Estas son algunas de las quejas más comunes de los padres de los niños que no quieren comer, un problema que en el ámbito de la Psicología se conoce como “alimentación selectiva”. En esos casos, la hora de la comida puede convertirse en un auténtico calvario tanto para los niños como para sus padres.
Se estima que aproximadamente el 50% de los niños presentan comportamientos muy selectivos a la hora de comer. Lo más usual es que los pequeños rechacen algunos alimentos, generalmente por su olor, textura o sabor.
El problema comienza cuando los niños no quieren comer prácticamente nada y se niegan a probar nuevos alimentos. De hecho, algunos siguen una dieta muy limitada y solo se alimentan de patatas fritas, pasta y queso. Les horroriza la idea de comer carne, verduras y frutas.
Obviamente, mediante este tipo de alimentación los pequeños no pueden obtener los nutrientes que necesitan para crecer, por lo que los padres deben complementar su alimentación con las vitaminas para niños. De hecho, el principal problema es que los alimentos rechazados son precisamente los más ricos en vitaminas, minerales y fibra como las frutas, legumbres y pescado.
"El niño que no quiere comer se convierte en un joven muy exigente con la comida"
Muchos padres se preguntan si en algún momento sus hijos lograrán comer con normalidad y si este comportamiento puede tener consecuencias más tarde en la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Stanford analizó por primera vez el comportamiento de los niños que no quieren comer y les dio seguimiento hasta llegar a la juventud.
Estos psicólogos analizaron a 61 niños y descubrieron que el 60% de quienes llevaban una alimentación selectiva, seguían siendo melindrosos a la hora de comer incluso al cumplir los 23 años. Sin embargo, la buena noticia es que estos jóvenes no eran más propensos a padecer trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia. Tampoco mostraron signos de bajo peso u obesidad.
Estos investigadores también apreciaron que la tendencia de los niños a rechazar algunos alimentos va aumentando progresivamente, hasta llegar a un pico alrededor de los 6 años. Luego los niños comienzan a aceptar de mejor algunas comidas, alrededor de los 7 o 9 años. Sin embargo, muchos de esos niños melindrosos se convertirán en jóvenes muy exigentes a la hora de comer, por lo que es mejor ponerle corto cuanto antes.
"Más allá del capricho: El trastorno de restricción de la ingesta alimentaria"
Cuando un niño no quiere comer, solemos pensar que se debe a un capricho o a que se ha malcriado demasiado. Sin embargo, también existe el trastorno de restricción de la ingesta alimentaria, que va más allá del pequeño que se niega a comer el brócoli. Este problema se caracteriza por:
- Pérdida de interés por comer, que se manifiesta a través de una profunda apatía hacia la comida o la presencia de irritabilidad a la hora de comer.
- Rechazo intenso hacia algunos alimentos por sus propiedades, ya sea el color, olor, textura, temperatura o apariencia.
- Pérdida de peso significativa o problemas en el crecimiento.
- Deficiencias nutricionales causadas por una dieta desequilibrada e insuficiente.
- Miedo, asco o intolerancia a ciertos alimentos, aunque se trate de porciones muy pequeñas.
Este trastorno es más común en las personas altamente sensibles, aunque también se ha relacionado con las personas con tendencia a la ansiedad y a las obsesiones y compulsiones. De hecho, se ha apreciado que este trastorno es más común en los niños que crecen en hogares donde reina la ansiedad y el estrés.
En este sentido, un estudio llevado a cabo en el Duke Center for Eating Disorders reveló que de los niños que desarrollan una alimentación selectiva, aproximadamente el 3% padecen un trastorno de restricción de la ingesta alimentaria. Estos psicólogos analizaron a 3,433 pequeños y descubrieron que quienes padecían ese trastorno tenían una mayor vulnerabilidad a sufrir trastornos de ansiedad y depresión.
¿Cómo lograr que el niño coma? 5 cosas que los padres jamás deben hacer
La preocupación por la falta de apetito de los niños puede llevar a los padres a intentar que coman a toda costa, de manera que terminan dándoles solo los alimentos que les gustan y excluyen el resto. Sin duda, no es una buena idea porque así podemos sentar las bases para la neofobia, otro problema que consiste en la reticencia a probar alimentos nuevos.
Los psicólogos explican que si un niño se expone de manera repetida a un nuevo alimento que no le gusta, terminará aceptándolo al cabo de unos 10 o 15 intentos. Por tanto, lo ideal es ofrecerle el alimento dos o tres veces a la semana, de diferentes maneras, hasta que el pequeño termine probándolo.
Sin embargo, existen algunas estrategias poco recomendables y muy comunes en muchos hogares:
1. Distracción. Los padres intentan distraer al niño para que coma, recurriendo a la televisión o el móvil, agitando un sonajero o leyéndole un cuento. Incluso hay padres que corren detrás del niño por la casa para lograr que se coma una cucharada de comida.
2. Persuasión. Los padres intentan persuadir al niño para que coma determinados alimentos porque solo así se cumplirán alguno de sus deseos. Lo clásico es intentar persuadirle con que vendrán los Reyes Magos y le traerán regalos si come.
3. Chantaje. Es una estrategia horrible que le enseñará al niño a manipular a los demás. Estos padres le prometen que si come podrá hacer ciertas cosas, como acostarse más tarde, comprarle un juguete o comer más dulces.
4. Amenazas y fuerza. En este caso los padres amenazan al niño con frases como “si no comes vendrá el coco” o “si no comes no te querré”. En el peor de los casos se recurre a la fuerza física, lo cual puede terminar provocando el vómito.
5. Comidas a la carta. Algunos padres, con tal de que el niño coma, le permiten elegir entre un amplio menú, una idea que no es mala pero el problema es que el niño selectivo suele terminar eligiendo siempre los mismos alimentos.
La actitud de los padres es fundamental cuando el niño no quiere comer
Un simple "no quiero" o "no me gusta" del niño ante un plato de comida que no le agrada tiene que ser enfrentado con tranquilidad e inteligencia. Los padres no deben olvidar que los niños son imitadores natos, por lo que si ellos mismos son muy selectivos a la hora de comer, sus hijos también terminarán rechazando algunos alimentos.
Por otra parte, es importante recordar que muchas veces los niños intentan probar fuerza, por lo que es fundamental no prestarle demasiada atención a su negativa e insistir suavemente, pero sin obligarle ya que el momento de la comida siempre debe ser agradable y relajado.
Desde el inicio se debe incluir en la dieta de los pequeños todo tipo de alimentos, de manera que se acostumbren a las diferentes texturas y sabores de los alimentos. Si el pequeño se niega a probar un alimento varias veces, podemos buscar alimentos alternativos que le brinden los mismos nutrientes. Después de todo, debemos tener presente que a los niños, al igual que a nosotros, no tienen por qué gustarles toda la comida.
No obstante, si se sospecha que el niño no quiere comer porque padece un trastorno de restricción de la ingesta alimentaria, lo mejor es acudir a un psicólogo ya que será necesario buscar su causa y darle tratamiento.
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