miércoles, 4 de abril de 2018

La importancia de enseñar a los niños el valor de la sinceridad

Los castigos y los enfados no siempre son eficientes a la hora de intentar que los niños dejen de mentir. Como padres, debemos enseñarles desde pequeños la importancia y los beneficios de decir siempre la verdad.

Entre el castigo y las pequeñas mentiras está decir la verdad con nuestros hijos. Esto es simple: si para corregir a veces castigamos, los niños preferirán decir alguna mentira para salirse con la suya. Claro que una de nuestras obligaciones como padres es enseñar a los niños el valor de la sinceridad. Después de todo, de esto puede depender el futuro de nuestros pequeños.
El asunto no es tan sencillo como parece. No es lo mismo enseñar a nuestros hijos a ser transparentes que a atarse los cordones de sus zapatos. Son muchos los factores que inciden en las enseñanzas valorativas de los niños.

Pero esta es quizás nuestra lección más importante. Por eso debemos llenarnos de paciencia, y aunque no lo creas, existen algunos tips de utilidad para enseñar a los niños el valor de la sinceridad.

¿Por qué los niños mienten?
Lo primero es entender que los niños no mienten por las mismas razones que los adultos. Los psicólogos infantiles han enumerado las razones por las cuales los niños utilizan el recurso de la mentira. Conseguir cosas y llamar la atención  son las primeras opciones

Claro que ellos lo hacen sin tener una moralidad definida. Otra de las razones más típicas es para evitar un castigo por parte de sus padres; este es quizás el motivo con el cual debemos tener mayor cuidado: mucha severidad puede generar personas mentirosas.

Es necesario enseñar a los niños a decir la verdad.
También puede ocurrir que ellos confundan un poco la realidad y los hechos fantásticos. Para finalizar, otro motivo con el cual debemos tener cuidado es la imitación. Si una persona importante comienza a mentir, sin duda alguna los niños lo podrán repetir.

¿Cuándo comenzamos a enseñar sobre la mentira y la verdad?

Otro aspecto importante es que nuestra enseñanza de lo valorativo no puede comenzar antes de los 3 años. De hecho, para ese momento las percepciones de nuestros pequeños y sus conceptos no son suficientes. Por estas razones, nuestro trabajo es trabajar en ello.
Pero una vez cumplidos los 3 años lo correcto es ser intensivos y cuidadosos al respecto. La clave está no solo en lo que enseñamos, sino en el análisis que hacemos del comportamiento del niño.

Esto nos permitirá en principio detectar las razones particulares por las cuales el niño está mintiendo. Solo bajo un análisis objetivo podremos trabajar el problema desde los inicios de la formación de su criterio.

Más importante aún que castigar la mentira es reconocer importancia de que digan la verdad
El estímulo es bueno para cualquier tipo de aprendizaje infantil. Por eso cuando el pequeño dice la verdad, lo correcto es que lo motivemos con halagos y reconocimientos para que asocie la sinceridad con algo positivo. Esto ayudará a crear un ambiente de confianza dentro del seno familiar.

Y claro que hay que reprender cuando las mentiras se lleven a cabo, pero las consecuencias y regañinas deben ser bien orientadas y moderadas, (evitar los castigos físicos y psicológicos). Tachar a los niños de mentirosos puede ser algo muy negativo. Después de todo… ¿el objetivo no es que nuestros pequeños confíen en nosotros?


El tema de la verdad y la mentira va más allá de una disciplina o una postura moral. Más bien se trata de confianza y apoyo mutuo para enfrentar las cosas unidos.
Con el paso del tiempo, la idea es que los niños comprendan el valor de decir la verdad. Lo primero es hacerles ver que al decir mentiras nos impiden ayudarlos de la mejor manera posible. En este sentido, ser sinceros es dar y tener protección.

La cuestión de la confianza es un tema clave. Si nosotros expresamos nuestro orgullo cuando confiamos mutuamente y premiamos dicha disposición, ellos entenderán el mensaje. Porque de hecho, se trata de que el pequeño interiorice que pertenece a una familia que lo arropa.
Además, si somos auténticos ellos deberán serlo también. Partiendo de esta base, debemos evitar que nuestros hijos nos escuchen decir mentiras, contradicciones o sinsentidos. Los padres somos la imagen que deben seguir de los niños, así que todo dependerá en gran medida del desempeño propio.

Nadie dijo que fuera sencillo enseñar a los niños el valor de la sinceridad. Lo cierto es que si perdemos los estribos podríamos tener un efecto totalmente opuesto. Tolerancia, paciencia, análisis y confianza son nuestras mejores armas para lograr el objetivo.
Fuente:Eres Mamá

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