En muchas ocasiones, como padres o educadores, tenemos que enfrentarnos a la incómoda y preocupante situación de que un niño muerda a otro. Normalmente esto se produce en las etapas más tempranas de la infancia, y suele deberse a sensaciones de tensión y de angustia mal gestionadas. Pero, aunque sea algo que sucede con mucha frecuencia, lo cierto es que es un comportamiento cuya gravedad, por las consecuencias que podría llegar a tener, exige ser atajado al momento.
¿Qué puedo hacer si soy testigo de este tipo de comportamiento?
En primer lugar, debemos ser conscientes del significado que suele tener este comportamiento, que no es otro que un desarrollo escaso o ineficaz aún del lenguaje, por lo que muchos niños que aún no han aprendido a expresarse y a comunicarse con fluidez, necesitan comunicarse de la forma que encuentran más simple, que muchas veces tiene que ver con lo físico, como empujar, pegar o morder.
Debemos evitar caer en el simplismo de que nuestro hijo haya llegado a esa situación porque lo haya visto en otros niños, ¡no comencemos desde sus inicios de vida a dividir a las personas entre buenas y malas! Y es que en realidad la explicación suele ser mucho más simple: el instinto es el culpable de que muchos niños sientan la necesidad de morder a otros niños. Ya sea porque les han quitado un juguete y no saben expresar con palabras el malestar que esto les produce, o por cualquier otro conflicto que pueda darse entre niños, muy habituales en las escuelas de infantil, la incapacidad de comunicarse correctamente causa en ellos frustración.
Este sentimiento de la frustración es totalmente normal y humano, y como adultos jugamos un papel muy importante con respecto a los mecanismos que utilicemos para hacer posible que los niños canalicen dicha frustración de otra manera menos agresiva y peligrosa. Haz ver a tus hijos, si se encuentran en esta situación, que esa conducta es errónea e intolerable y que puede con ella hacer daño a otras personas. Céntrate en trabajar la frustración y la angustia y, sobre todo, no repitas la misma actitud de nerviosismo o decepción cuando suceda algo en casa, puesto que los niños nos tienen a los mayores como referencia para todo.
Recuerda que manejar las emociones es vital para vivir en paz y en sociedad. Y si esto aún no es suficiente y tu hijo sigue repitiendo esta actitud, prolongándose en el tiempo, acude a un especialista es psicología para que te ayude a encauzar y a solucionar el problema. No tengas miedo de acudir a un especialista cuando lo consideres necesario. ¡Están para ayudarnos!
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