Querido hijo, no pondré sobre ti mandatos heredados, frustraciones personales ni cargas que fueron, son y serán solo mías. Querido niño, te educaré para que seas libre, para que construyas tu propio camino sin peso alguno sobre tus espaldas, mente y corazón.
Hablemos hoy de todas esas cargas invisibles que custodiamos como personas, como seres que forman parte de un ciclo vital donde a veces, arrastramos alguno que otro vacío, amargura, decepción o actitud limitante. Esas que a su vez, heredamos de nuestros padres o que incluso otras personas nos han impuesto sin que nos demos cuenta.
Los niños deben ser libres, no pongamos nuestras cargas sobre ellos
Los niños deben caminar ligeros para poder alzar la mirada y sentir la vida, la felicidad y la magia de las oportunidades que siempre estarán a su alcance si ellos se sienten merecedores de las mismas. Sin embargo, si educamos con cargas, ponemos alambradas a estas perspectivas de manera, que poco a poco nuestros hijos crecerán con miedos, con inseguridades y limitaciones, de esas que vetan la felicidad.
Ahora bien… ¿qué entendemos por cargas? ¿De qué manera podemos estar inculcando en ellos estas dimensiones que para muchos padres son casi inconscientes? Te hablamos de ellas a continuación.
La carga del “deseo qué”….
La carga del “deseo qué” puede tener su lado positivo y su reverso negativo. Estos serían unos sencillos ejemplos de los mismos:
Deseo que mi hijo sea el más listo de la clase
Deseo que mi hija sea la más bonita de todas las niñas
Deseo que mis hijos cuiden de mi el día de mañana porque al fin y al cabo, me lo deben.
Deseo que mi hijo sea arquitecto y mi hija cirujana.
Deseo que sean personas obedientes, formales, que tengan ciertas orientaciones políticas y que formen familias sólidas en las que yo también pueda apoyarme.
En estas frases podemos intuir sin duda la expresión de esa educación creada con unos moldes muy limitados donde los padres diseñan cómo debe ser la vida de los hijos. No es lo adecuado, demos entonces la vuelta a estas ideas:
Deseo que mi hijo sea feliz, que lleve la vida que el desee
Deseo que mis hijos sean libres, que sean capaces de luchar por sus propios objetivos, los que ellos mismos elijan.
Deseo que mi hijo llegue hasta donde él quiera, pero que no olvide nunca dónde esta su hogar y las personas que lo querrán siempre haga lo que haga y esté donde esté.
La carga del miedo
La carga del miedo es la más temible de todas las cargas en los vínculos parentales. Los progenitores que temen que los hijos crezcan, que hagan esto y lo otro, que acaben heridos, que sean rechazos, que anticipan casi de forma obsesiva riesgos exagerados, erigen una educación tóxica donde el niño acaba siendo dependiente e inmaduro.
La carga del “temo que se hagan mayores y me dejen para siempre” es sin duda la más característica de todas.
La carga del “debes hacer lo que yo no pude”
Esta es sin duda una característica muy común en muchas generaciones de padres. A muchos nos educaron en la necesidad de superarnos, de acceder a todo aquello que nuestros progenitores no tuvieron o no consiguieron en su momento.
Así, es común que en ocasiones se obligue a los pequeños a practicar tal deporte, disciplina o a estudiar determinadas cosas y carreras porque en esencia, son frustraciones de los propios padres. Hechos no logrados que ahora, deben cumplir los hijos.
Evitemos estas conductas. Seamos capaces de conocer a nuestros hijos para ayudarles a que hagan y consigan aquello que ellos desean, y no lo que deseamos nosotros.
Querido hijo, me cuido como persona para darte lo mejor de mi
Reflexiona en ello, recuérdalo cada día. Debes cuidarte como persona, necesitas sanarte como mujer, sanarte como hombre, debes reparar con los hilos del cariño y la resiliencia esos vacíos, esas frustraciones para que ninguna de esas sombras, alcance a lo que más quieres: tus hijos.
Si te sientes bien, si tu autoestima es fuerte, tu corazón digno y tu mente libre de rincones oscuros donde se encuentran posibles traumas y decepciones, ten por seguro que darás lo mejor de ti a tus niños. Evítales tus propias cargas, pon sobre ellos el velo de la ilusión, arrópalos con el calor de la esperanza y pon en sus manos la capacidad de construir con valentía sus propios caminos.
Los que ellos quieran a medida que maduren a tu lado.
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