¿Recuerdas el último enfado que tuviste? Todas las personas nos enfadamos, con mayor o menor frecuencia, con reacciones más o menos intensas. El enfado forma parte de nuestro repertorio emocional natural.
Si nos paramos a pensar en nuestros enfados, seguro que se nos ocurren situaciones con las que muchas personas podemos sentirnos claramente identificadas.
La ira es enfado, rabia, furia, irritabilidad. Es una respuesta emocional natural en todos los seres humanos, presente en nuestro repertorio biológico y con funciones básicas muy importantes.
PERCEPCIÓN O INTERPRETACIÓN DE PELIGRO O AMENAZA
La ira es una emoción potente que surge en situaciones en las que la persona percibe o interpreta que está en peligro o siendo atacada, así como en circunstancias en las que el propio logro de objetivos o cumplimiento de expectativas se ve imposibilitado por algo o por alguien.
En realidad, la ira es una señal de alarma. Es un indicador emocional de que algo no marcha adecuadamente. La ira nos ofrece una información valiosísima sobre nosotros mismos, pues nos señala una necesidad personal no satisfecha.
Las reacciones asociadas a la ira pueden ser explosivas, destructivas, violentas, pero también pueden ser suaves, sutiles, pasivo-agresivas. En ambos casos, el impulso frecuente es a desahogarla atacando o poniéndonos en contra del sujeto involucrado en el enfado.
Sin embargo, desde la perspectiva de la ira como aliada del autoconocimiento y el desarrollo personal, cuando nos centramos en la búsqueda de la necesidad personal no satisfecha de la que nos alerta la ira, el desahogo agresivo de la misma hacia el otro pierde su sentido.
AL ENCUENTRO DE UNA NECESIDAD PERSONAL NO SATISFECHA…
No se trata de reprimir la ira o evitarla. Se trata de profundizar en ella para llegar a un autoconocimiento emocional más profundo que nos ofrezca las claves para recuperar el equilibrio o bienestar perdido.
Desde este enfoque, es imprescindible tener en cuenta que la ira es una emoción reactiva, no es un sentimiento puro. Surge como una reacción basada en el miedo, la sensación de inseguridad, de peligro. Es un sentimiento secundario, defensivo, con el que la persona trata de demostrar fortaleza, amenaza al otro, desea castigarle.
El enfado hace que la persona desee vengarse del otro, que quiera penalizarle por la ofensa ejercida. Cuando no se profundiza sobre ella, la ira nos sitúa en una posición violenta que nos mueve a actuar en contra de otras personas.
El enfado, cuando se mantiene en un plano superficial, nos lleva a la construcción de un discurso interno basado en lo malo que es el otro, lo desagradable de sus acciones, lo indeseable de su forma de actuar o de ser. Sin embargo, dice muy poco de nosotros mismos y nos imposibilita planificar acciones constructivas.
Por el contrario, cuando profundizamos en nuestra propia vivencia asociada al enfado y basamos el discurso interno en la experiencia personal y las necesidades propias no satisfechas, la ira nos ofrece una oportunidad de conexión con nosotras mismas, enriquecedora y potente, que nos permite decidir de manera constructiva qué deseamos hacer para restaurar el equilibrio o el bienestar perdido.
Desde esta perspectiva de la gestión de ira se propone la percepción de esta emoción como la punta del iceberg de otros sentimientos más profundos y estables que entrañan necesidades no satisfechas.
Con esta propuesta no se pretende en absoluto evitar sentir ira ni se propone una manera de reacción a la misma. Simplemente se pretende facilitar el autoconocimiento que nos brinda el enfado y, con ello, probablemente las reacciones airadas serán mucho menos agresivas.
La conexión con las propias necesidades no satisfechas, con el miedo o la sensación de inseguridad, nos permiten reacciones centradas en uno mismo, desde lo constructivo, alejándonos de las reacciones defensivas basadas en atacar al otro de manera violenta.
Fuente: Monica Serrano
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