viernes, 9 de marzo de 2018

No discutas delante de los niños.

Discutir es necesario para que la pareja llegue a acuerdos, pero hacerlo delante del niño le angustia. Por eso hay que evitarlo.

Los niños son muy receptivos a todo lo que ocurre en su ambiente familiar, especialmente en lo que se refiere a las emociones de sus padres. No en vano dependen de ellos, que son su guía y su punto de referencia.
Durante los primeros meses de vida, un ambiente de discordia y conflicto permanente los condiciona hacia un futuro de inestabilidad y ensimismamiento. Las broncas y las malas maneras les impiden alcanzar la confianza básica necesaria para sentirse bien en el mundo.

Del primer al segundo año, el niño aprende a confiar y a sentirse valorado. Y sólo lo logra si sus padres atienden su necesidad de vivir en un ambiente seguro y acogedor.
Si las discusiones siguen siendo muy habituales cuando es más mayorcito, condicionarán su manera de actuar y de relacionarse. Y es que la imitación es la clave del aprendizaje en todo el proceso de desarrollo.

El niño copia de sus padres el estilo afectivo y de comportamiento, de modo que según haya vivido su infancia, así será su actitud ante el mundo. Todo esto debería animarnos a revisar periódicamente el modelo de funcionar que ofrecemos a nuestros pequeños.

¿POR QUÉ TE ENFADAS?
Las discusiones forman parte de la vida de las parejas. Y es natural: compartir las dificultades, las decisiones más trascendentales (laborales, económicas...) y la educación de los hijos plantea inevitables conflictos cotidianos y facilita el hecho de que las diferencias de criterio afloren.

Sin embargo, lo que realmente daña la relación y la estabilidad emocional de la familia no es el conflicto en sí, sino el mal manejo que hacemos de él (protestar por nimiedades, dejarnos llevar por el nerviosismo, discutir delante de los hijos...).
Muchas parejas se preguntan sorprendidas por qué, aún queriéndose mucho, no pueden evitar enzarzarse en discusiones por tonterías (una toalla tirada en el suelo, quién maneja el mando de la televisión...). Basta con que uno diga algo y el otro opine lo contrario para acabar tirándose los trastos a la cabeza, sin reparar en la presencia del niño.

¿La situación les resulta conocida?

APRENDER A CEDER

Para solventarla es importante que no interpretes estos desacuerdos como un problema, sino como algo que puede enriquecerlos mucho. Aunque en principio no lo parezca, ser flexibles y aportar diferentes puntos de vista nutre nuestra relación y es positivo para nuestros hijos, siempre y cuando lo hagas de una manera relajada y pacífica.
Ya sabemos que no es fácil discutir sobre las diferencias con serenidad y mucho menos lograr pactos equitativos, pero debes poner todo tu empeño en procurarlo y para ello es básico que partas de la actitud de ceder cada uno un poco en sus posiciones, para llegar a una que será diferente de las dos y que será la común, la de ambos.

Además, debes esforzarte en quitar hierro a los asuntos banales (qué lleva puesto el niño, dónde vas a ir el fin de semana...) y centrarte en los temas que son realmente importantes y que precisan del acuerdo sereno y tolerante de los dos, como los criterios de educación que vas a seguir con el pequeño.

Antes de reprochar, descalificar e incluso, en el peor de los casos, insultar al otro, debes conceder un tiempo de reflexión individual para intentar descubrir qué está ocurriendo y si tiene que ver o no con la pareja. Tal vez tengan problemas ajenos a la relación que los estén minando, pero en el fondo, y a pesar de tanta discusión, pueden seguir queriendose como siempre.
Después de haber recapacitado cada uno por separado les resultará mucho más sencillo encontrar un buen momento para comunicarse las cosas de una manera clara, pero sobre todo sin ofender ni hacer daño al otro.

En cualquier caso, siempre debes evitar discutir delante del niño. Primero, porque si lo haces en su presencia le involucras en tus problemas de pareja, algo que no tiene ninguna utilidad práctica. Y segundo, porque intentar que el pequeño se alíe con uno de ustedes es pedirle que se aleje del otro, cuando la realidad es que los quiere y los necesita a los dos.

Por supuesto, utilizarle como excusa para arremeter contra el otro es algo que no debes hacer jamás, porque todos, y en particular el niño, salen perdiendo.

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