Así como los adultos, los niños también sufren de depresión postvacacional, una crisis de adaptación al momento de regresar a la rutina.
Las obligaciones y el día a día pueden generar tensiones y manifestaciones físicas y emocionales desagradables en los seres humanos. Es lo que se conoce como el síndrome de depresión postvacacional y no solo le sucede a los adultos, también a los niños.
Aunque es menos frecuente, esta falta de adaptación entre el periodo vacacional y la vuelta a la vida activa aparece en los más jóvenes cuando regresan al colegio y no se encuentran a gusto en su ambiente, o tienen que enfrentarse a antiguos miedos, profesores que no son de su agrado, compañeros que los matonean o la experiencia de una nueva escuela.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el síndrome postvacacional como una enfermedad, a pesar de que la mayoría de clasificaciones de psicología internacionales no la tipifican de enfermedad. De acuerdo con el organismo internacional, en los menores de edad se manifiesta de forma conjunta o aislada e incluye el aspecto físico, emocional o ambos. Pero, ya sea de una u otra forma, provoca una conducta alterada en los niños que no se ajusta a su forma regular de actuar y les genera angustia.
Los pediatras aseguran que es normal que la población infantil y juvenil la desarrolle, sobre todo cuando el tiempo de vacaciones se prolonga y no han habido horarios fijos. Es una crisis de adaptación para retomar la vida diaria.
De acuerdo con el departamento de psicología de la Clínica Universidad de Navarra, en España, “la sintomatología del síndrome postvacacional es más propia de un cuadro depresivo y se manifiesta de forma progresiva. La falta de diagnóstico puede llevar a manifestar una incomprensión hacia estas personas que pueden agravar el cuadro”. Pero, ¿cuáles son sus síntomas exactamente? Estos son los más comunes en menores de edad, según los expertos del hospital español: cambio de humor, irritabilidad, falta de concentración, alteraciones del sueño, tristeza, llanto sin causa aparente, falta de apetito, agresividad, ansiedad, angustia y somatizaciones físicas como las diarreas y vómitos.
Existen unas recomendaciones mundialmente aceptadas y que se repiten una y otra vez en diferentes manuales de psicología, para tratar de aminorar los efectos del síndrome postvacional y ayudar a los niños a adaptarse a la rutina. Estos son los que recoge la publicación ‘Chronic Fatigue Syndrome, Fibromyalgia, and Other Invisible Illnesses‘ de la psicóloga estadounidense Katrina Berne, adaptados a la población infantil y juvenil.
1. Evitar transmitirle a los niños que volver a la rutina es algo negativo. Por el contrario, es importante incidir en los aspectos positivos de reencontrarse con los compañeros de colegio, con el estudio, aprender nuevos conocimientos, etc. Es importante que el niño note el apoyo familiar ahora que va a iniciar una nueva etapa en el colegio.
2. Realizar los cambios de forma progresiva antes de la vuelta a las aulas. Emplear los últimos tres o cuatro días de vacaciones para comenzar a establecer horarios (por ejemplo, levantarse a una hora determinada), responsabilidades y hábitos del día a día. De esta forma se reduce la brusquedad del cambio.
3. Establecer pautas de comportamiento y nuevas rutinas e ir introduciéndose poco a poco. Hacerlo de forma divertida, para que no lo entiendan como una imposición e ir ajustándolas poco a poco a las exigencias del colegio. Por ejemplo: después de cenar hay que irse a dormir, y no quedarse hasta tarde viendo el televisor, algo más propio de las vacaciones.
4. No dejar todo para el último momento. Ni la compra de útiles, ni el repaso del curso anterior. Esto ayuda al menor a mentalizarse de que la vuelta a la escuela está cerca y le permitirá prepararse emocionalmente para el cambio de la vida de ocio a la activa
Fuente: Revista Semana.
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