lunes, 26 de febrero de 2018

El niño que siempre pierde sus cosas


Cuando un niño olvida o pierde sus cosas continuamente, suele responder a una falta de responsabilidad. Unos padres muy protectores o una educación excesivamente permisiva favorece en los hijos conductas pasivas y de dependencia porque la responsabilidad se aprende en el hogar. Es necesario que los padres la fomenten aumentando la autonomía del niño.

Enséñale a ser más responsable

Si cada vez que Juan vuelve a casa sin algo, su madre le regaña, pero se lo reemplaza sin más, Juan seguirá dejándose sus cosas por ahí. Por el contrario, si Juan sufre las consecuencias de la pérdida, la próxima vez pondrá más interés. Para que un niño interiorice la necesidad de cuidar sus pertenencias, debe comprender que cuando algo se rompe o se pierde él es el principal afectado.
Lo más adecuado es que las consecuencias surjan del objeto perdido. Por ejemplo, si pierde el balón no le compramos otro con el cual pueda seguir jugando. Pero esto no siempre es posible; no vamos a dejar que se constipe por haber perdido el gorro o que se retrase en los estudios por perder el libro de lengua. En estos casos, podemos, acordar previamente, que cuando pierda un objeto de valor deberá comprar dicho objeto con el dinero de su paga o, si se trata de algo caro, dejarle sin paga hasta que abone su parte. 

Por supuesto, es importante mostrarle que ser responsable también tiene sus consecuencias positivas: a mayor responsabilidad mayores privilegios y más libertad.

Contra los despistes

Quizás estás pensando que tu hijo es muy responsable, pero aún así pierde las cosas. Con niños muy despistados también podemos elaborar guiones que le ayuden a recordar.
Se trata de elaborar pequeñas historias que le sirven para recordar: “Antes de ponerme el abrigo compruebo que llevo todo en la mochila –estuche, cuadernos, libros-. Y antes de salir del cole compruebo que llevo todo puesto –jersey, gorra-“.

Para ayudar al niño a poner en práctica estos esquemas, hay que empezar por aplicarlos en casa. En una primera fase, le damos instrucciones concretas: “Antes de ponerte el abrigo vamos a comprobar qué llevas en la mochila… Ahora que hemos visto que está todo, antes de salir de casa vamos a repasar qué llevas puesto…”. A medida que el niño va aprendiendo, hay que reducir el número de indicaciones –has comprobado que tienes todo lo que necesitas- hasta eliminarlas por completo. Así se establece una rutina diaria que favorece la atención del niño. Para reforzar el proceso, háblale de sus avances y comprueba que él o ella también los noten para mayor beneficio y efectividad.

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