viernes, 13 de abril de 2018

Técnica para no perder la paciencia con el llanto

Una de las cosas que drena la paciencia de cualquier persona muy fácilmente es el llanto

¿Sabes por qué?
Por que el llanto de los niños está diseñado por la naturaleza para ser insoportable, pues eso hace que atendamos las necesidades de lo bebés de manera inmediata.

Sin embargo hay muchas veces que los padres NO deben ceder ante el llanto, en especial cuando los niños son más grandes y cuando lo que piden no tiene que ver con sus necesidades básicas, y en esos casos puede ser un martirio mantenerse firme.
¿Alguna vez has escuchado a alguna persona hacer rechinidos que son muy molestos, o a gente que tiene a todo volumen música desagradable, o a gente que suele gritar? seguro que si, pero, ¿te has dado cuenta que los sonidos que a ti te molestan a ellos no les hacen nada?

¿Cómo funcionan los ruidos molestos?

Esto se debe a que nuestro cerebro no percibe igual un sonido que estamos haciendo nosotros a uno que escuchamos.

Técnica para tolerar el llanto

Una técnica muy buena para que el llanto no destroce tu paciencia, es pretender en tu mente que tú eres quien está llorando, incluso puedes mover ligeramente tu boca y cuerdas vocales, imitando el llanto que estás escuchando, y te vas a dar cuenta que inmediatamente tu cerebro lo va a percibir mucho menos irritante.
Permitir que desahogue su malestar

Si tu hij@ está llorando como una genuina forma de expresar su malestar, con esta técnica le estarás permitiendo que lo haga, pues recuerda que es bueno llorar.

Enseñar que no se consigue nada con chantajes

Si tu hijo ha aprendido a utilizar el llanto como una forma de chantaje, al ver que no te afecta, tarde o temprano lo va a dejar de hacer. creo que esta técnica es útil independientemente de la razón de tu poca paciencia.

5 frases muy comunes que revelan un trauma infantil no superado

Los traumas del desarrollo son mucho más comunes de lo que nos gustaría aceptar. Una serie de estudios realizados por psicólogos de la Duke University Medical School, reveló que el 78% de los niños reportaron haber vivido más de una experiencia traumática antes de los 5 años. A los 6 años, el 20% había sufrido experiencias traumáticas que incluían desde el abuso sexual hasta la negligencia emocional, la exposición a violencia doméstica y una pérdida traumática.

Sin embargo, quienes han sufrido un trauma del desarrollo pueden llegar a padecer estrés postraumático complejo (TEPT-C), un problema que se caracteriza por dificultades en la regulación emocional, percepciones distorsionadas sobre los abusadores, dificultades en las relaciones interpersonales, somatizaciones y problemas para encontrar el sentido de la vida.

Sin embargo, muchas veces estas personas no son conscientes de que tienen un problema cuyo origen se remonta a su infancia. Creen que han dejado su pasado atrás, pero este les persigue desde el inconsciente.

¿Cómo influye un trauma infantil en la formación de identidad?

La formación de identidad es un proceso complejo que ocurre a lo largo de la vida. La construcción de la identidad, incluida la sensación de ser lo suficientemente bueno, la capacidad para integrar armónicamente las emociones y la razón, la conciencia básica del estado emocional, el sentirse seguro y saber quiénes somos realmente, se ve afectada por los traumas infantiles. Lo que ocurre es que la supervivencia básica tiene prioridad sobre el desarrollo equilibrado del “yo”.

Un trauma a edades tempranas puede cambiar el desarrollo del cerebro. De hecho, se conoce que un entorno donde prevalece el miedo y la negligencia genera diferentes adaptaciones de los circuitos cerebrales, en comparación con un ambiente donde el niño se siente seguro, protegido y amado. Y lo peor es que cuanto más temprano se experimente esa angustia, más profundo y duradero suele ser su efecto.

Por eso, a menudo la identidad de un adulto que ha sufrido traumas infantiles se organiza en torno a la necesidad de sobrevivir y conseguir un nivel de seguridad básica en sus relaciones con los demás. Esto los conduce a un círculo vicioso en el que, por una parte, vuelven a revivir experiencias desalentadoras y traumáticas, y por otra parte tienen la tendencia a evitar las experiencias orientadas al crecimiento. 

Las personas en esta situación se identifican mucho con un "yo traumático", a expensas de un sentido de sí mismo más inclusivo y flexible. Se desvinculan de su entorno y de sí mismos desde el principio, como un mecanismo de supervivencia, y pueden permanecer desconectados de sí mismos durante la infancia, la adolescencia o incluso hasta la adultez temprana, cuando salen del entorno tóxico. En práctica, siguen experimentando esa necesidad de sobrevivir.

