Si tu bebé llora, es que le pasa algo y hay que atenderle. El problema llega cuando el niño no quiere comer, ni dormir, ni jugar, no sabes qué le pasa y no hay forma de calmarle.
Como los bebés no saben hablar, se comunican con el llanto. Si tienen sueño, lloran; si tienen hambre, lloran; si están aburridos, lloran; y a veces incluso parece que los niños lloran porque sí, sin motivo. Pero siempre lo tienen.
Prueba a seguir estos consejos:
Mecerle. Los brazos preferidos son los de mamá. Cuando ella coge a su bebé, le mece, le arrulla, le dice palabras bonitas al oído, muchas veces se calma. El contacto con mamá le hace recordar lo agustito que estaba en el útero materno.
De paseo. Todos los padres lo dicen. Alguna veces, solo funciona sentar al niño en su cochecito y andar un ratito por la casa o por la calle. Es ese vaivén y traqueteo el que le hace tranquilizarse.
Masaje. Las caricias en la tripita o en la espalda también sosiegan al bebé. A veces los gases le hacen daño y un suave masajito le viene fenomenal. Lo ideal es que esté acostumbrado a recibir masajes, por eso hay que hacerlo de forma habitual: un ratito antes del baño, por ejemplo. El bebé estará desnudo y la habitación caldeada entre 25 y 28 grados, para que no se enfríe. Un poco de aceite que habremos calentado previamente frotándonos las manos, es el toque final.
Cambio de brazos.Intentamos calmar al niño meciéndole, pegándole a nuestro pecho ¡nada funciona y nos vamos poniendo nerviosas, aunque a veces ni seamos conscientes de ello! Pasa al niño a los brazos de otra persona que esté tranquila.
La lavadora. Algunos padres cuentan que cuando su hijo no puede dormir y llora desconsoladamente, lo tumban en la hamaquita y lo ponen al lado de la lavadora. El ronroneo del motor les hace tranquilizarse y conciliar el sueño. (la secadora de pelo también funciona fenomenal)
Desnudito se está mejor. Puede que el pañal le apriete o que tenga cólicos: liberarle del pañal y dejarle patalear a sus anchas puede funcionar.
El calor de mamá. Uno de los trucos más utilizados: colocar el niño en contacto piel con piel con mamá. El calorcito y el sonido de su corazón son el mejor tranquilizante.
Un paseo por la casa. El aburrimiento también es motivo de llanto. Si le coges y das un ruta por la casa, enseñándole un cuadro, contándole qué ves en la cocina… se calmará.
El arrullo. En el útero materno el bebé estaba apretadito y protegido y de repente, ¡todo el espacio para él! Esa pared blandita que le resguardaba cuando estaba en la tripita de mamá ha desaparecido y eso a veces le resta seguridad. ¿La solución? Envolver al niño en una toalla, chal o mantita. Así se siente menos vulnerable.
Dale el pecho. Es la solución estrella porque une muchas medidas: el calorcito de mamá, el boom boom rítmico de su corazón, el vaivén de estar en brazos… Y eso sin contar que la leche sacia y reconforta y eso le hace sentir bien.
Lo que nunca hay que hacer:
Darle tranquilizantes, tila, infusiones…
Dejarle llorar para que “no se acostumbre a los brazos”.
Ponerse nervioso: si no podemos evitarlo, es mejor dejar que tranquilice al niño otra persona. Cuantos más nervioso estés, más nervioso estará el niño.
Reñirle. ¿Por qué? Porque no sirve absolutamente de nada. Todo lo contrario: probablemente llorará más.
Zarandear al bebé, (olvídate de eso) ya que los huesos de su columna y su cabecita son frágiles.
Fuente: Ser Padres.
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