Los niños tienen dificultad para compartir, especialmente los niños pequeños. Pero no hay que preocuparse. Esta es una parte normal del proceso de desarrollo infantil. Conocer y aceptar, este es el primer paso para crecer y convertirse en una persona generosa.
El poder de poseer es una parte natural de la creciente toma de conciencia del niño. Durante el segundo y tercer año, cuando el niño empieza a pasar más tiempo separado de su familia, este trabaja para establecer una identidad separada de la madre. De ahí su constante interés por querer hacerlo todo y gritar “mío, mío”. Esta aptitud para crear vínculos fuertes es importante para ser una persona emocionalmente sana.
Cuándo podemos esperar que un niño empiece a compartir:
Un niño no entiende realmente el concepto de compartir hasta los cinco o seis años, más o menos. Esto significa que obligarle a compartir no sirve de nada. Es más, es contraproducente. El niño lo ve como una invasión y puede generar en él actitudes que, con el tiempo, le llevarán a ser realmente egoísta.
Sin embargo, los niños pequeños pueden entender algunas reglas básicas, como esperar el turno para usar algo o respetar que otro niño esté utilizando un juguete, por ejemplo. En este sentido, a medida que los niños comienzan a jugar juntos y cooperar en su juego comienzan a ver el valor de compartir.
Con la fijación, con el contacto materno los niños pueden ser más sensibles a las necesidades de los demás y, por lo tanto, pueden estar más dispuestos a compartir, pero también pueden ser más conscientes de su propia necesidad de preservar su sentido de sí mismo al no compartir.
En este sentido, es más fácil compartir con alguien menos poderoso o menos amenazante (por ejemplo, un niño más pequeño) que con un hermano o un compañero. Esto depende del temperamento y experiencias de cada niño.
No obligues al niño a compartir:
Ya hemos dicho que obligar a compartir al niño no es una buena idea. En su lugar, es mejor crear un entorno que anime al niño a querer compartir respetando la posesión normal de los niños, mientras se le anima a compartir y se ofrece un modelo que imitar.
Observa cómo actúa el niño en el entorno de juegos en grupo. Esto da muchas pautas sobre su forma de ser, de lo que se pueden sacar interesantes ideas para enseñarle actitudes que le animen a compartir.
Si un niño no se integra en el juego en grupo, nunca tiene turno de juego o se siente desplazado es normal que no quiera compartir cuando tiene algo. Sin embargo, cuando un niño tiene su turno y los demás le respetan y realmente se divierte cuando juega, es más fácil que su actitud para compartir con los demás sea más positiva.
La importancias de la conexión y el apego:
Un niño da en la medida que recibe. Se ha observado que los niños que reciben crianza con apego durante los dos primeros años son más propensos a compartir con otros niños en los próximos años, por dos razones.
En primer lugar, los niños que han recibido generosidad siguen el modelo que se les ha dado y se convierten en personas generosas. Además, un niño que se siente bien es más probable que comparta. Por otra parte, un niño criado con apego es más probable que tenga una imagen de sí mismo segura y necesita menos cosas para validar su autoestima.
Proteger los intereses del niño a medida que se le enseña a compartir:
Si un niño se aferra a sus posesiones hay que respetarlo. Es normal que un niño sea egoísta respecto a algunas cosas y que a la vez sea generoso con otras. En este sentido, hay que aliviar la carga del niño de tener que compartir lo que el no quiere compartir.
Esto, además de reforzar su seguridad y autoestima, también le ayuda a entender la importancia de la privacidad y del respeto a los demás cuando están en circunstancias similares. También les enseña el valor de la propiedad. No tiene sentido enseñarles que todo se comparte porque, al fin y al cabo, no es así.
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