Las frases que esconden una "identidad traumática"

1. Pérdida de la infancia – “No tuve una infancia”
Cuando las personas viven una infancia particularmente angustiante, lo más común es que no puedan recordar gran parte de sus primeros años. Estas personas suelen decir “No tuve una infancia” o “No recuerdo mucho de cuando era niño”. 

Pueden recordar momentos particularmente vívidos, que se conocen como “recuerdos de destello”, pero esos instantes no tienen contexto, por lo que no cobran mucho sentido para la persona. Es usual que no tengan una historia muy clara de sí mismos como niños, hasta llegar a la adolescencia o incluso a la adultez temprana.

En sentido autobiográfico, carecen de lo que se denomina "narrativa coherente", no pueden contar su vida siguiendo un hilo lógico. De hecho, muchas personas incluso afirman que sienten que les han robado su infancia. Y sin esa base, la identidad del adulto se ve seriamente comprometida.

2. Partes perdidas de uno mismo – “Siento que me falta algo” 
Debido a los traumas infantiles, los niños a menudo reaccionan desconectando partes importantes de sí mismos para poder sobrevivir, es una especie de mecanismo de disociación. Estas personas suelen afirmar: “Siempre he sentido que falta algo, pero no sé qué es”.

El problema es que tienen la tendencia a desconectarse de las áreas sensibles, mientras refuerzan otras esferas, como una medida de compensación para escapar del sufrimiento emocional. De esta forma, un niño con problemas en el hogar, puede intentar convertirse en un estudiante modelo. 

Más adelante en su vida, puede descubrir que tiene grandes habilidades en ciertas esferas mientras otras permanecen completamente en la oscuridad, normalmente aquellas vinculadas a las emociones, el autoconocimiento y las relaciones interpersonales.

3. Evitarse a sí mismo – “Me sienta mal pensar sobre mí”

Muchas de las personas que han sufrido traumas infantiles afirman: “No me gusta pensar sobre mí, solo me hace sentir mal”. Esta sensación es particularmente intensa cuando el trauma está relacionado con personas clave y significativas en su vida, como pueden ser los padres o hermanos.

El problema es que el ejercicio de introspección, el acto de profundizar en sí mismos se convierte en un recordatorio de esas experiencias dolorosas, lo cual implica que debe reconstruir su propia identidad, y a menudo es mucho más fácil escapar de uno mismo que enfrentar problemas de tan larga data.

Estas personas pueden aprender a vivir desconectadas de su “yo”, pero a menudo ello les conduce a comportamientos autodestructivos o a una profunda insatisfacción ya que realmente no saben lo que quieren ni logran construir un proyecto de vida sólido.

4. Relaciones destructivas – “Atraigo a personas que no me convienen”
No es raro que las personas traumatizadas por sus padres o cuidadores terminen estableciendo amistades, relaciones románticas o incluso vínculos laborales que no son buenos para ellos. A menudo dicen frases como “Atraigo a personas que no me convienen” o “Tengo un imán para la gente que me hace daño”.

El problema es que estas personas encuentran a gente que se ajusta a su identidad traumática, a pesar de que se esfuercen por tomar decisiones diferentes o de que los demás les alerten de que esas relaciones no son beneficiosas. Eso genera un círculo vicioso de re-traumatización a través de la repetición del pasado.

Como resultado, pueden terminar rodeados de personas emocionalmente no disponibles, abusivas o narcisistas, o terminar intentando rescatar y "arreglar" a las personas con las que salen, asumiendo el rol de “salvador”. Es obvio que estas personas desean encontrar a alguien que les pueda proporcionar la estabilidad emocional que necesitan, pero inconscientemente sienten una poderosa “química” hacia el perfil del maltratador psicológico.

Los continuos traumas y las decepciones, les llevan a pensar que “es mejor estar solo”. Su estela de relaciones destructivas les ha llevado a asumir una imagen pesimista de los demás, pensando que siempre les harán daño.

5. Desconexión emocional de la identidad – “Las emociones son un estorbo”

Cuando los sentimientos no tienen cabida en la familia de origen, las emociones se separan de la identidad. Si una persona ha crecido con frases como “llorar es de débiles” o lo han castigado o reprendido cada vez que ha expresado sus emociones, no podrá desarrollar un vínculo sano con esta parte de su “yo”. 

Las emociones seguirán estando presentes, a pesar de que muchas personas se aferran a la creencia de que “no son emotivas” o que "las emociones solo son un estorbo". Por eso, las emociones terminarán generando confusión y caos, ya que esa persona no será capaz de reconocerlas y gestionarlas asertivamente, puesto que solo aprendió a esconderlas y reprimirlas. 

El problema es que necesitamos las emociones incluso para tomar buenas decisiones en la vida. La desregulación emocional nos desconecta de nuestra intuición, nos puede llevar a tomar decisiones impulsivas y daña las relaciones con los demás.

