busca (creativamente, con una actitud positiva) soluciones al conflicto, opciones con las que los dos si sientan cómodos.
Toma de esa lista de soluciones aquella que más les guste o que más ventajas tenga, y ponla en práctica, los dos, como equipo.

No boicotear la decisión: aunque no sea la opción que más nos gustaba no tiene sentido que la boicoteemos, eso creará un clima de desconfianza mutua.

Valora los resultados: cómo está funcionando, ¿estamos contentos con ello? Lo ideal es volver a charlar sobre el tema y hacer una puesta en común para valorar el mantenimiento de esta pauta y/o para ajustar futuras decisiones.

Reforzarse mutuamente por haber conseguido llegar a un acuerdo. No siempre es fácil, así que recordar que lo han  logrado es positivo.

Conviene evitar el “modo guerra”

No es una competición, ambos quieren lo mejor para los hijos.

Tú mismo/a has cambiado y cambias (más a menudo de lo que piensas) de opinión. Si la paternidad nos enseña algo es que no siempre estamos acertados, que cometemos errores, pero que de ellos aprendemos.

Intenta empatizar con tu pareja: ¿de verdad es tan disparatado lo que propone?

No hay verdades absolutas.

Evita el “no” por sistema a lo que proponga tu pareja. Dialoguen

El desacuerdo no es negativo, pero sí el conflicto

Es importante que hagamos la distinción entre ambas situaciones: una cosa es tener opiniones contrapuestas y otra es “pelearnos”, faltarnos al respeto, gritar...

Son muchos los estudios que demuestran que el conflicto entre los progenitores genera dificultades en los niños. Por ejemplo, en un estudio realizado por la Universidad de Jaén y la Universidad de Granada, establecen la relación entre conflicto en la pareja con agresividad y problemas de conducta en los hijos (especialmente en adolescentes, aunque también en niños más pequeños).

De manera más específica, un estudio publicado por el Journal of Family Psichology concluye que la exposición a enfrentamientos entre los padres produce inseguridad emocional en los niños, y que podría llegar a generar ansiedad e incluso depresión.
Las discrepancias pueden ser positivas

Las diferencias en los estilos de crianza y la diversidad de opiniones entre los padres, siempre y cuando las gestionemos de manera positiva, pueden ser beneficiosas para nuestros hijos. Mostrarles que a pesar de las diferencias somos capaces de llegar a acuerdos, que aunque tengamos opiniones distintas somos un equipo y una unidad con respecto a ellos puede favorecer que:

Aprendan que no todos tenemos una misma opinión y que debemos respetarnos unos a otros a pesar de ello.

Puede servirles para aprender a negociar (los padres ejercemos de modelos para nuestros hijos).

Pueden aprender que no hay una única manera de resolver las cosas, lo que favorece su creatividad y flexibilidad cognitiva.

No existe la pareja “perfecta” en la que no hay discrepancias, pero si funcionamos como equipo y el bienestar de su nuestro hijo es la meta común. Ser diferentes no será negativo, pero hagámoslo bien.

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