Llama mucho la atención la cantidad de diagnósticos que observamos actualmente hacia los niños, la mayoría coinciden en el síndrome de hiperactividad o el de déficit de atención.
Más allá de un análisis científico o de algún estudio médico o psicológico de cuya veracidad no dudamos, existe hoy día una marcada tendencia a catalogar a todos los niños como hiperactivos o con falta de atención.
La reflexión va orientada, hacia el hecho de si es realmente una condición de nuestros niños o es una condición de los adultos que estamos formando a los niños, que quizás no estamos comprendiendo el ritmo y las exigencias que tienen los niños hoy día.
Más allá de los criterios médicos y científicos, existe una realidad que es necesario reconocer y es que los niños de hoy día, son niños extremadamente despiertos, capaces, ocurrentes, independientes e ingeniosos y en muchas oportunidades, nos quedamos cortos ante sus temas de conversación, sus dudas, sus inquietudes y debemos además, escoger prácticamente con pinzas, cada palabra que utilizamos para dirigirnos a ellos, esto nos ha llevado a pensar, si ese asunto de la hiperactividad o el déficit de atención, que muchos asocian además con ese estado de inquietud permanente de los niños, no tendrá más bien que ver con un estado de pasividad por parte de los adultos que los acompañamos en esta existencia.
Cada día hay más madres y padres angustiados, maestras impacientes y sorprendidas y en general, una sociedad que se encuentra alterada por la conducta que observa en los niños y sencillamente, no nos estamos dando cuenta que ellos van más que un paso delante de nosotros, que ya no es suficiente la energía y la inteligencia que ponemos en su formación, para satisfacer sus exigencias los niños de hoy día requieren de una paciencia extrema y de un nivel de comprensión y de sabiduría que muchos de los adultos no tenemos.
Por estas razones, producto en muchos casos de la ignorancia, optamos por elegir la intolerancia ante la mayoría de los niños que nos rodean, juzgamos sus conductas e incluso las acciones de sus padres ante sus conductas, hablamos de la mala crianza de hoy día y de la falta de paciencia por parte de las maestras, sin embargo, no nos damos cuenta que no es un tema que derive de la educación exclusivamente, es un tema que reside en el interior de cada uno de los seres que formamos parte de la vida del niño y que tenemos la responsabilidad, de mediar con la inteligencia de ellos que en muchos sentidos supera la nuestra.
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