Otros pueden describir una sensación de anestesia emocional ya que solo pueden experimentar un abanico limitado de emociones. De hecho, a menudo solo refieren emociones vagas, como la frustración y el aburrimiento, ya que no aprendieron a conocer sus estados emocionales. También es común que bloqueen sensaciones como la insatisfacción, hasta que esta crece y se sobredimensiona, explotando en una ira contenida que causa un enorme daño.
Pasar página

Sin duda, las consecuencias de los traumas infantiles en la edad adulta son desalentadoras. Sin embargo, la persona puede reconstruir su identidad y rehacer ese “yo” traumatizado. Eso implica volver al pasado para aceptar esas experiencias dolorosas, de manera que se puedan integrar en la historia de vida y se logre pasar página realmente.

Existen dos claves fundamentales: 1. Comprender que ahora estamos a salvo y que ya no somos ese niño asustado y, 2. Asumir que aunque somos adultos, es probable que sigamos procesando emocionalmente las experiencias traumáticas como niños. Darse cuenta y asumir esas realidades suele ser extremadamente liberador.

Recuerda que siempre es posible volver a conectar con uno mismo, aunque sea preciso remover varias capas, para reconstruir una identidad que sea mucho más saludable. Sin duda, es un proceso difícil, y puede que sea necesario recurrir a la ayuda de un psicólogo, pero invertir en ti es lo mejor que puedes hacer. No es necesario seguir cargando el fardo del pasado, de manera que limite tu presente y obscurezca tu futuro.

¿Niños hiperactivos o adultos pasivos?

Llama mucho la atención la cantidad de diagnósticos que observamos actualmente hacia los niños, la mayoría coinciden en el síndrome de hiperactividad o el de déficit de atención.

Más allá de un análisis científico o de algún estudio médico o psicológico de cuya veracidad no dudamos, existe hoy día una marcada tendencia a catalogar a todos los niños como hiperactivos o con falta de atención.
La reflexión va orientada, hacia el hecho de si es realmente una condición de nuestros niños o es una condición de los adultos que estamos formando a los niños, que quizás no estamos comprendiendo el ritmo y las exigencias que tienen los niños hoy día.

Más allá de los criterios médicos y científicos, existe una realidad que es necesario reconocer y es que los niños de hoy día, son niños extremadamente despiertos, capaces, ocurrentes, independientes e ingeniosos y en muchas oportunidades, nos quedamos cortos ante sus temas de conversación, sus dudas, sus inquietudes y debemos además, escoger prácticamente con pinzas, cada palabra que utilizamos para dirigirnos a ellos, esto nos ha llevado a pensar, si ese asunto de la hiperactividad o el déficit de atención, que muchos asocian además con ese estado de inquietud permanente de los niños, no tendrá más bien que ver con un estado de pasividad por parte de los adultos que los acompañamos en esta existencia.
Cada día hay más madres y padres angustiados, maestras  impacientes y sorprendidas y en general, una sociedad que se encuentra alterada por la conducta que observa en los niños y sencillamente, no nos estamos dando cuenta que ellos van más que un paso delante de nosotros, que ya no es suficiente la energía y la inteligencia que ponemos en su formación, para satisfacer sus exigencias los niños de hoy día requieren de una paciencia extrema y de un nivel de comprensión y de sabiduría que muchos de los adultos no tenemos.

Por estas razones, producto en muchos casos de la ignorancia, optamos por elegir la intolerancia ante la mayoría de los niños que nos rodean, juzgamos sus conductas e incluso las acciones de sus padres ante sus conductas, hablamos de la mala crianza de hoy día y de la falta de paciencia por parte de las maestras, sin embargo, no nos damos cuenta que no es un tema que derive de la educación exclusivamente, es un tema que reside en el interior de cada uno de los seres que formamos parte de la vida del niño y que tenemos la responsabilidad, de mediar con la inteligencia de ellos que en muchos sentidos supera la nuestra.

¿Qué significa NO antes de los tres años? – Jane Nelsen

Este artículo es de  la autoria de Jane Nelsen, asesora autorizada sobre el matrimonio, la familia y los niños en South Jordan, Utah y San Clemente, California . Es autora o coautora de numerosos libros sobre la disciplina de los niños, incluyendo la serie Disciplina positiva. Ha aparecido en Oprah de Sally Jessy Raphael . En este escrito plantea cómo se ve y se enfoca la disciplina antes de los 3 años.

