Los expertos en crianza suelen indicarnos que sería muy necesario que se desarrollara algún tipo de medicina integral donde además de atender la salud de la madre y el hijo, se cuidara a su vez de las emociones, de “ese todo” que somos las personas donde cualquier pieza en desequilibrio, puede afectar al resto.
Algo que toda madre sabe es que no hace falta haber dado a luz a un hijo para saber lo que es el amor, sin embargo, la maternidad, por sí misma, no nos exime de tener ciertos miedos. Tememos que nuestros hijos dejen de respirar mientras duermen, nos preguntamos cada día si lo estaremos haciendo bien, y si tal y como nos dice nuestra propia madre o amigos, estamos “malcriando” demasiado a nuestros niños.
Nadie viene a este mundo sabiéndolo todo sobre crianza, sin embargo, hay algo que debes tener claro: lo estás haciendo bien, y si en algún momento tienes dudas, quien mejor te puede aconsejar es tu pediatra. Lo que diga la voz popular carece de importancia ante el instinto de una madre y la confianza de nuestros profesionales de la salud.
Los tres miedos de toda madre.
En ocasiones, los miedos de toda madre vienen marcados por su propia historia personal y familiar. Una infancia compleja, donde han existido carencias afectivas o maltratos provoca que por lo general, cualquier mamá desee evitar esos mismos abismos personales y ofrecer a sus hijos todo aquel equilibrio personal, afectivo y psicológico del que ella misma careció en su niñez.
Asimismo, cuando una mujer no se siente bien en su vida personal, con su pareja o con su situación profesional, desarrolla también muchas ansiedades que se esfuerza cada día por controlar y aliviar, para que todo ello, no afecte a la crianza de su hijo.
La maternidad es un escenario lleno de círculos. Por una parte está nuestro pasado personal, después está el de la propia sociedad y el contexto social y afectivo donde estamos incluidas. El último círculo, es el más delicado e importante, es el que establecemos con nuestros bebés.
Veamos ahora cuáles son los tres miedos que por lo general, suele experimentar una madre hasta el punto de pensar que hay cosas que no está haciendo bien.
Miedo a no saber entender las necesidades del niño. Esta es una realidad tan común como comprensible. Es más, aún teniendo varios hijos siempre aparece la misma inquietud, porque cada bebé es diferente y presenta unas necesidades.
No obstante, lejos de construir miedos alrededor de esta dimensión hay que recordar algo: tú eres la mejor respuesta a toda necesidad de tu niño. Ese vínculo que creas con él nada más llegar al mundo hará que seas intuitiva a muchas de sus demandas. Además, cuentas con el apoyo de maravillosos profesionales de la salud que te aconsejan en todo momento.
Miedo a cometer los mismos errores que hicieron nuestros padres. De un modo u otro, todos tenemos alguna imagen en nuestra mente sobre lo que nuestra familia hizo o no hizo cuando nosotros éramos niños. Ahora bien, vale la pena tener en cuenta que ser padre, ser madre no te exime de cometer algún error. Porque los padres perfectos no existen.
No obstante, lo esencial es “estar presente”, estar ahí para tus hijos siempre que te necesiten.
Miedo a no saber hacer felices a nuestros hijos. Este es otro temor habitual. No obstante, no hay que obsesionarse con ello. Basta con recordar unas claves esenciales: escucha a tu hijo, respeta sus tiempos, enséñale a ser responsable, hazle sentir que es una persona especial, y recuérdale que siempre estarás con él en cada sendero que elija tomar en libertad.
Lo estás haciendo bien, eres una mamá completa.
En un interesante artículo publicado en la revista “Psychologies” se nos define un interesante concepto por el cual, descubrirás sin duda que lo estás haciendo maravillosamente bien como madre.
Se trata de la idea de la “mamá completa”. Estos son los principales ejes vertebradores que configuran esta idea, esta imagen a la que todas deberíamos aspirar:
La madre completa no se ve a sí misma como una mamá perfecta, sino como una persona que aprende cada día para darle lo mejor a su hijo con base a sus necesidades.
La mamá completa no proyecta sus problemas emocionales sobre sus hijos. Un día gris en el trabajo, una discusión con la pareja no afecta a la calidad de su relación con sus hijos.
Una mamá completa no controla, no sobreprotege, ni corta las alas de sus niños. Les enseña qué es la responsabilidad y la madurez para que el día de mañana, sean adultos libres y felices.
La mamá emocional ofrece un maravilloso legado emocional que ayuda a sus hijos a fortalecer su autoestima y la seguridad en ellos mismos.
Vale la pena tenerlo en cuenta y confiar siempre en nosotras mismas y si nos equivocamos, volver a empezar, volver a intentar, siempre pensando en mejorar.
Fuente: Eres mamá.
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