La carencia afectiva es un problema cada vez más preocupante en una sociedad donde muchos padres se ven obligados a pasar gran parte del día trabajando, por lo que apenas tienen tiempo para sus hijos. Como resultado, les compran juguetes con los cuales compensar la falta de atención. Sin embargo, situaciones similares dan paso a una carencia afectiva porque ningún juguete puede suplir el cariño y la atención de los padres.
De hecho, los niños que pasan muchas horas delante del televisor o con los videojuegos no están disfrutando del cariño que deben ofrecer los padres. Por tanto, ese estilo educativo en el cual se deja a los pequeños en manos de la tecnología es altamente impersonal y puede conducir a la carencia afectiva.
¿Qué es la carencia afectiva?
La carencia afectiva es una situación de falta de cuidados, atención, apego y protección por parte de los padres o el cuidador habitual del niño. Este problema puede estar causado por el abandono y el maltrato, aunque también se puede apreciar en padres emocionalmente ausentes o distantes que no les dedican tiempo de calidad a sus hijos.
Como resultado, ese niño, que en realidad es muy sensible emocionalmente y está preparado para captar las señales extraverbales más sutiles de los adultos, no se siente querido, más bien percibe que es rechazado o ignorado en el seno de su familia.
De hecho, debemos tener en cuenta que aunque los niños pequeños no son plenamente conscientes de lo que eso significa, intuyen que están creciendo en un ambiente donde no reciben la atención y el cariño que necesitan. De cierta forma, esos niños saben que no tienen a una persona que lo sostenga. Y esa sensación puede llegar a ser aterradora.
¿Cómo se manifiesta la carencia afectiva?
Cada niño es diferente y reacciona de manera distinta a una situación de carencia afectiva. Algunos pueden recluirse en su mundo interior y volverse miedosos y tímidos pero otros pueden expresar su incomodidad a través de la ira y la agresividad. Aún así, algunos de los síntomas más universales de la carencia afectiva son:
Miedos y fobias, sobre todo relacionadas con el abandono.
Problemas para expresar de forma asertiva los sentimientos.
Incapacidad para controlar los impulsos, lo cual puede dar pie a conductas agresivas.
Desconfianza generalizada hacia la mayoría de las personas, se trata de niños a los que les cuesta confiar en los demás, como si algo en su interior estuviera “roto”.
Trastorno de ansiedad o déficit de atención.
Cambios bruscos de conducta y labilidad emocional.
Escasas habilidades sociales y lenguaje poco desarrollado para la edad.
¿Cuáles son sus consecuencias?
Una situación de carencia afectiva provoca una gran avidez de cariño en el niño, así como un profundo miedo a perder a las personas amadas. Como resultado, ese pequeño se mantiene en un estado de ansiedad permanente, a la búsqueda de relaciones afectivas que puedan satisfacer esa necesidad de amor y seguridad.
De hecho, debemos tener en cuenta que los niños necesitan el cariño, las caricias, los besos y abrazos para crecer. No es suficiente con alimentar a un bebé, es necesario proporcionarle un entorno estimulante, seguro y lleno de amor. Las muestras de afecto son beneficiosas para la formación de su personalidad pero también para su maduración cerebral. Sin esas muestras de amor, el desarrollo neuronal de un niño no se completa, y ello puede generar diferentes problemas.
Por ejemplo, la carencia afectiva generalmente conduce al desarrollo de una personalidad insegura, caracterizada por la inmadurez emocional, el individualismo y los problemas de identidad. También se ha apreciado que estos niños, cuando crecen, tienen problemas para mantener relaciones interpersonales estables y suelen sufrir profundos conflictos de valores.
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