Reflexionemos juntos y comentemos…

Los niños menores de 3 años no entienden la palabra “no” del modo en que la mayor parte de los padres piensan que lo hacen (y un entendimiento completo de lo que la palabra “no” significa no sucede mágicamente al cumplir 3 años, sino que conlleva un proceso). “NO” es un concepto abstracto que está en directa oposición a las necesidades de los niños pequeños en cuanto a exploración de su entorno y desarrollo de su sentido de la autonomía e iniciativa.
Su hijo puede saber que usted no quiere que haga alguna cosa. Puede incluso saber que usted tendrá una reacción de enfado si lo hace. Pero en cualquier caso, no entiende porque, en la forma en que los adultos piensan que lo hace. ¿Por qué otro motivo miraría un niño a su padre antes de hacer algo que sabe que no debe hacer, sonreír, y hacerlo igualmente?

Alrededor de la edad de un año, los niños entran en la edad de “yo lo hago”. Es el momento en el que desarrolla sentido de la autonomía versus duda y culpa. De los dos a los 6 años se desarrolla el sentido de iniciativa versus culpa. Esto significa que es su “deber” en el plano del desarrollo, explorar y experimentar. ¿Puede usted imaginarse lo confuso que es para un niño ser castigado por algo que está programado para hacer? Se enfrentan con un dilema real (a nivel subconsciente): ¿obedezco a mi padre o a mi instinto biológico de desarrollar mi autonomía e iniciativa explorando y experimentando en mi mundo?
Que esto sean etapas del desarrollo no quiere decir que a un niño deba permitírsele hace cualquier cosa que se le ocurra. Pero explica porque cualquier método que intente ganar cooperación debe ser amable y firme al mismo tiempo, en lugar de controlador y punitivo. Este es un momento de la vida en que la personalidad de su hijo está en formación, y usted desea que su hijo sea capaz de tomar decisiones sobre si mismo y decir “soy competente, puedo hacer intentos y cometer errores y aprender, porque soy amado y soy una buena persona”. Si usted se siente tentado a enseñar a su hijo a través de la culpa, la vergüenza y el castigo, estará usted creando una situación de desanimo que será muy difícil de superar en la edad adulta.

Para ayudar a un niño pequeño a desarrollar autonomía en lugar de dudas y vergüenza, y para ayudar a un niño de 2 a 7 años a desarrollar iniciativa en lugar de culpa, intente alguno de los métodos descritos a continuación, que invitan a cooperar:
1. Si usted está gritando, chillando o dando discursos, deténgase. Todos estos métodos son irrespetuosos y animan a la aparición de dudas, vergüenza y culpa en el futuro.

2. En lugar de decirle a su hijo lo que tiene que hacer, encuentre maneras de involucrarle en la decisión, de modo que el o ella adquiera un sentido del propio poder y autonomía. ¿Qué nos toca hacer ahora? (para niños preverbales “ahora nosotros haremos….” mostrándole amable y firmemente lo que hacer, en vez de decírselo)
3. Sea respetuoso cuando haga peticiones: no espere que un niño haga algo “ahora mismo” cuando esté usted interrumpiendo algo que el está haciendo. Pregunte:” ¿te vendría bien hacer…..en cinco o diez minutos?” Incluso aunque a usted le parezca que un niño pequeño no puede entender lo que usted está diciendo, usted está entrenándose a si mismo para ser respetuoso con el, dándole opciones y no órdenes. Otra opción que puede usted usar es la de dar aviso: en cinco minutos tenemos que marcharnos ¿Qué es lo último que quieres hacer?

4. Lleve con usted un pequeño temporizador: permita que su hijo le ayude a programarlo para sonar en uno dos o cinco minutos, y déjele que lleve el temporizador con él de modo que pueda estar preparado cuando el tiempo se termina.

5. Déle una opción que requiera su colaboración: será el momento de irse cuando yo cuente hasta 20. ¿Quieres llevar mi bolso hasta el coche o prefieres llevar las llaves y ayudarme a abrirlo? O bien ¿Cuándo lleguemos a casa que haremos en primer lugar, poner la comida en la despensa o leer un cuento?

6. Los niños preverbales pueden necesitar tan solo supervisión, distracción y reconducción: en otras palabras: menos hablar y mas acción. Con tranquilidad tome al niño de la mano y condúzcale a donde tiene-necesita ir. Muéstrele lo que si puede hacer en lugar de insistir en lo que no puede hacer.
7. Utilice su sentido del humor: aquí viene el monstruo de las cosquillas para atacar a los niños que no escuchan.

8. Muéstrese empatito cuando su hijo llora o tiene una rabieta a causa de una frustración por su falta de habilidad. Empatía no significa rescate, significa comprensión. Déle a su hijo un abrazo y dígale: estas realmente triste ahora, yo se que tu quieres quedarte, pero es hora de irnos. Sostenga entonces a su hijo mientras llora, y déjele tener sus sentimientos antes de cambiar de actividad.
9. Los niños son capaces de percibir cuando los padres estamos decididos a actuar y cuando no. No diga nada que no esté absolutamente seguro de llevar a cabo y sea capaz de decirlo de forma respetuosa. A continuación llévelo a cabo con dignidad y respeto, y usualmente sin palabras. De nuevo esto significa redirigir al niño enseñándole lo que si puede hacer en lugar de castigarle por hacer lo que no puede hacer.

10. Establezca una rutina para cada acción que se repita a diario: levantarse, desayunar, ir de compras, acostarse…. Así puede usted preguntarle al niño: ¿Qué nos toca hacer ahora según el horario? Para niños mas pequeños la formula es: ahora nos toca hacer….

11. Entienda que puede ser necesario enseñarle a un niño la misma cosa una y otra vez antes de que haya madurado lo suficiente como para comprender. Sea paciente. Minimice sus palabras y maximice sus acciones. No se tome el comportamiento del niño como algo personal y evite pensar que su hijo quiere volverla loca, o que es malo o rebelde. Continúe siendo el adulto en cualquier situación y haga lo que sea imprescindible hacer sin sentimientos de culpa o lastima.

12. Entienda que su actitud será la que determine si su relación con su hijo será un campo de batalla o una relación calida y firme en la que su hijo pueda explorar y desarrollarse dentro de unos limites apropiados.
Su trabajo a estas edades es pensar en sí mismo como en un entrenador y ayudar a su hijo a tener éxito y aprender cómo se hacen las cosas. También debe ser usted un observador, que trabaja en aprender quien es su hijo, una persona única. Nunca infravalore la habilidad de un niño pequeño, pero por otra parte, vigile cuidadosamente cuando introduzca nuevas oportunidades y actividades y aprenda a diferenciar aquello que le interesa a su hijo, lo que puede hacer, y lo que necesita su ayuda para aprender de usted.

La seguridad es un asunto importante a esta edad, y es tarea suya mantener a su hijo seguro sin permitir que sus miedos le desanimen. Por esta razón la supervisión es una herramienta fundamental de los padres, unida a la calidez y la firmeza, para reconducir o enseñar a su hijo. Por ejemplo, los padres pueden enseñar a un niño de dos años que no debe cruzar la calle, pero no pueden aun permitirle jugar cerca de una carretera sin supervisión, por que saben que no pueden esperar de el que sea capaz de asumir por si mismo la responsabilidad de no hacer aquello que sabe que no debe hacer. Y ¿Por qué estos mismos padres esperan que su hijo entienda perfectamente cuando ellos dicen NO?
Conocí a una madre que se preguntaba porque se habría metido ella en el negocio de ser madre. Daba la impresión de que tanto ella como su hijo estaban fuera de control. A ella no le gustaba que él no le hiciera caso, y tampoco le gustaba estar chillando todo el día y utilizando métodos punitivos ineficaces.

Acudió a una escuela de padres, centrada en padres de niños en edad preescolar. Allí aprendió cual era el comportamiento adecuado para niños de la edad del suyo. Cuando cambiaron sus expectativas sobre el niño perfecto que obedece cada una de sus órdenes, comenzó a disfrutar con la experimentación de su hijo con su iniciativa y su autonomía. En lugar de tratar de controlarlo, comenzó a guiarlo fuera de sus comportamientos inadecuados, mostrándole cosas que si podía hacer.
Se mostró sorprendida de cuanto se calmaba su hijo, cuando ella se calmaba. Los episodios de frustración ocurrían cada vez con menor frecuencia y eran resueltos con mayor rapidez, gracias a sus nuevos conocimientos.

Cuando uno comprende que los niños realmente NO ENTIENDEN la palabra NO del modo que pensamos que deben hacerlo, empieza a tener sentido utilizar la distracción, reconducción o cualquier método respetuoso de disciplina positiva.

UNA ACTIVIDAD:

Lo siguiente  le mostrará el desarrollo intelectual, y puede ayudar a los padres a comprender porque los niños no entienden algunos conceptos como la palabra NO. (CAPACIDAD DE ABSTRACCION)

1. Fabrique dos bolas de barro del mismo tamaño, y muéstreselas a un niño de menos de 3 años. Haga ajustes poniendo o quitando barro hasta que el niño esté de acuerdo en que son del mismo tamaño. En ese momento, y en presencia del niño aplaste una de las bolas. Pregúntele si siguen siendo del mismo tamaño. El niño le dirá que no, y le dirá cual piensa que es de mayor tamaño. Un niño de cinco años será capaz de decirle que son del mismo tamaño y porque.

2. Llene dos vasos de agua iguales, hasta la misma altura. Haga los ajustes necesarios hasta que el niño esté de acuerdo en que tienen la misma agua. Luego vierta el contenido de uno de los vasos en otro vaso largo y estrecho, y el del otro vaso en un vaso ancho y bajo. Pregúntele al niño si siguen teniendo la misma cantidad de agua. Le responderá que no, y le dirá cual tiene mas agua. Un niño de 5 años, le dirá que si, y le explicara la razón.
Publicado originalmente por Ojana. 

Cuantas menos cosas haga un juguete, más cosas hará la mente del niño.


Hace décadas, los juguetes eran un privilegio del que todos los niños no podían disfrutar. Sin embargo, suplían su falta recurriendo a la imaginación, de manera que cualquier otro objeto de uso cotidiano podía convertirse en un juguete. En los últimos años, los niños tienen tantos juguetes que prácticamente no les prestan atención, y estos son cada vez más sofisticados. Quizá estamos equivocando el camino porque más no es sinónimo de mejor.


Por supuesto, no se trata de privar a los niños de los juguetes ya que estos no solo son una fuente de diversión sino también de aprendizaje, pero debemos tener presente que como regla general mientras más cosas haga un juguete, menos hará la mente del niño. El juego libre es esencial durante la infancia, por lo que los padres y maestros deben proporcionar a los pequeños más juguetes que estimulen su fantasía y creatividad, en vez de apostar por juguetes híper tecnológicos que promuevan un juego demasiado estructurado.
La importancia del juego libre en un mundo estructurado al milímetro

En el juego, los niños ponen a prueba muchas habilidades que son fundamentales para su desarrollo, desde habilidades físicas y manuales hasta habilidades cognitivas y sociales. También desarrollan sus habilidades emocionales, mientras juegan los niños aprenden cómo regular su miedo e ira y, por tanto, desarrollan el autocontrol emocional, algo que luego le servirá para mantener la calma en situaciones amenazantes de la vida real.

Las actividades estructuradas, como los deportes, los juegos de mesa con reglas y los juguetes tecnológicos, también son herramientas de desarrollo útiles, pero no cumplen la misma función que el juego libre. El juego libre está centrado en el niño, es iniciado por el niño y controlado por el niño, no requiere la participación de los adultos. Por tanto, ese juego es fluido; los niños determinan y controlan las reglas, deciden cómo juegan y cómo evoluciona el juego. Eso hace que las reglas cambien a medida que evoluciona la actividad, lo cual significa que es un proceso espontáneo e intrínsecamente gratificante para los niños, que solo juegan por la diversión, centrándose plenamente en el aquí y ahora.
El juego libre también demanda que los niños cambien y se ajusten a las nuevas circunstancias. De hecho, ese es uno de sus principales beneficios: contribuye a desarrollar la flexibilidad cognitiva, la adaptabilidad y la capacidad de respuesta. Las investigaciones demuestran que el juego libre estimula las capacidades creativas y la habilidad para resolver problemas a largo plazo. Al eliminar este tipo de juego poniendo reglas y estableciendo límites, disminuyen estas experiencias. 

En el juego libre no estructurado los niños no solo ponen a prueba sus habilidades para adaptarse a las circunstancias cambiantes sino que además desarrollan sus habilidades sociales y de resolución de conflictos, aprendiendo a escuchar las necesidades de los demás y hacer valer las suyas. En esa negociación constante necesitan alcanzar un equilibrio para que el juego continúe, lo cual también les obliga a ponerse en el lugar del otro y desarrollar la empatía y las habilidades de comunicación. Para seguir jugando, ambos niños deben sentirse satisfechos, lo cual les obliga a ceder un poco, de manera que aprenden a solucionar los conflictos desde técnicas ganar-ganar.
Por último, pero no menos importante, el juego libre libera su imaginación, de manera que buscan maneras creativas para entretenerse y aprenden a lidiar con el aburrimiento sin sentirse frustrados. Se ha demostrado que el aburrimiento ocasional es un potente motor impulsor de la creatividad, además de servir a los niños para que aprendan a gestionar su tiempo libre.
Fuente: El rincón de la psicología

Cómo actuar cuando tu hijo comete un error.

Es muy importante saber operar de manera adecuada y correcta en diversas circunstancias típicas de la crianza de un hijo. Uno de los momentos claves es justamente cuando tu hijo comete un error. Allí es indispensable saber cómo actuar para evitar el temor al fracaso o la frustración.

Asimismo, esto es vital para aprender pues de las equivocaciones es de lo que más aprendemos. Entonces, construir y edificar conocimientos, lecciones, enseñanzas y aprendizajes sobre estos desaciertos se convierte en virtud.

En este articulo detallamos el modo en que deberías reaccionar a fin de hacerle un bien a tu hijo. ¡Toma nota de cada consejo!
No machacar con calificativos ofensivos.
Cuida mucho las palabras que usas, pues marcas la personalidad y el futuro de tu hijo. Si te quedas simplemente en el enojo por el desatino del niño, nada bueno harás con él. Así, el pequeño se sentirá incapaz, lo cual lo vuelve más inseguro y dependiente. Desde ya, todo eso no hace más que cercenar su autoestima.

Por si todo esto fuera poco, con cuestionar y recriminar con insistencia tan solo despiertas miedos y temores. El niño no intenta más por el simple hecho de que se frustra fácilmente. A eso se le suma también el terror a equivocarse y el miedo a volver a errar.
Entonces, cuando tu hijo comete un error simplemente debes manejarlo con extrema tranquilidad. Explícale cuál es el aspecto a mejorar y especialmente, reconoce el intento. Ese es el modo a partir del cual se pueden lograr grandes cosas con los más chiquitos de la casa.

Resaltar la osadía de intentarlo y el esfuerzo.
Esta es otra clave para actuar acorde cuando tu hijo comete un error. Destaca y valora el intento que es siempre mucho más positivo que no hacer nada. Si no hubiese esfuerzo de por medio, directamente no existirían los errores. Entonces, cuanto menos, reconoce su lado positivo.

Por otro lado, la idea es resaltar a cada momento sus esfuerzos y sacrificios. No ser ‘resultadistas’ que tan solo vemos los finales. Evalúa el proceso, los medios, de este modo, enseñas mucho más de lo que imaginas a tu pequeño sol que ilumina cada día con su ternura e inocencia.

Muéstrale lo orgullosa que estás de cómo crece y las nuevas responsabilidades que desea asumir. Desde luego, no se trata de pintarle un mundo color de rosa, porque ello también sería sobradamente contraproducente. La diferencia radica sencillamente en el modo en que decimos las cosas. Una pequeña sutileza cambia el mundo.

Enseñar cómo hacer las cosas de la mejor manera posible.
Atendiendo, por supuesto, todo lo anterior, es posible entonces dar un paso más. Ya con los cimientos firmes, proceder a enseñar de la manera menos cruel o traumática. ¿Cómo? Nada más que, tras evitar los insultos y castigos, resaltado el lado positivo y valorando como corresponde, animarse a marcar el detalle pacientemente.

Entonces, aquí les enseñamos cómo hacer para mejorar aquello que hizo pero le salio mal. Mostrar cómo hacer las cosas de la mejor manera posible para que aquello resulte mejor. Templanza, mucho amor y dulzura serán los ingredientes necesarios para que esta receta resulte realmente perfecta.
Recuerda siempre una gran verdad: que deseamos compartir contigo para que atesores de por vida. El fracaso no es otra cosa que una inmensa oportunidad para aprender, para crecer. Si algún proyecto fracasa, no es el fin del mundo para nadie.

Estimular la confianza en sí mismo, fortalecer su seguridad y fomentar su autonomía e independencia. Crear un verdadero guerrero entusiasta de cara al día de mañana. Definitivamente todo depende de tí. ¿Qué eliges: quedarte en el error, o destacar el amor y la educación de tu hijo?.

Cómo enseñar a tu hijo a que no deje para mañana lo que pueda hacer hoy

La madre de Yasmín está desesperada, no consigue que su hija haga absolutamente nada, todo lo deja para mañana y siempre tiene la misma respuesta: “Ya lo haré”. “Acabo haciéndole la cama, recogiendo sus cosas, ordenando su habitación, porque, si fuera por ella, lo dejaría todo sin hacer”. Con los deberes escolares le pasa algo parecido: acaba de comenzar la ESO y se le acumula el trabajo, siempre entrega los trabajos a última hora y no le da tiempo a prepararse los exámenes.

Lo que hace Yasmín, y muchos adolescentes, se llama “procrastinación” (del latín cras, mañana), o lo que es lo mismo, dejar para mañana lo que hay que hacer hoy. El postergar lo que tenemos que hacer no es tanto una cuestión de desidia, sino de una deficiente percepción del tiempo, algo que es normal en la adolescencia.
Se puede decir que los adolescentes no han aprendido a manejar el tiempo como lo hemos hecho los adultos, aunque no todos, porque también nosotros somos muchas veces presas de la procrastinación.

Un adolescente puede estar agobiado porque le falta tiempo y, al día siguiente, perderlo inútilmente porque cree que tiene todo el tiempo del mundo. En este tema maneja conceptos al por mayor y tanto puede sentir que no le queda tiempo como que le sobra. Le cuesta medir las horas de manera objetiva: el tiempo, para él, puede tanto carecer de importancia como ser algo obsesivo. En el primer caso, tenemos al adolescente que lo deja todo para mañana; en el segundo, al que no le da la vida y está todo el día angustiado porque le faltan minutos a su reloj.
Pero “dejarlo para mañana” no es sólo un signo de desidia o de no saber qué hacer con el tiempo, implica también un desenfoque en la jerarquización de las tareas a realizar, es decir, lo que se llama “hacer lo que toca en cada momento”. Si a los adultos ya nos cuesta estar por lo que hay que estar, ¿cómo no va a ser difícil para un adolescente? La actividad que hay que hacer se queda sin hacer porque otra se presenta más atractiva, más fácil, más satisfactoria, más urgente, más positiva,… Cuando un adolescente dice “Ya lo haré” no quiere decir que no lo quiera hacer, sino que algo más importante, para él, toma la delantera en la jerarquía de sus intereses.
Desafío: ¿Cuándo, cómo, dónde… lo harás?
Sólo hay una forma de desafiar esa expresión y consiste en acotarla al máximo. Se trata de no caer en la típica discusión:
– ¿Cuándo vas a preparar la mochila?
– ¡Ahora!
– ¿Y cuándo es ahora?
– Pues, ahora, pero espera un momento.
– O sea que no es ahora.
– Sí, en cuanto acabe esto [un vídeo que está viendo, por ejemplo].
– Bueno, vengo después a ver si la has hecho.

El resultado suele ser que, al cabo de un rato, la mochila sigue igual y se vuelve a iniciar la conversación exactamente con las mismas palabras y la misma conclusión. Para no llegar a lo mismo, debemos provocar un compromiso, es decir, conseguir que nuestro hijo o hija se comprometa con lo que dice que va a hacer. Ese compromiso debe contener las máximas concreciones posibles: cuándo, cómo, dónde, con quién, etc… lo vas a hacer. Porque, cuanto más abstracto es algo, más fácil es dejarlo para mañana.
Establecer una jerarquía de intereses. Es bueno que escriba lo que le interesa: amigos, salidas, estudios, música, familia, deporte… y lo ordene jerárquicamente. Pueden ocurrir dos cosas: que el orden que ha establecido justifique dejarlo para mañana, lógicamente porque está al final del ranking, o que exista una incoherencia entre sus intereses y sus acciones, que también puede ocurrir.
En este caso, debemos hacerle ver la diferencia entre la coherencia y la funcionalidad. Se puede ser coherente y no funcional, es decir, que nuestra coherencia nos lleve a una situación no deseable, como es el caso de dejarlo todo para mañana. Si los estudios o el trabajo los colocamos al final del ranking, tendremos dos opciones: o hacer que suban para ser coherentes o ser incoherentes por mas funcionalidad, ya que no podemos vivir sin estudiar o trabajar.
Puede ocurrir también que nuestro hijo o hija esté acostumbrado/a a que siempre lo ha tenido todo hecho, siempre hemos acabado nosotros de hacerle la cama, recoger sus cosas, hacerle los deberes… Ahora, por supuesto, resulta muy difícil conseguir que lo haga. Quizá no nos hemos dado cuenta de que toda ayuda innecesaria es una limitación y no hemos acertado con el ejemplo; no obstante, no está todo perdido, por supuesto que no, ya que siempre se puede recomenzar, es cuestión de tenerlo claro, de quererlo y de hacerlo desde una posición optimista.

Siempre se puede reiniciar: “A partir de ahora, las normas son éstas”. Lógicamente, es más fácil hacerlo a los 10 años que a los 15, pero se puede, es cuestión de combinar la exigencia con la flexibilidad y la determinación con el humor, así como estar convencidos de que es bueno para todos, y, sobre todo, para nuestros hijos.
Toda exigencia debe culminar en autoexigencia. Exigimos a nuestros hijos para que acaben exigiéndose a ellos mismos. De nada sirve conseguir que hagan las cosas bajo nuestra supervisión, si no conseguimos que las hagan por propia iniciativa cuando no les estamos controlando. Para ello, debemos ir desapareciendo poco a poco, vigilar desde la distancia, hacer que ellos mismos controlen los resultados de sus acciones, que ellos mismos acaben supervisándolas y no nosotros; al fin, conseguiremos que quieran hacer lo que hacen y no que hagan lo que quieran.
Fomentar el trabajo en equipo. El trabajo en equipo en cualquier ámbito, sea académico o deportivo, es muy positivo porque cada uno es responsable del resultado final, de modo que si uno no cumple su cometido, afecta a los demás. Los adolescentes que lo dejan para mañana suelen tender al individualismo y a no implicarse en proyectos comunes, porque saben que pueden decepcionar a los demás.
Por supuesto, tener un horario ayuda mucho. Cuanto más le cuesta hacer las cosas, más detallado ha de ser su horario. No estamos obstruyendo su creatividad, sino encauzando su voluntad. Conforme vaya reforzándola iremos generalizando el horario, sin hacerlo desaparecer, pues todos necesitamos uno.
Fuente: SoloHijos.